Diario de Castilla y León

El diapiro «perfecto» entre flores

El pueblo natal de Félix Rodríguez de la Fuente es el punto de partida ideal antes de adentrarse en lo que muchos llaman «el Jerte en pequeño»

La vista que ofrece la Plaza Nueva de Poza ya desvela la envidiable riqueza natural de su entorno. - SANTI OTERO

La vista que ofrece la Plaza Nueva de Poza ya desvela la envidiable riqueza natural de su entorno. - SANTI OTERO

Publicado por
Diego Santamaría

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Decía Félix Rodríguez de la Fuente de su querida Poza de la Sal que tenía tres cielos. El del pueblo, el de las salinas y el del páramo. Y estaba en lo cierto. Cualquiera que haya visitado esta insigne localidad burgalesa habrá reparado en ello de inmediato. Aunque esté nublado, llueva o truene. Basta una simple mirada, inolvidable desde el primer abrir y cerrar de ojos, para que el flechazo haga efecto. La Plaza Nueva, mirador ilustre con su eterno busto de Félix, muestra un horizonte único que abre la puerta al Valle de las Caderechas. Dos floraciones convergen en un radio lo suficientemente asequible para aprovechar el día al máximo. La de los almendros, con sus mejores galas hasta el pasado 23 de marzo; y la de los cerezos, pendiente de su espectacular apogeo a mediados de abril. 

A Pedro Padrones, gerente de la Oficina de Turismo de Poza, no le cabe duda alguna de que nos encontramos ante «el pueblo más completo de la provincia de Burgos» . Por «geología, historia y naturaleza». Con «tres paisajes diferentes», a tiro de piedra entre sí, a tan solo media hora de la capital y nunca lo bastante lejos de cualquier parte. La Bureba, Caderechas y el Páramo de Masa albergan árboles frutales que se cuidan con mimo, rutas de ensueño en coche o a pie y, cómo no, «el diapiro más perfecto de toda Europa». 

De repente, viajamos al pasado. Padrones se remonta al Triásico, hará unos 200 millones de años. Resulta que Poza tenía mar, el de Tetis para más señas. Y que su desaparición paulatina dejó un regalo mayúsculo a los habitantes de la futura villa. Las salinas acabarían convirtiéndose en un motor económico único. Tanto que el pueblo llegó a contar con 3.000 habitantes (en el último censo apenas constan 284) . «Había 2.000 eras y se producían 100.000 kilos de sal diarios» , detalla el gerente de la Oficina. Bendita barbaridad, milagroso fenómeno en un enclave privilegiado únicamente por su belleza. 

Da la sensación de que Félix no nació en Poza por casualidad. Como si el destino le hubiese preparado desde la cuna para ser lo que llegó a ser. Encima tuvo a bien venir al mundo un 14 de marzo, quizá para no perderse la floración de los almendros. Por eso su cumpleaños se celebra con mayor énfasis, a modo de agradecimiento. En estas fechas, el turismo suele repuntar para no perderse el estallido visual de los árboles. Curiosamente, 2021 fue el año que más gente vino. Curiosamente también, 365 días antes España se confinaba por el covid-19. 

Más allá de los almendros, Padrones reconoce que «nos interesa más el turismo fuera de Semana Santa y del verano». Son dos épocas en las que la población se dispara y lo ideal, bien lo sabe, es visitar la localidad cuando más vacía está. «Es realmente cuando más se disfruta del sabor del pueblo, del silencio, de la tranquilidad» . Colina arriba, en el castillo de los Rojas, ese cúmulo de sensaciones aumenta exponencialmente.  

Si algo se pretende desde la Oficina de Turismo, aparte de brindar la mejor información posible sobre los innumerables recursos de Poza y su entorno, es poner en valor la figura de su paisano más ilustre. «Qué mejor sitio para conocer su infancia libre y montaraz», sentencia Padrones antes de advertir una realidad tan triste como chocante: «la mayoría de niños burgaleses no saben quién es Félix Rodríguez de la Fuente».  

UN TROZO DE BORGOÑA 

Dejamos Poza atrás para adentrarnos, por carretera en dirección noreste, en el Valle de las Caderechas. A tiro de piedra está Salas de Bureba, el único municipio de la zona que supera los 20 habitantes en invierno. Por la zona ya se aprecian los primeros cerezos en flor, no demasiados. Dentro de poco, se espera la llegada de un montón de turistas dispuestos a deleitarse con este regalo de la naturaleza a gran escala. «El Jerte en pequeño», tal y como lo llama Padrones, se abre de par en par a través de un circuito de carreteras comarcales con paradas obligadas en cada pueblo. 

En busca de más cerezos teñidos de blanco, recalamos en Río-Quintanilla. Mejor preguntar que avanzar sin rumbo fijo. Allí, una familia de lo más amable nos confirma que la floración también es palpable en Herrera de Valdivielso . A 10 kilómetros en coche pasando Quintanaopio, ni siquiera es necesario acceder a la localidad para comprobar lo que ya se comentaba esta semana, con fotos de prueba, en las redes sociales. Allí están, a un lado de la carretera perfectamente visibles. Cerezos en flor, arte efímero en primera línea de campo, esperando que el resto de sus compañeros haga lo propio. 

Si todo va según lo previsto, si la climatología no hace de las suyas, Aguas Cándidas, Cantabrana, Hozabejas, Madrid de las Caderechas, Ojeda, Padrones de la Bureba, Quintanaopio, Río-Quintanilla y Rucandio se unirán a muy pronto a la fiesta. No faltarán, como siempre, todos aquellos ‘fotógrafos’ que, año tras año, registran en sus cámaras grandiosas galerías que animan a volver y, de paso, dejarse caer por la vecina y acogedora villa salinera. 

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