Mucho más que la élite del torrezno
CASA AUGUSTO ARRANZ (SORIA) Micología, escabechados, cangrejos, trufa y más de medio siglo de trayectoria avalan el trabajo de los hermanos Arranz
Casa Augusto Arranz es sinónimo de torrezno para todo el planeta gastronómico. Fernando Arranz, su titular, suma premios en el concurso El Mejor Torrezno del Mundo de 2019 y 2020 y se ha convertido en un lugar de peregrinación desde otras provincias. Pero en este coqueto restaurante de la plaza Mayor de Soria hay mucho más. Empezando, sin ir más lejos, por más de medio siglo de trayectoria.
«Esto se fundó en 1939 con el señor Augusto, el de las barcas» a escasos metros del monasterio de San Juan de Duero. «Nosotros llevamos tres años aquí, lo que pasa es que en hostelería llevamos más de 50 años. Hemos llevado muchos tipos de negocios» comenzando con «el bar Castilla y en Toledillo, con el Mesón el Molinero que aún sigue en activo», repasa Fernando Arranz.
Esa trayectoria es uno de sus sellos. «Estamos muy contentos porque gracias a Dios nos sigue mucha gente de fuera y también de Soria. La gente se ha volcado con nuestros productos como el torrezno, la micología, los escabechados... Normalmente es una cocina tradicional, castellana, y siempre procuramos meter micología –que se nos da muy bien–, el tema de los cangrejos e infinidad de tapas micológicas o de trufas». En resumen, un catálogo de los productos más aplaudidos de la gastronomía soriana.
A ello suman también «buenos pescados, porque a la gente de Soria le gusta. A lo mejor la gente de fuera prefiere el cordero asado, el cabrito, el cochinillo, ese tipo de carnes. Pero al público soriano cuando sale le gusta un buen pescado».
Y con esos mimbres tejen elaboraciones con sabores de siempre y destellos de alta cocina. «Estamos haciendo ahora unas ensaladas de anguila, anchoa y aguacate que a la gente le encanta. Pero hay otro plato estrella que es el huevo, patata, crema de boletus con foie y trufa rallada. Ese plato, espectacular», resume Arranz en el comedor.
Ello les ha llevado a que «cada día venga más gente de fuera y les encante. La gente ya viene más de un día y el que viene en el día dice que ‘tenemos que volver’. La sensación que tenemos es muy buena en cuanto a la gente de fuera» con la cocina soriana como uno de los puntales. MAESTROS ‘TORREZNEROS’
Pero claro, entre las paredes de Casa Augusto Arranz hay que hablar de el gran imán de turistas, el torrezno, y de cómo lo han elevado a arte. «En 2019 nos quedamos los primeros de Soria, fuimos (a la final de) El Burgo y nos quedamos los segundos. Pero en 2020 rompimos con todo tipo de pronóstico. Presentamos tres restaurantes de nuestra propiedad –Casa Garrido, Restaurante Piscis y Casa Augusto Arranz– y ganamos primero, segundo y tercer premio en Soria. Y luego en El Burgo de Osma quedamos los primeros».
A ello se suma que «también vinieron el año pasado los Reyes y les impresionaron las torres que teníamos de torreznos. Incluso salió en revistas del corazón y son muy famosos. Ahora, aparte de tener fama con El Mejor Torrezno del Mundo viene mucha gente porque estuvieron aquí los Reyes a ver los torreznos». Reconoce que en Soria muchos establecimientos hacen estupendos torreznos, pero el visitante «cuando prueba el nuestro se queda asombrado».
Eso ha atraído a personas «de todos los sitios de la geografía española, pero ha venido gente de Australia, mexicanos, ingleses, franceses...». Entre las recomendaciones de Fernando Arranz no falta «el cabrito frito, que es un plato estrella que nadie lo hace igual. Y el cochinillo frito. Son dos platos que a mi me gustan mucho. En otras ciudades no se hacen. En otros sitios se hace el cabrito y el cochinillo asado. Pero aquí, cuando a la gente le hablas de que lo hacemos frito se queda extrañado. Luego, cuando lo come, dice ‘joer, qué bueno está esto’».
Sin salir de las carnes, hay un método de elaboración soriano del que los Arranz han hecho bandera. «Como especialidad desde hace más de 50 años, que nos enseñaron nuestros padres, los escabechados. Es un plato muy típico de nuestra casa y tampoco lo hacen en muchos sitios. Mucha gente no sabe ni lo que es. Imagínate que un día, unos ingleses nos devolvieron el plato porque no les gustaba, porque estaba frío. Les dijimos que esto no se debe calentar. Se pueden templar, pero se come así. Estos hombres nunca habían comido algo así», recuerda entre risas.
Pero los recuerdos quedan ahí, y a Fernando Arranz le queda cuerda para rato. «Había pensado en jubilarme, pero... es que me gusta. Me gusta venir aquí, estar con mi hermano que tiene algún año menos y encontrarme a gusto atendiendo a los clientes y hablando con ellos. Viene gente de toda la geografía y es lo bonito, hablar con todos los clientes. Siempre encuentras lazos que unen». ¿Se ve como un hostelero de pura raza? «Sí, a tope». Los resultados le dan la razón.