apuesta turística
Tres días, para empezar
Burgos aspira a redescubrirse ante los que solo saben de su Catedral con un plan ideado para conocer otros grandes tesoros en 72 horas
Burgos es su Catedral, sí. Es Patrimonios, en plural, de la Humanidad. Y mucho más. Las estadísticas confirman que los visitantes comienzan ya a percatarse de que la ciudad excede la definición de destino de escapada fugaz. De ahí que las pernoctaciones, eterna piedra de toque de los indicadores turísticos locales, emprendieran hace tiempo una clara tendencia al alza. Mantenerla así es el gran reto para los implicados, públicos y privados, en el sector que compite con la industria por ser tractor de la economía burgalesa. Todos sus esfuerzos confluyen en añadir -incluso reinventar- atractivos que prolonguen las estancias de quienes viajan a esta rica tierra con tesoros por descubrir.
Buen ejemplo de ello es la propuesta bandera de la capital en la reciente Feria Internacional de Turismo de Interior (Intur) . Allí, junto a la gastronomía ‘titulada’ por la Unesco, tuvo especial protagonismo un plan elaborado por Promueve Burgos que, sin ser novedad, sorprendía a más de un empresario del ramo. Consiste en concreto en una completa agenda para disfrutar de la ciudad (y alrededores si se tercia) en 72 horas. Tres días completos de actividades pensadas para abrir boca y redescubrir la urbe fundada en el 884 a aquellos que solo conocen su Catedral, la joya de la corona con el permiso, claro está, del ‘universo’ Atapuerca.
Sincronicen pues los relojes que comienza la cuenta atrás. Jornada 1. Arranca el programa diseñado con el orgullo de sumar no uno, ni dos, sino tres patrimonios de los que ahora llaman mundiales. Junto a los ya citados figura el Camino de Santiago Francés, de cuya declaración como tal se cumplen treinta años la semana que viene. Inevitable es, pues, dada la gran influencia de esta ruta a su paso por la ciudad, invitar al viajero a sentirse peregrino por un día y asomarse a la huella monumental que convierte a Burgos en uno de los tramos urbanos más interesantes de todo el trazado jacobeo, que atraviesa el plano de extremo a extremo, desde la Real y Antigua de Gamonal hasta el Hospital de Rey. Como el tiempo apremia cabe circunscribirse al cogollo capitalino y partir desde el monasterio de San Juan de moderna cubierta, admirar el renovado inmueble de la Biblioteca Pública y deleitarse con la vecina iglesia de San Lesmes, templo que conserva intactas sus características góticas levantado en honor precisamente al patrón, clérigo de origen francés que se dedicó a atender a los caminantes.
Tras las flechas amarillas podrá el turista descubrir negocios locales de todo tipo (gastronómicos en particular, por volumen) en las calles San Juan, Avellanos y, cómo no, Fernán González, vía que desde hace 800 años acerca a los peregrinos a la “gozosa experiencia estética ”, tal y como afirma el folleto que da forma a esta propuesta, de toparse con la majestuosidad de la Seo local, buen espacio para rematar una mañana rodeada de belleza cargada de historia.
Después de reponer fuerzas a base de pinchos, menús del día o cartas para todos los gustos, el plan ideado para exprimir Burgos propone una tarde de paseo. Solo así, desde la calma, puede contemplarse el corazón de la ciudad, desde el Arco de Santa María -con su mudéjar sala de Poridad y un recoleto museo de farmacia- hasta la Plaza Mayor, tras dejarse mecer de camino por los plátanos de sombra entrelazados de un Paseo delEspolón con 200 años de trasiego. Carlos III saludará al visitante que acepte el reto mientras escudriña la fachada del Ayuntamiento y de ahí, en apenas unos pasos, el Cid al galope invitará a asomarse al puente de San Pablo y conocer, una a una, las ocho grandes esculturas vinculadas con su Cantar. Sobrará tiempo en este primer día para ir de tiendas o, para los que se abstengan y hayan venido en coche, lanzarse a la carretera y coronar la etapa inicial en alguno de los pueblos cercanos dignos de ver. Lerma, a 20 minutos, es una opción de interés con aroma barroco y Parador Nacional. Castrojeriz, otro Pueblo Bonito con vistas al Camino de Santiago y varios monumentos con solera, o la zona de Amaya y sus villas, son también paradas destacadas.
La segunda jornada depara sorpresas . Arranca a caballo entre piedras y naturaleza. Marca la ruta el río Arlanzón que, de camino al Parral, un lujo para los devotos de lo verde, aproxima al turista al Monasterio de las Huelgas Reales, muy querido en Burgos por ser epicentro de la fiesta solemne del Curpillos, antes de la jira popular. Allí, entre otros tesoros, se custodia el pendón de las Navas de Tolosa. De punta a punta, de parque a parque, Fuentes Blancas abriga la Cartuja de Miraflores. Otra joya.
La tarde, de nuevo, invita al relax, a regodearse en las mejores vistas de la ciudad, un paisaje de altura que ,a pie, exige un pequeño esfuerzo con notable recompensa. De ofrecerla se encarga el mirador del Castillo, con banco próximo incluido para posado en redes sociales. De la fortaleza y su evocación de un pasado defensivo a la encrucijada entre San Esteban y su Museo del Retablo y el CAB (Centro de Arte de Burgos), consagrado a lo contemporáneo, distan unos pasos en cuesta abajo.
Y tres. Descubrir al gran desconocido es la apuesta que abre la tercera jornada. El Museo de Burgos se cobija en un edificio renacentista cuyo patio interior no deja indiferente . Allí aguardan tesoros de distintas épocas que, sin duda, hablan alto y claro del «esplendoroso pasado», tal y como subraya el folleto elaborado para la ocasión, de la provincia burgalesa. Mención especial merece una pieza tan emblemática como la Tizona.
Y puestos a mirar atrás, bien lejos permite hacerlo el Museo de la Evolución Humana, con posible escapada didáctica a los yacimientos. Este espacio, ya consolidado como segunda Seo de la ciudad por el volumen de visitas que registra, es la última ‘estación’ de estas 72 horas de turismo de calidad salpicadas (si el que se anima se atiene a la publicación que confecciona la ruta) por otras experiencias singulares como visitar una botería antigua, visitar una fábrica de cerveza artesana, conocer la sede del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua o comprarse un sombrero en la calle que honra desde antaño a tan noble gremio. La idea es, no obstante, quedarse con ganas de más. Y repetir.