Los vinos heroicos de La Cabrera con DO Bierzo
Es enólogo, viticultor, sumiller y berciano de La Cabrera. Sus vinos salen al mercado en las franjas de los 24 euros. Se llaman De los Abuelos. Tienen un rosado de viñas centenarias, el tinto Saturno, de una viña de Borrenes de un buen amigo suyo, un godello de la viña Barreiros, mencías y vinos de paraje. Todos esos vinos proceden de cepas viejas y de una viticultura tan arriesgada que Nacho Álvarez ha logrado la certificación de “Viticultura heroica”. Y no es para menos. Las prácticas culturales y la vendimia casi hay que hacerlas con arneses. Todas las viñas, según su mentor, “se cultivan y vinifican bajo principios de agricultura ecológica, sin una certificación específica por ahora, pero con una clara convicción de cuidado de la tierra y el medioambiente”. Nacho creció profesionalmente en el grupo Jorge Ordóñez, lo que le permitió elaborar en siete zonas españolas. Se formó en la Escuela del Vino en Ponferrada y, tras diferentes cursos, remató con un máster en California. Nacho Álvarez es, ante todo, el nieto de Floripes y de Guillermo. Su niñez se la pasó correteando sobre suelos negros de pizarra y verdes laderas que, en aquel entonces, conservaban viñas a pesar de la minería en Puente Domingo Flórez, la esquina sur de la Denominación de Origen Bierzo y dentro del paraguas geográfico del Consejo Comarcal en León. Allí el río Cabrera desemboca en el Sil. Pasó el tiempo, se hizo mayor y enólogo, y un día se acordó de la viña de Barreiros, la de sus abuelos. Apenas mil cepas y en pendiente de vértigo. Ahí estaban esperándole, palpitando, con pulso, y activo su ciclo vegetativo. Milagrosamente no se habían arrancado. En la vendimia de 2015 se hizo con esa viña. Menos de una hectárea. Era como si estuviese esperando al nieto de Floripes, que en esos momentos y a pesar de su juventud (nació en el 82), ganaba medallas, premios y reconocimientos por todo el mundo elaborando vinos. Eso solo fue el principio. En la añada de 2018, Nacho se lía la manta a la cabeza y busca y rebusca por el entorno viñas viejas en laderas y en pendientes casi imposibles. Las encuentra. Y es en ese momento cuando deja todo lo que tenía entre manos profesionales, fama, éxitos, reconocimientos internacionales y las numerosas bodegas que asesoraba y toma el Camino de Santiago de Invierno, cruza Las Médulas y decide elaborar, fermentar, criar vinos y cultivar viñas en su pueblo, Puente Domingo Flórez, la tierra culta donde algunos hablan todavía el cabreirés. La misma que describió magistralmente Ramón Carnicer. En esa campaña de 2018 ya tenía en propiedad unas veinte parcelas que, sumadas, no pasaban de 3 hectáreas. Las naves ya estaban quemadas. Ya solo cultivaba y elaboraba para él mismo. En esta añada del 2023, Nacho Álvarez cuenta con 33 parcelas (majuelos) y un total de cinco hectáreas. La mitad, en Puente Domingo Flórez, y el resto, en Borrenes, San Pedro de Trones y San Juan. Produce alrededor de 18.000 botellas al año, de las que exporta el 60%. Nacho es de los pocos enólogos españoles que ha estrechado su mano con la de Robert Parker y ha logrado, de su cotizada opinión, muchos puntos de esos que llevan su nombre y pasan de los 90. Y un interesante apunte: en la añada del 2016, el aparato editorial del abogado estadounidense que sentó jurisprudencia en la crítica de vinos mundial le destacó al joven berciano como enólogo revelación del planeta. Y es que el gurú americano, al que siempre le deberemos su bendita obsesión por nuestros polifenoles y los vinos españoles del noroeste y del Duero, también marcó las modas, adelantó tendencias y resucitó castas y cepajes. De ahí que se fijara en la uva godello y, precisamente, en un blanco varietal que elaboraba el joven Nacho. Se llamaba Avancia y era de la añada del 2014. Hoy su terroir es El Bierzo, donde sigue cosechando éxitos con sus catas de godello y mencía de viñas viejas y heroicas.