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DE VINOS | BODEGA HEREDAD DE URUEÑA

Los vinos de Heredad

Moisés Gamazo en primer plano, seguido de Esther Pérez, Jesús Herranz y Víctor en el viñedo que está delante de la fachada de la bodega.

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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La bodega navega cargada de color y fruta como la barca de Paradiso, que etiqueta el Cabernet Sauvignon de su tinto Exuberantya. Viñas y lagar están situados abajo, en el llano, bajo la imponente estampa de la villa murada. Ha entrado en el destino turístico. «¿Aquello es una bodega? ¿Son viñas?», se pregunta el turista cuando contempla la panorámica desde la torre del Canto en el paño oeste de la muralla. El más próximo le contesta: «pues sí, bodega y moderna y tienes sus vinos en la librería Alcaraván y en el Mesón de la Villa, en la plaza».

En el lagar de Heredad de Urueña entraron hace pocos días los últimos racimos de la vendimia del 19. Hace muchas décadas que desapareció la vendimia tradicional en la villa y su alfoz. Las últimas uvas pudieron ser las de Alejandro Vallecillo, allá por los 80. Lo demás se descepó en los 60 y la filoxera ya se encargó del exterminio vitícola a finales del XIX. Por eso es tan importante la existencia de esta bodega en el siglo XXI, en este punto de la Tierra de Campos vallisoletana a unas leguas de los bacillares de la DO Toro y a pocos kilómetros de la Ribera del Cea, hoy, DO León.

Todo empezó con una visita de José Luis Rodríguez a Urueña, la plaza que un día tomara armado de instrumentos y sabiduría Joaquín Díaz para la guerra de la cultura y en la que sigue ganando batallas desde la Fundación que lleva su nombre. El periodista berciano -de Bembibre- venía acompañado de Amancio Prada, de Dehesas. La magia de Urueña y la amistad con el folclorista les atrapó y ambos «abrieron casa» a extramuros. El poeta que canta edificó al lado del románico lombardo- de ahí el guiño de su amigo con el tinto La Anunciada- y José Luis, que es uno de los periodistas con más sobrecarga de oficio y trayectoria, se armó de valor y romanticismo y construyó casa y bodega abajo en el llano. A partir de ahí, comienza la inversión y el consejo de los Lurton, Michel Rolland, Marcelo Casazza y un buen racimo de agrónomos y técnicos que contribuyen al diseño de bodega y viñedo. Hoy, el enólogo segoviano Jesús Herranz es el que está al frente de la dirección técnica junto al moralino Enrique del Teso en la viña y la enóloga cerrateña Esther Pérez, además de los viticultores, padre e hijo, también de Morales de Toro, Moisés y Víctor Gamazo. Los documentos demuestran que el actual emplazamiento fue en tiempos tierra de viñas... «La Heredad de Urueña ocupa en la actualidad el denominado pago de La Paloma y otros, como el paraje de Carrepozuelo o el terreno denominado de Los Lebratos…

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Todos estos terrenos y otros cercanos, integraban una importante extensión plantada de viñedos que hasta el siglo XIX se mantuvo por el término de Urueña». Cuenta con una bodega en Morales de Toro cuyos vinos rinden merecido homenaje al viticultor moralino Moisés Gamazo, agricultor curtido y muy respetado en sector agrario por su trayectoria. Él aporta los vasos viejos y la uva base de los vinos Moisés y TorAlto que salen con DO Toro. A la espera de alcanzar la DO solicitada para la Heredad, el resto de los vinos Santo, Fórum, La Anunciada y Exuberantya lo hacen bajo el paraguas de la mención de calidad regional VTCyL. La bodega produce alrededor de 100.000 botellas al año. Cuenta con cerca de 20 ha, el 25% en Morales de Toro. Elabora tintos criados en roble y pequeñas partidas de rosado. También un blanco con DO Rueda. Su composición varietal es el diferencial de la casa. Los cepajes utilizados son Syrah, Merlot, Tempranillo Tinta de Toro y Cabernet Sauvignon. Sin duda, el alma sensorial universal de los nuevos vinos de Urueña, que ya suenan en los circuitos del mercado, obtienen premios internacionales y se sirven en el cristal de actos de calado social y cultural y aparecen en las menciones de los prescriptores del momento.