Javier Sanz viticultor en La Seca, Valladolid
El buscador de uvas olvidadas
La bodega familiar con cinco generaciones elabora vinos de calidad. Ahora centra sus esfuerzos por recuperar variedades autóctonas casi extinguidas
Javier Sanz Cantalapiedra ha heredado un legado atesorado a lo largo de cuatro generaciones de viticultores. Consciente de esa responsabilidad y seguido por su instinto, ha sabido cuidar de su viñedo que se extiende a lo largo de 104 hectáreas en un mosaico de parcelas, fincas y pagos a 700 metros de altitud. La media de edad ronda los 35 años y un 10% del mismo son viñas en vaso entre 50 y 150 años (prefiloxéricos). La bodega comercializa en torno a 750.000 botellas, de las que exporta un 30%, estando presentes en cerca de 30 países. En los últimos tiempos la bodega ha centrado sus esfuerzos en mantener los máximos estándares de calidad en la verdejo que embotella en distintas referencias que han sido ejemplo de buen hacer en Rueda.
Su último reto viene de la mano de la investigación , en un trabajo por devolver a la tierra su historia y orígenes, llevando a cabo una intensa labor de estudio de variedades autóctonas olvidadas que ha dado como resultado la recuperación de castas casi extinguidas. Son los casos de las tintas Verdejo Negro y la insólita Cenicienta —inicialmente sólo unas cuantas cepas en un barcillar de Verdejo plantado antes de 1863 en el Pago Saltamontes—, y de las blancas Malcorta —en realidad una variante singular de difícil vendimia que la bodega ya comercializa con gran éxito bajo esa referencia comercial—, la Castellana Blanca y la Prieto Picudo blanca.
El resultado son vinos especialmente singulares donde destaca el singular verdejo Malcorta y el Paraje de la Encina, elaborado con la variedad tinta bruñal. Además de los logros obtenidos por sus verdejos y sauvignon blanc, se suma el Dulce de Invierno, un vino goloso y único, fruto del mestizaje entre la uva verdejo y Gorda de moldavia. La bodega realiza visitas abiertas al público.