Un humedal por tiempo limitado
La laguna de Hinojosa de la Sierra brota algunos años como refugio para aves y atractivo efímero para una zona de naturaleza virgen
La belleza de los espacios naturales de Castilla y León parece eterna, vestigio de un pasado no muy distinto a su aspecto actual. Las eternas Hoces del Duratón, Los Arribes del padre Duero o incluso Las Médulas, modeladas hace dos milenios, permanecen impertérritas ante el paso del tiempo. Pero algunas joyas medioambientales cambian de un mes para otro, aparecen, desaparecen, pasan años ocultos y un día rebrotan con fuerza.
Es el caso de la Laguna de la Serna, en Hinojosa de la Sierra (Soria), una de las zonas de observación de aves más valiosas de la Comunidad. En verano, otoño y parte del invierno sólo hay pastos bajo los bucólicos restos del castillo y el aún esplendoroso palacio de los Hurtado de Mendoza, erigido junto al Duero a finales del siglo XVI.
Los últimos compases del invierno y la primavera hacen que las aguas del Duero bajen con más fuerza –los desembalses desde la cercana presa de Cuerda del Pozo también ayudan– y que donde había vacas, haya cerca de dos kilómetros de costa. No ocurre todos los años y su estacionalidad hace que durante buena parte del año nada haga sospechar de sus explosión de vida acuática, pero precisamente este mes de marzo y seguramente abril brinden una oportunidad única para su disfrute.
Este espacio cumple ahora dos décadas desde que se apostó por su protección. En abril de 2001 entró en el Catálogo Regional de Zonas Húmedas de Interés Especial de la Junta de Castilla y León. Incluso se analizaron distintas alternativas para intentar garantizar un suministro de agua más estable y convertirla en una laguna perenne. Aún mantiene su carácter efímero y voluble, pero el ser humano echó una mano para ayudar a su conservación en parte gracias a un amplio trabajo de la fundación Soriactiva.
El espacio ha tenido tradicionalmente un uso ganadero. Para poder compatibilizarlo con el turismo ornitológico y mantener la laguna de la Serna viva, se recurrió a una aerobomba que ayuda en cierta medida a la impulsión de las aguas desde un pozo cercano. Así, hay más posibilidades de que un año cualquiera las aves migratorias hagan parada y fonda a orillas del Duero.
Estas intervenciones no son cosa nueva. Los restos de desagües y canalizaciones , posiblemente del siglo XVIII, evidencian que este aliviadero natural del río siempre ha tenido cierto valor para los humanos. La riqueza de los pastos que crecen cuando el agua desaparece es algo que, aún hoy, decenas de vacas aprovechan para mantener la economía local. Una sinergia con la naturaleza muy anterior a que se conociese el concepto de ecología, aunque ahora se busque la convivencia cuando antes se pretendía que el Duero no ahogase la pradera.
En total, el paraje de La Serna cuenta con 45 hectáreas, y el año que la laguna 'decide' asomar ocupa casi diez de ellas. En sus aguas se refleja la silueta de hidalgo viejo de Hinojosa si las cigüeñas, garzas o ánades deciden agitarlas con sus picos en busca de sabrosos insectos y anfibios.
Y es que su belleza no es sólo paisajística. Decenas de especies de aves aprovechan las aguas para descansar durante sus migraciones o para encontrar alimento fácil, mientras en las montañas circundantes la nieve recuerda que este tipo de oasis no abunda en las duras tierras del este de Castilla y León, todavía por encima de los 1.100 metros de altitud sobre el nivel del mar y cauce montañoso para los fríos vientos del norte.
Todo ello hizo que a principios de este siglo XXI se apostase por construir un observatorio de aves, señalizado desde la carretera y configurado para un turismo ornitológico. Los paneles recuerdan que esta efímera laguna forma parte de la Red de Espacios Naturales de Castilla y León y no es por casualidad. Las elegantes espátulas, las culebras de agua, diversas especies protegidas de sapos (que no obstante sufren con los atropellos de la carretera que bordea la laguna) o las esquivas musarañas y tritones jaspeados dan testimonio de que, aunque intermitente, el humedal está muy vivo.
No obstante, la laguna de La Serna no es un ente aislado. Es simplemente una joya más del corredor del río Cintora, que articula algunas de las localidades con más sabor de toda la provincia de Soria, así como la Laguna del Royo, esta con un carácter más estable pero igualmente interesante.
En esta ocasión es un humilde manantial quien le brinda el agua, pero a diferencia del caso de Hinojosa permite que sea estable durante todo el año. La zona es muy abundante en especies cinegéticas, pero en este caso las orillas carecen en buena medida de vegetación, lo que limita las especies observables. A pesar de ello, su ubicación entre montañas hace que algunas aves aprovechen sus aguas para alimentarse, descansar y brindar una buena oportunidad para su observación directa.
Así, en una humilde masa de agua que no llega al kilómetro de costa, recalan especies como las garzas –de nuevo encuentran una ‘estación de servicio’ a su media— los aguiluchos laguneros, los siempre bellos ánades o lavanderas. Por supuesto, las cigüeñas están muy presentes. En El Royo o en el castillo de Hinojosa es fácil verlas criar, coronando los sobrios monumentos de estas tierras cuasi suizas por aspecto. Y este tipo de lagunas siempre ayuda a llenar el estómago de forma mucho más grata que los vertederos, donde recalan en ocasiones cuando eligen las grandes ciudades.
Los humanos pueden seguir su ejemplo. Los pueblos y espacios naturales que acompañan a estas dos lagunas permiten disfrutar de la naturaleza en estado pro y de forma activa. Quizás no se vean los espectaculares cañones, cortados o cascadas de otras zonas, pero la oferta turística, la tranquilidad y ese aire alpino conforman un pequeño paraíso más allá del turismo ornitológico. Turismo activo y natural
Por ejemplo, a escasos kilómetros se abre el monte Valonsadero, aun perteneciente a la capital y mallado por una amplia red de caminos para la práctica del ciclismo de montaña. Caminos hay muchos, claro, pero no todos están homologados por la Asociación Internacional de Bicicletas de Montaña (IMBA) como dos de las muchas de este monte. Y si se quieren recuperar fuerzas, los lomos, huevos y torreznos de la Casa del Guarda permiten hacerlo en plena naturaleza.
Si la afición no son los pedales, siempre se pueden aprovechar decenas de rutas (de las fuentes, de pinturas rupestres...) para practicar el senderismo. Quien prefiera por su parte echar unos lances con la caña de pescar, también puede hacerlo en la zona y con algunos de los tramos más bellos del Duero.
La propia Hinojosa de la Sierra atesora a escasos metros de la laguna un coto de pesca, al igual que el vecino Langosto. No hay pescador soriano que no los conozca, pero su fama va mucho más allá y es frecuente que pidan pase pescadores de otras provincias de Castilla y León e incluso de otras Comunidades. A apenas cinco kilómetros también hay un campo de golf en el que los robles y la silueta del Pico Frentes acompañan a sus 18 hoyos y zonas de práctica.
También la caza es abundante en la zona y de hecho no es difícil que durante las rutas algún corzo despistado pase bien cerca. Ciervos y jabalíes también campan en los montes que abrazan la vega del Cintora. Quien prefiera no disparar un sólo tiro pero sí quiera probar el sabor de lo salvaje, cuenta desde hace más de tres décadas con un referente en toda España, el restaurante Cintora de El Royo.
Sus jornadas de la caza han atraído a cazadores y gastrónomos de toda España gracias a unas carnes con controles sanitarios, pero sin más alimento y medicación que la naturaleza en estado puro. Venados, jabalíes, gamos, la perdices, faisanes, conejos o liebres desfilan elaborados con métodos tradicionales.
También se mira al ingrediente puro y al pasado en otras muchas iniciativas gastronómicas de la zona. Embutidos, mieles, frutos rojos o la cercanía del Valle de la Mantequilla hacen que observar aves o anfibios sea un placer, pero el antes y el después no se queden a la zaga.
Las construcciones pétreas de Derroñadas y su antiguo colegio, capaz de rivalizar en belleza con muchos palacios declarados como tal; las praderas jalonadas de picos nevados; la arquitectura tradicional de la zona con esquinas de sillares y fachadas encaladas; o, simplemente, el sonido de una naturaleza bulliciosa y relajante a la par, completan el atractivo de esta Vega del Cintora.