Diario de Castilla y León

El capricho calizo del río Pilde

HOZ DE ORILLARES (SORIA) La Hoz de Orillares, en Soria pero muy cerca de Burgos, exhibe millones de años de erosión con caprichosas cuevas y arcos

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Publicado por
Antonio Carrillo

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El Cañón del Río Lobos, entre Burgos y Soria, es uno de los espacios naturales más visitados de toda Castilla y León. Suele situarse como la segunda casa del parque con más turistas y en algunos años ha rebasado las 300.000 personas. Pero a menos de 10 kilómetros en línea recta, quizás eclipsado por el gigante del Lobos, aparece otro capricho esculpido por el agua en roca caliza. Todavía conserva el encanto de lo desconocido. 

Es la Hoz de Orillares o el Cañón del Río Pilde, un pequeño desfiladero visitable a pie en el que el caudal no sólo ha modelado muros. Las cuevas y arcos se suceden a distintas alturas, con varias de ellas a pie del camino y por tanto marco incomparable para fotografiar, adentrarse o simplemente disfrutar de su abrigo. 

Para llegar hasta allí el mejor recorrido parte de la propia localidad de Orillares, un pequeño pueblo perteneciente al municipio de Espeja de San Marcelino, muy cerca del límite con la provincia de Burgos. La ruta se puede iniciar desde el viejo lavadero hasta tomar un camino de tierra clara que se convertirá en el hilo conductor.

Conforme se avanza, los muros de caliza van flanqueando el camino y la vegetación de ribera rompe con los pinares que envuelven parte del término municipal. Las primeras cuevas, en alto, aparecen ante la vista en ocasiones con espectaculares moradores. Y es que como en el vecino Río Lobos, los buitres encuentran un hábitat idóneo, al que en este caso se suma una enorme tranquilidad al ser una zona menos transitada.

El río Pilde serpentea tranquilo –con apenas alguna pequeño salto– y con un caudal muy pequeño, lo que hace aún más sorprendente su creación. Conforme se avanza comienzan a parecer caprichosas cuevas y arcos a ras de suelo. Lejos de la imagen tétrica que pueden dar las cuevas, estas tienen grades aperturas, poca profundidad y la visita de la luz del sol. Muchas de ellas se pueden visitar a pie, aunque en determinados momentos hay que tener mucho cuidado y buenas botas, porque habrá que cruzar el río. También aparecen túneles y columnas ejecutados durante millones de años.

Una de las singularidades de la Hoz de Orillares es que cada visita es distinta. Dependiendo de la estación y las precipitaciones puede ser desde una curiosa formación kárstica muy accesible hasta un ejemplo vivo y en movimiento de la fuerza de la naturaleza. En todo caso se trata de una ruta sencilla, sin mucha señalización pero que cualquier vecino conoce y disfruta.

Entre sus partes más reconocibles están una suerte de ‘arcos’ a modo de románico porticado que permiten pasear por su interior, en el corazón de la montaña, mientras el Pilde arrulla con su agua. Esta especie de ‘porche’ lítico diferencia a la Hoz de Pilde de otros cañones y su facilidad para acceder lo convierte en un gran destino en familia.

Y al final del recorrido, premio. Una pequeña zona de descanso permite reponer fuerzas, repasar las fotografías (aunque seguro que a la vuelta hay nuevos detalles que descubrir) y ver un antiguo molino. El humilde río Pilde no sólo dejó su huella paisajística antes de que surgiesen los humanos, también ha sido fuerza motriz para sus quehaceres diarios.

Más allá de estos atractivos, la zona está poco poblada pero llena de rincones por descubrir. Los alojamientos rurales, los restaurantes destacados en pocos kilómetros a la redonda o la combinación de paisajes –está muy cerca tanto de Pinares como de zonas de la DOP Ribera del Duero– hacen que merezca la pena quedarse un rato o unos días más tras ver la hoz.

Por ejemplo, muy cerca se encuentra el palacio de Alcubilla de Avellaneda, hoy con servicio de restaurante y una majestuosidad que no pasa de moda. Las evocadoras ruinas del convento de San Jerónimo, en Espeja de San Marcelino, no corrieron la misma suerte y no pudieron rescatarse a tiempo. Aún así son un buen lugar para reflexionar sobre el destino de parte del patrimonio de Castilla y León.

A apenas tres kilómetros en línea recta, un poco más por carretera, quien haya acudido atraído por la geología tiene otra cita indispensable con la Torca de Fuencaliente. Se trata de una sima de la cual se dice que se desconoce el fondo y que hiende la tierra de forma espectacular. Eso sí, no hay vallado y por tanto es recomendable tanto extremar la prudencia como viajar sin niños o tenerlos controlados en todo momento.

Y, claro está, el Cañón del Río Lobos cierra la lista de visitas obligadas por la zona. Poco se puede añadir a lo glosado de este espectáculo de caliza y templarios, de misterio y buitres. En esta zona la tierra es caprichosa y Orillares, una magnífica excusa para acercarse y descubrir.

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