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Gerardo, María y Vicente, en el comedor de Las CabañasLA POSADA

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Cada vez que escucho la pequeña historia de esta familia peñarandina tengo la sensación de haber elegido bien este oficio que consiste en cocinar textos de gastronomía. Y si, como es el caso, resulta que es la nieta la que me cuenta cómo fue el origen de Las Cabañas, más emocionante todavía. María alterna su formación echando una mano en el restaurante familiar que hoy regentan Vicente y Gerardo, los dos hijos de la célebre Mari Cabañas.

Fundado en 1885 ha sido desde entonces un referente en la cocina rural salmantina. Mucho ha llovido desde que Leandra y Casimiro lo convirtieran en fonda. Más tarde, en la década de los cincuenta, el restaurante, asegura Gerardo que es cocinero, estaba dirigido por mujeres, Pepa y sus hijas, Petra, Antonina, Leandra y María. La joven María sonríe ante tanto recuerdo en blanco y negro y es consciente del favor que le hicieron con su nombre, pues es la María Cabañas del siglo XXI. Su abuela Mari vive, ya muy anciana. El restaurante Cabañas sigue funcionando de maravilla con sus raciones de toda la vida, su tostón o cochinillo y algunos platos de los tiempos de sus tías como las legumbres, el cochifrito, el asado y la perdiz o el bacalao, entre otros. Actualmente el restaurante Las Cabañas no ha perdido, a pesar de su oferta de banquetes, sus aires de casa de comidas de toda la vida.

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Donde se puede degustar buen jamón ibérico, una ensalada de perdiz, rabo de toro estofado, la merluza en salsa verde o el medallón de foie y unos puerros rellenos de piñones. Como postres, junto al tatín de manzana, peras al limón y torrija y helado de crema. Esto son solo unos apuntes, la oferta es más amplia, así como los espacios de los que dispone el nuevo complejo Las Cabañas en Peñaranda de Bracamonte. Se puede comer a la carta por 45-50 euros. Mantiene un menú diario de 20 euros y una extensa carta de vinos. A veces, si coincide, los comensales de toda la vida le decimos a su nieta, a modo de homenaje, lo que decíamos a su abuela: «Todo muy rico, Mari».