Dehesa, la saga del vino
DEHESA DE LOS CANÓNIGOS (Pesquera de Duero, Valladolid) Luis Sanz Busto es toda una leyenda en torno al vino de la Ribera del Duero. A sus 82 años vive el momento dorado de la mítica Dehesa de los Canónigos que dirigen sus hijos Belén e Iván
Dicen que las mejores historias nacen de una muestra de amor, de una especie de gesta, misión o tributo como la que realizó Luis Sanz Busto, fundador y alma de Dehesa de los Canónigos, hacia su mujer Mª Luz Cid hace más de medio siglo. Contaba con tan solo 26 años cuando se hizo cargo de la explotación agrícola de la familia Cid, cumpliendo con la petición de su suegro, Arturo Cid, de hacerse cargo de las últimas tareas de recolección de la finca familiar que había pertenecido a sus ancestros desde 1931. El destino tenía aires de despedida, pues estaba abocada a cambiar de manos definitivamente. Pero el capricho o cabezonería del patriarca del clan hizo que se convirtiera en lo que es hoy, una de las firmas con mayor prestigio de la ‘milla de oro’ de la Ribera del Duero.
Desde que en 1967 Luis Sanz tomara las riendas de Dehesa de los Canónigos, la evolución de la bodega emplazada en Pesquera de Duero ha sido imparable. Hoy es testimonio vivo del devenir de la bodega familiar que comenzó vendiendo uva a bodegas legendarias como Vega Sicilia. Si por aquel entonces producía hasta 3.000 toneladas de remolacha y transportaba la uva en barcazas a Vega Sicilia de una orilla del río a otra, en la actualidad elabora 250.000 botellas con etiquetas tan conocidas como ‘Dehesa de los Canónigos’ o ‘Solideo’.
Nada de ello se entendería sin esas casualidades del destino que hicieron que, tras una larga convalecencia decidiera embarcarse en la aventura de su vida, el sueño por recuperar ‘La Dehesa’, la bodega perteneciente a la familia de su mujer. «Mi madre siempre tuvo un cariño especial a Dehesa por la infancia vivida en la finca y gracias a ese arraigo hizo que mi padre quisiera mantenerla dentro de la familia», rememora Belén Sanz, hija y enóloga de la bodega.
Lleva veintidós añadas en Dehesa de los Canónigos. Su infancia está ligada a los recuerdos del campo. Un amor que le han inculcado sus padres y que en la actualidad mantiene con la misma pasión. Ha heredado los valores del esfuerzo y del trabajo que le transmitió su padre. Puede presumir de haber mantenido el listón bien alto, habiendo sido una de las primeras enólogas de España, tras pasar por la Escuela de Requena (Valencia) y la Universidad de Burdeos. LUIS SANZ, EL VISIONARIO
Luis Sanz nació en 1940 en el término vallisoletano de Camporredondo pero su instinto le marcó el camino de liderar una de las bodegas con más solera, dejando atrás el oficio de médico. «Le costó mucho dejar la Medicina ya que nuestro padre siente mucha vocación por la profesión», recuerda su hijo Iván, director general de la empresa, recién llegado de un acto en Madrid.
Amigos de la talla de Mariano García, que por aquel entonces ejercía como enólogo de Vega Sicilia y Antonio Sanz (de Palacio de Bornos), le ayudaron a dar el paso. «Mi padre hizo una gran amistad con los actuales propietarios de Vega Sicilia que fue creciendo con el paso de los años. Mariano le elaboró unas barricas de vino con uva de la finca a nivel particular, para casa y para los amigos. Fue ahí donde vio todo su potencial y le animó a elaborar para comercializar», explica Belén.
Siguiendo sus recomendaciones Luis Sanz apostó por recuperar viñedo viejo mientras otros lo arrancaban. A sus 82 años puede decirse que ha visto cumplido el sueño de elaborar unos vinos de la máxima calidad y que dos de sus cuatro hijos hayan mantenido intacto el legado, el de preservar viñedos con el mismo mimo y cuidado. «Mi hermano Iván y yo heredamos de nuestro padre y nuestro abuelo la afición por la agricultura y viticultura, y llevamos con gran entusiasmo el peso de esta empresa. Ambos unidos y diferenciando nuestras obligaciones, yo como Directora Técnica e Iván con la viticultura y comercialización de los vinos, nos encargamos de que este gran proyecto por el que apostó mi padre siga manteniendo vivos unos vinos en los que la calidad prevalece por encima de todo», subraya Belén.
La pasión por la viña la llevan tanto Belén como Iván en el ADN. A ellos les ha dado la libertad de seguir el camino emprendido por él aunque sigue de cerca los pasos que van dando. «Mis padres viven en la bodega y mi padre no puede evitar acercarse cada día a ver cómo está el viñedo, nos pregunta, le encanta ver de cerca la evolución de los vinos. Lo lleva en la sangre», subrayan.
La bodega atraviesa un momento dorado de madurez y consolidación. El relevo generacional emprendido por sus hijos les está aportando el orgullo y satisfacción de mantener el proyecto con la misma filosofía y esencia que en sus orígenes, el de elaborar vinos con personalidad que emocionaran.
El terruño que rodea la finca de Dehesa de los Canónigos está dotado de un don o ángel especial. Su dos siglos de historia lo convierten en uno de las más respetados de la Ribera. Los viñedos, que se esparcen sobre una ladera a 800 metros de altitud, pertenecieron en sus orígenes al clero. Fue en su día el histórico ‘Coto Redondo’, propiedad de Cabildo catedralicio y sus 22 canónigos. Unas tierras tocadas por la mano divina que conviven con los de Vega Sicilia, lo que le aporta un halo de magia o misticismo especial.
La singular arquitectura de su bodega, que sigue a rajatabla la estética de un caserío, delata sus raíces vascas ancladas en manos de la familia Lecanda. Tras la desamortización de Mendizábal fue adquirida en 1842 por Toribio Lecanda siendo la primera finca en plantar vid en la repoblación del Duero tras la llegada de la filoxera en el siglo XVIII, empleando plantas procedentes del valle de Napa (California) utilizadas como patrón e injertadas con viníferas traídas de Francia. En 1859 pasa a manos de su hijo Teodosio, un reconocido arquitecto que construyó su casa a imagen y semejanza de un caserío vasco en honor a sus raíces.
El edificio fue rehabilitado, manteniendo la construcción original de mediados de s.XIX que se ha convertido en todo un icono. En 1988 arrancó con su primera añada pero las lluvias caídas por aquel entonces obligaron a tener que esperar a 1989 para lanzar al mercado la primera cosecha con gran aceptación por parte del público. «La personalidad de nuestros vinos nace en 1989 del amor por la tierra y las uvas y del cuidado minucioso de su calidad, otorgándoles un carácter señorial con personalidad propia», afirma Belén. VITICULTURA ECOLÓGICA
Llevan a rajatabla el sabio consejo que les ha inoculado su padre que recuerda que un buen vino se hace en las uvas antes que cubas. Para ello mantienen intacta la filosofía de respetar al máximo la viticultura para elaborar vinos de más alta calidad con uva propia y una producción limitada. Están certificados en Viticultura Ecológica para sus 60 hectáreas de viñedo propio, reafirmando el compromiso de la Familia Sanz Cid con la calidad, la sostenibilidad ambiental y la preservación de ecosistemas de la finca.
El terroir de Dehesa de los Canónigos es un rompecabezas de distintos tipos de suelos, lo que permite jugar con varios clones de uva. Cuidan hasta el extremo de la materia prima. Cada una de las parcelas se vendimia y vinifica por separado para conseguir la máxima expresión de cada una de ellas, con sus peculiaridades y características diferenciadas. Emplean levaduras naturales del propio viñedo a una temperatura controlada y la fermentación alcohólica se lleva a cabo en barricas de roble americano «Mi hermano Iván es quien lleva la parte de viñedo y está profundizando cada vez más en lo que buscamos, que es el equilibrio entre el suelo y la cepa, conocer lo que la tierra te pide: qué patrones, qué marco y densidad de plantación, de hojas, de racimos…», sostiene. NUEVAS VARIEDADES
Belén ha dejado su impronta con otras variedades que enriquecen el terruño como el cabernet sauvignon que descubrió en su etapa bordelesa, o la merlot que introdujo como consejo de uno de sus mentores, Tomás Postigo. También ha apostado por la albillo mayor para elaborar un monovarietal con el que homenajean su infancia.
APUESTA POR EL ENOTURISMO
El enoturismo se ha convertido en una apuesta firme para los hermanos Sanz, con eventos enfocados a maridar gastronomía y vino. «Tenemos una tierra cargada de cultura y patrimonio artístico y eso hay que ponerlo en valor», señala convencido Iván.
La historia de Dehesa de los Canónigos es la historia de una saga que espera transmitir los valores, ilusión y conocimiento a la quinta generación para que mantenga vivo el legado familiar sobre el que descansa el futuro de la bodega. UN CHÂTEAUX CON AIRES VASCOS
Luis Sanz tomó las riendas de la explotación agrícola que pertenecía a la familia de su mujer desde 1931, cuando tan solo contaba con 26 años, dejando atrás su vocación por el oficio de médico. Siguiendo su instinto y los consejos de otros enólogos de prestigio como Mariano García y Antonio Sanz, decidió elaborar sus propios vinos (hasta entonces vendían uva a la mítica Vega Sicilia). Desde entonces la filosofía de la bodega ha apostado por el cuidado extremo de sus 60 hectáreas de viñedo propio formado por distintos tipos de suelos y de uva (tempranillo, cabernet sauvingnon, merlot y albillo mayor).
Luis ha inculcado a sus hijos, Belén e Iván, la máxima de que «antes viñas que cubas», llevando a cabo una viticultura ecológica. Vinifican por parcelas para conseguir la máxima expresión de cada una de ellas. Emplean levaduras naturales del propio viñedo a una temperatura controlada y la fermentación alcohólica se lleva a cabo en barricas de roble americano. Elaboran en torno a 250.000 botellas al año con etiquetas tan emblemáticas como ‘Solideo’. Su hija Belén le dedicó una botella especial, el ‘Gran Reserva Luis Sanz Busto’ que solo se elabora en añadas excepcionales. La bodega vive un excelente momento con el reto de impulsar el enoturismo en la Ribera del Duero como punta de lanza.