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Quedadas para paliar una epidemia silenciosa

El proyecto Soliedad tiene como objetivo prevenir la soledad no deseada en los mayores / Busca conformar grupos de personas que se sientan solas y generar encuentros presenciales

Participantes en la investigación para abordar la soledad no deseada. -E. M.

Publicado por
Estibaliz Lera

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Viven en grandes urbes, de puertas para dentro. Cada día se levantan sin tener con quién ir a tomar un café, al cine o a una excursión. Piensan en para qué se van a arreglar si no tienen nada que hacer. Y entonces se comen la cabeza y se ponen de mal humor o tristes. Este rostro no distingue entre estratos sociales y segmentos socioculturales. Un fenómeno que ha ido en alza desde hace décadas en las sociedades occidentales. ¿De qué se trata? De la soledad no deseada , una epidemia silenciosa que se asocia a una peor salud física, psicológica y social y a un aumento del riesgo de mortalidad. 

Aunque la verdadera magnitud del impacto sobre la salud de este sentimiento aún no se conoce bien, por el limitado número de estudios, cada vez son más las investigaciones que ponen de manifiesto su importancia. En este sentido, el proyecto Soliedad , que se desarrolla en Zamora gracias al Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE) de la Fundación General de la Universidad de Salamanca y con la colaboración de la Escuela de Enfermería del Campus Viriato, busca conformar grupos de personas que se sientan solas y generar encuentros presenciales en los que poder ir construyendo espacios de relación. 

«Queremos acortar la distancia entre la investigación y la práctica y abordar la soledad de forma específica y directa con un enfoque de políticas públicas, atendiendo a la complejidad del fenómeno en el territorio y acometiendo la vivencia de las personas de forma concreta en el entorno social y comunitario en el que desarrollan sus vidas», explica la investigadora Elisa Salas para, a continuación, añadir que se han basado en la metodología Investigación Acción Participativa para involucrar a la población en todas las fases de este trabajo, ya que considera que de esta forma se posibilita el aprendizaje y la toma de conciencia, el empoderamiento y la acción transformadora. 

En el marco de esta metodología , concreta que se rechazan todo tipo de relaciones jerárquicas, abogando por un proceso que establece vínculos horizontales basados en la reciprocidad y en que el equipo de investigación aporta su experiencia desde una posición facilitadora de los procesos que se generan. Por esta razón, recalca que desde el CENIE han buscado la complicidad y la generación de sinergias con diferentes agentes de la ciudad, el voluntariado y las personas mayores, aportando herramientas e instrumentos metodológicos e invitando a los participantes a involucrarse en las diferentes fases y etapas de esta iniciativa. 

En su propuesta, según indica Salas, han intervenido tanto en el plano comunitario como en el personal . «La finalidad es trascender de una lógica paliativa a una lógica preventiva de la acción, haciendo frente no únicamente a la vertiente relacionada con las causas que se ubican en la esfera más intrapersonal e interpersonal de los individuos, sino atendiendo a las causas más macrosociales, y usando en todo momento las herramientas que nos ofrece la acción comunitaria como acicate y palanca de cambio».

Para ello, han llevado a cabo un proceso compuesto por ocho fases . En la primera se han establecido las bases sólidas para el desarrollo de un proceso comunitario. En este marco han planteado el ejercicio de un liderazgo claro, proveniente de un agente conocido y reconocido en el propio territorio, puesto que establecer una relación de confianza con las personas y agentes implicados es «imprescindible» para el desarrollo de un proceso transformador. En este caso, el aliado ha sido la Escuela Universitaria de Enfermería del Campus Viriato de Zamora. 

Una vez consolidado el liderazgo y las bases para el proceso comunitario, la fase dos ha estado vinculada al proceso de investigación y realización de un diagnóstico con relación a los activos comunitarios existentes en la ciudad, la priorización de zonas de actuación, la población mayor, las actividades y la participación social, entre otros. 

El siguiente punto se ha basado, tal y como expone la investigadora del Centro Internacional sobre el Envejecimiento, en la constitución del grupo de voluntarios, la sensibilización y activación y el fortalecimiento de los tejidos sociales y comunitarios . Un equipo de seis personas, junto con los docentes, han desarrollado diferentes actividades para ayudar a los mayores. 

La cuarta fase se ha destinado a la detección de situaciones de soledad en Zamora. ¿Cómo? Sostiene que se instalaron una serie de mesas informativas en diferentes centros de salud durante la campaña de vacunación. Consiguieron detectar 60 situaciones de riesgo o personas interesadas en participar en el proyecto. El siguiente paso al frente fue comprender la situación y el sentimiento de soledad. Para ello utilizaron dos herramientas complementarias: cuestionarios y entrevistas en profundidad.

Las últimas fases fueron para, a raíz de la información recogida , identificar el apoyo y acompañamiento necesario para dar respuesta a las necesidades y demandas de la población; diseñar metodologías; organizar encuentros y realizar un proceso de evaluación. «Desarrollar un modelo de intervención que busca, desde una lógica preventiva, hacer frente a las causas profundas que facilitan su emergencia en las sociedades contemporáneas es innovador», apostilla Elisa Salas, quien incide en que han introducido una mirada intergeneracional que ha tenido un impacto agregado. 

En cuanto a las ventajas, considera que una de ellas es que el equipo de Enfermería se ha constituido como líder del proyecto a escala local. «No podemos perder de vista que el proceso de transformación empieza con el trabajo de liderazgo en el grupo. Por este motivo, no solo hemos desarrollado una labor sobre los aspectos más sustanciales y operativos del desarrollo de este trabajo, sino que el equipo se ha concebido como una plataforma estable y dinamizadora en la Comunidad, que ha ido enriqueciendo su conocimiento de forma continuada y ampliando sus competencias en el marco del proceso y trasladando ese conocimiento a otros agentes clave, como los centros de salud, profesionales de atención primaria, etcétera», defiende. 

Otro valor añadido, a su parecer, ha sido que a través del voluntariado se promociona una participación social activa, que, a la vez que aporta bienestar a las personas que lo ejercen, es fundamental para el desarrollo de una ciudadanía activa. «Las personas receptoras de acciones voluntarias nunca son las únicas beneficiarias de la actividad. La vida activa que comporta el voluntariado mejora las condiciones de salud de las personas mayores que lo ejercen». En el marco del modelo que proponen se concibe como un medio para adquirir herramientas y conocimientos que permitan a las personas desarrollar estrategias de afrontamiento ante el aislamiento o la soledad y, por consiguiente, responde a una lógica preventiva.

Con la implicación del voluntariado joven, tal y como manifiesta, han podido garantizar la igualdad de oportunidades de todas las personas, con independencia de sus limitaciones funcionales, pero, además, se han generado espacios de relación de reciprocidad y apoyo entre diferentes generaciones rompiendo tabúes y facilitando el camino hacia sociedades menos segregadas por edades y más participativas. De forma complementaria, dice que el proceso también ha impactado en los más jóvenes, que han adquirido conocimiento, capacidades y competencias con impacto en su desarrollo personal y profesional.  

El broche a los valores añadidos lo ponen, declara la investigadora del CENIE, haber roto tabúes y estigmas en torno al sentimiento de soledad, normalizando la vivencia como parte inherente a la existencia humana y haber activado una conciencia colectiva en la comunidad zamorana alrededor de esta epidemia del siglo XXI y la necesidad de corresponsabilizarse en su abordaje. 

En este proyecto han basado todos los procesos en la reciprocidad de las relaciones. A esto han sumado la generatividad que habla de la necesidad de las personas mayores de contribuir y aportar valor no solo al presente sino también a las generaciones futuras. Otro ingrediente ha sido el respeto. En este sentido, subraya que en todo momento se han incluido las aportaciones de los voluntarios a través de espacios compartidos de toma de decisiones. «Sus contribuciones han sido fundamentales en el desarrollo de las acciones». 

De igual forma, señala que el apoyo mutuo ha sido una de las bases sobre las cuales se ha construido el proceso, tanto a escala comunitaria como intragrupal. «La interdependencia y el trabajo desde la reciprocidad han permitido el desarrollo de relaciones de apoyo mutuo entre personas mayores, personas mayores y voluntariado senior y personas mayores y voluntariado junior», resalta Elisa Salas antes de dejar claro que toda la hoja de ruta se ha basado en un documento vivo que se ha ido adaptando en función de la escucha de las personas implicadas y la observación de lo que iba sucediendo. 

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Desde el CENIE han establecido un acuerdo marco de colaboración con los Consejos Económicos y Sociales de Portugal y España, además de con el Instituto Politécnico de Bragança, ciudad en la que esperan trasladar su experiencia. En este sentido, avanza que van a desarrollar los pasos necesarios para difundir el conocimiento generado para que procesos similares inspirados en su experiencia puedan trasladarse a otros territorios y seguir trabajando en Zamora, donde ya tienen unos mimbres que están dando sus frutos de la mano de las instituciones públicas y privadas de la provincia.