BODEGA POMAR (BURGOS)
Estreno oficial como ecológica
La familia bodeguera proyecta una obra de ampliación para duplicar la producción de la bodega en Valdezate
Su compromiso con el Medio Ambiente no es nuevo pero tras años trabajando sin herbicidas, la bodega Pomar de Burgos ha dado el paso y ya es oficialmente una bodega ecológica. «Es un paso importante que queríamos dar porque responde a una filosofía que nos ha acompañado siempre», aseguran Miguel Ángel Pomar Requejo y su hijo, Gonzalo.
Con orígenes gallegos, esta familia cambió el trabajo en la cantera, donde extraía piedras para la construcción de iglesias y palacios, por el campo y la viña. «Ya mis abuelos, tanto por parte de mi padre como de mi madre tenían viñas. Siempre ha sido nuestro mundo», recuerda Miguel Ángel.
Su sueño de tener una bodega propia en la Ribera del Duero se materializó en el término burgalés de Valdezate en el año 1999. Ahí trabaja codo con codo con su hijo Gonzalo, aunque también cuenta con el apoyo de sus otros dos hijos: Adrián, desde Aranda de Duero y Rubén, desde Francia. «Rubén es enólogo y trabaja en un Château de Burdeos», apunta Gonzalo.
De hecho, Francia está muy presente en todo el proceso, desde el enólogo que les asesora hasta las barricas, cien por cien roble francés y fabricadas por tonelerías francesas.
Su interés por la naturaleza se extiende también a la historia y las tradiciones. Por ello, tienen el 80% de la bodega subterránea más profunda de Valdezate y dos lagares que quieren restaurar. «Es un legado histórico que hay que preservar», subraya a sabiendas de la dificultad de recuperar estos espacios. «La administración debería dar ayudas a este tipo de proyectos», apremia Miguel Ángel.
Aunque ya están certificados en Ecológico, el proceso se inicia formalmente hace cuatro años. «La transición de un viñedo tradicional a uno ecológico no es fácil, pero en nuestro caso, como nunca hemos utilizado fertilizantes ni nada, ha sido relativamente sencillo».
Lo saben: apostar por lo ecológico supone un esfuerzo extra a pie de campo y mayor riesgo ante las amenazas criptogámicas, pero también es una garantía de calidad, un compromiso con el Medio Ambiente y con el medio rural, porque «la no utilización de productos químicos se compensa con trabajo de campo como el ventilado de las uvas y eso es mano de obra que se contrata a mayores». «Todo eso hay que valorarlo y pagarlo», defiende.
Por el momento elaboran el 50 por ciento de una producción que sale de las más de 50 hectáreas que tienen repartidas entre los municipios de Valdezate, Haza, Fuentelisendo, Fuentecén y San Martín de Rubiales. Su objetivo es duplicar la producción y utilizar toda su uva. «Estamos proyectando una obra de ampliación que incluirá una nave de barricas, una sala de catas para fomentar el enoturismo y la reorganización de la actual sala de elaboración para duplicar la producción».
A la hora de vender, su principal plaza está en Madrid y en el mercado nacional aunque también exportan a Japón, Suiza y Francia, pero lo cierto, es que son vinos que se valoran sobre todo en Europa. «En España cuesta más que la gente valore el vino ecológico y es una pena porque en este país se hacen vinos de muy alta calidad pero no terminamos de creérnoslo», lamenta.
Del viñedo llegan a la mesa seis propuestas: Maestro Elías, el vino más top, con el que rinden homenaje al abuelo de Miguel Ángel; Pomar de Burgos Reserva, que solo sale las mejores cosechas y los Crianzas y Robles que se desdoblan con Quinta de Baco y Pomar de Burgos. «Es el mismo vino pero con una estética distinta, uno más moderno y otro más tradicional», puntualiza Gonzalo.
A la hora de hablar de precios hay que tener en cuenta que la horquilla va desde los 6 euros que cuesta el Roble (en bodega) a los 20 euros el Crianza y los 50 euros del Maestro Elías.
¿Cómo son estos vinos? Según explica Miguel Ángel, responden a la tierra y a la variedad Tempranillo. «Luego tienen un matiz diferenciador porque a la hora de plantar seleccionamos los clones de las mejores cepas de mis abuelos y eso se nota en nariz, en finura. Además la tonelería francesa da sutileza y elegancia, sin restar complejidad. También tienen la particularidad de que son vinos que aguantan muy bien la guarda», destaca.