LEÓN
La dieta del cambio climático
Investigadores de la ULE analizan el impacto real de las elecciones dietéticas sobre el medio ambiente
Concluyen que seguir la dieta mediterránea reduce un 10% los gases de efecto invernadero y el uso de la energía
Es sabido que la alimentación saludable es uno de los principales aliados de la salud. Detrás de una dieta inadecuada se esconde la obesidad, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares, la insuficiencia renal, los cánceres, la depresión, entre otras muchas dolencias. Comer mal trae consecuencias; sin embargo, seguir una pauta nutricional rica y saludable impacta en el medio ambiente. Sí, la dieta mediterránea, esa valiosa herencia cultural que comienza con utilizar aceite de oliva y consumir en abundancia frutas, verduras, legumbres, hortalizas y frutos secos, combate los gases de efecto invernadero y reduce el uso de la energía.
De las bondades de este estilo de vida equilibrado sobre el planeta sabe (y mucho) un equipo de investigadores de la Universidad de León (ULE), que ha analizado el impacto real de las elecciones dietéticas sobre el medio ambiente. En concreto, estudiaron los datos de 6000 participantes, que dividieron en dos grupos, el grupo de control en el que se ofreció consejo básico sobre dieta mediterránea tradicional y el grupo de intervención nutricional intensiva, en el que se aplicó una dieta mediterránea baja en calorías, complementada con terapia conductual y ejercicio físico.
Los resultados del estudio, según apunta la profesora Laura Álvarez Álvarez, arrojaron una reducción del impacto ambiental. En concreto, detalla que los gases de efecto invernadero y el uso de la energía disminuyeron un 10% y la acidificación, la eutrofización y la utilización de la tierra, un 30%. «Esta mayor reducción se manifiesta, en parte, por una mayor adherencia a la dieta mediterránea y, en mayor medida, por la reducción calórica, ya que, esta última explica prácticamente la mitad del descenso en la acidificación, la eutrofización y el uso de la tierra».
En el artículo, publicado en la revista Science of the Total Environment, también se analiza qué alimentos son los que tienen mayor impacto ambiental dentro de la dieta. En ambos grupos, tal y como subraya, los productos cárnicos fueron los que ocuparon el primer lugar. Eso sí, puntualiza que cuando pusieron el foco en los gases de efecto invernadero, en el grupo de intervención el mayor contribuyente fue el pescado.
Este proyecto, a su parecer, es innovador porque es el primer ensayo clínico que aborda la relación entre la alimentación y el impacto ambiental. Hasta ahora, dice, la mayor parte de los trabajos publicados se basaban en escenarios hipotéticos de cambio en los patrones dietéticos, y no analizaban el cambio real generado por una intervención nutricional.
Preguntada por las ventajas de esta iniciativa, Laura Álvarez Álvarez afirma que la principal es que esta base de datos es una de las más completas que existe, puesto que contempla cinco factores de impacto ambiental, como son los gases de efecto invernadero, la acidificación, la eutrofización y el uso del suelo y de la energía. «Al no centrarse solo en los gases de efecto invernadero, permite analizar en profundidad el efecto real de la dieta de los participantes», celebra, antes de añadir que la metodología usada está estandarizada según la Organización Internacional de Normalización y unifica los coeficientes medioambientales, permitiendo la comparabilidad entre estudios.
A esto se suma, explica la profesora de la ULE, que para analizar los datos de toda la población se desarrolló un software específico para el cálculo del impacto de la dieta sobre diferentes indicadores ambientales. «Esta herramienta es capaz de manejar grandes volúmenes de datos y realizar una serie de cálculos de manera automática, lo que reduce de forma significativa la dedicación de recursos y el tiempo para la obtención de resultados», indica para, a continuación, subrayar que el cálculo de este gran volumen de datos (información de alimentos de 6000 personas) se lleve a cabo de forma automatizada supone no solo una reducción del tiempo empleado, sino minimizar la posibilidad de cometer errores.
No hay que olvidar, sostiene, que el análisis del impacto ambiental de las diferentes dietas se podría extrapolar a cualquier población y, a partir de ahí, diseñar políticas que integren recomendaciones dietéticas saludables y respetuosas con el medio ambiente. De hecho, van a utilizar el software que han desarrollado con los participantes del estudio PREDIMED-Plus, una población muy específica de personas con alto riesgo cardiovascular.
Los resultados obtenidos refuerzan la idea de que las dietas con menor presencia de productos de origen animal, entre las que se encuentra la dieta mediterránea, son más respetuosas con el medio ambiente. «Sabemos que la dieta mediterránea es saludable y que es un factor protector frente a enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión, obesidad e incluso en diferentes tipos de cáncer, pero, gracias a estos resultados, sabemos también que puede ser una gran herramienta para reducir nuestra huella ecológica y contribuir a mejorar la salud del planeta, pudiendo convertirse en la solución al ‘trilema dieta-medio ambiente-salud’».
Los siguientes pasos, avanza la profesora de la Universidad de León, son aplicar esta ventaja computacional en bases de datos de otros países y de mayor tamaño, con el objetivo de ver si el impacto de la dieta no es solo a nivel del medio ambiente, sino también sobre la salud humana. «Queremos comprobar si dietas más sostenibles repercuten positivamente en la salud», concluye Laura Álvarez Álvarez.