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El abordaje sin fármacos para las secuelas del covid

Un equipo vallisoletano ensaya este tipo de terapia para tratar el dolor persistente en pacientes que han pasado esta infección

Uno de los profesionales explica las claves del dolor persistente después del covid. - PHOTOGENIC

Publicado por
Estibaliz Lera

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Es un grave problema de salud del que se sabe muy poco; de hecho, decenas de millones de personas viven sin sospechar que los síntomas que sufren se deben a ese temido virus que paró el mundo. Una auténtica montaña rusa que los pacientes padecen a diario, ya que esta enfermedad no se quiere ir. ¿Cómo empieza este periplo? Con un positivo en covid. 

Tras unos cuantos días, con o sin síntomas, se produce la reincorporación a la vida normal. Sin embargo, un buen día, sin previo aviso, aparece un cansancio inusual, además de un dolor muscular generalizado que, en otros tiempos, hubiera sido preludio de una gripe. No sabes qué ocurre y decides acudir al médico, pero ni se te pasa por la cabeza que su causa pueda ser el coronavirus, ya que fue muy leve, si bien esa tozuda dolencia no se va. Diagnóstico: covid persistente

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta afección se produce en aquellos pacientes que tras pasar el covid sus síntomas persisten más allá de las 4 o 12 semanas después del contagio. Se estima que entre un 10-15% de las personas que han pasado el coronavirus sufre dolor persistente . Los síntomas más característicos son dolores musculoesqueléticos, fatiga, niebla mental, cansancio, dolores de cabeza, disnea (sensación de ahogo o falta de aire), pérdida de memoria, dificultad de concentración, alteración del gusto y del olfato, entre otros. 

Estas señales limitan, de manera importante, la funcionalidad y la calidad de vida de los pacientes que lo padecen. Es una patología muy reciente, la OMS reconoció el covid persistente como enfermedad en noviembre de 2021; no obstante, son muchas las investigaciones que se han realizado, hasta la fecha, para su determinación y caracterización. Eso sí, son bastantes menos los trabajos para saber si tiene curación. De ahí que sea tan importante su abordaje. 

En este punto, investigadores vallisoletanos trabajan para dar una respuesta pragmática y asistencial al dolor persistente post-covid. Para ello, en primer lugar, han realizado un estudio transversal para conocer su prevalencia en Valladolid, es decir, intentar estimar el número de casos de afectados y con ello saber cuál es la magnitud real del problema en la provincia. 

Tras esta primera toma de contacto han puesto en marcha un estudio para caracterizar y determinar el dolor persistente en estos pacientes: características sociodemográficas, capacidades funcionales (cognitivas, emocionales y físicas), qué áreas del cuerpo afecta en mayor medida y cómo se comporta ese dolor (si es localizado, difuso, punzante, nocturno, diurno...), pruebas de modulación condicionada al dolor, calidad de vida, etcétera.  También han recogido muestras en sangre para estudiar en profundidad su sistema inmune y sus posibles alteraciones epigenéticas, además de analizar si hay biomarcadores en sangre que puedan ayudar a los profesionales sanitarios a reconocer el perfil de este tipo de enfermos.

El cierre a este proyecto lo pone una intervención basada en ejercicio terapéutico y educación en neurociencia de dolor. Un paso que, según explica Laura Barrero Santiago, contratada predoctoral de la Universidad de Valladolid, se ha visto que, en otro tipo de pacientes con dolor crónico general o fibromialgia, programas basados en ejercicio terapéutico y educación en neurociencia de dolor han sido muy efectivos. «Tenemos la hipótesis de que la combinación de ambas terapias en pacientes con dolor post-covid podría tener buenos resultados». 

En los últimos años los avances de la neurociencia han provocado «un cambio de paradigma» en el tratamiento del dolor crónico. Y es que, apunta, la neurociencia ha demostrado que cuanto más tiempo dura un dolor, menos tiene que ver con el sistema musculoesquelético y más con los cambios funcionales y estructurales que acontecen en el sistema nervioso central de las personas que lo padecen. Como dice Ardem Patapoutian, Premio Nobel de Medicina 2021, «el dolor está en el cerebro: puedes sentir dolor en una parte del cuerpo que ya no tienes»

Bajo este nuevo enfoque de la neurociencia, se cambian los objetivos de tratamiento de los pacientes con dolor crónico: pasando de su paliación a buscar su recuperación funcional a través del trabajo de la neuroplasticidad cerebral. La Unidad de Estrategias de Afrontamiento Activo del dolor crónico de Sacyl nace para dar respuesta a este cambio de paradigma en Castilla y León. Desde ella se han realizado varios estudios de investigación, donde los pacientes con dolor persistente han podido recuperar su funcionalidad y calidad de vida a través de programas basados en la educación en neurociencia del dolor y el ejercicio físico (dirigidos a provocar cambios neuroplásticos en el sistema nervioso central de los pacientes). 

Por tanto, apunta que, teniendo en cuenta que las personas con dolor persistente después de haberse contagiado de coronavirus presentan perfiles similares a las personas con fatiga crónica o fibromialgia, se plantearon realizar este tipo de tratamientos. Por tanto, en su opinión, es un paso innovador porque si salieran resultados positivos de la intervención, podrían realizar reglas de predicción clínicas sobre la efectividad de estas terapias. 

«Podríamos determinar a través de la evaluación funcional o con marcadores sanguíneos los pacientes que podrían responder a este tipo de tratamientos. Esto, además de suponer un avance en la recuperación de estas personas, supondría un importante ahorro en las derivaciones y en el uso adecuado de los recursos disponibles en el sistema sanitario público», celebra Barrero Santiago. 

El planteamiento de este trabajo, tal y como sostiene, tiene varias ventajas como, por ejemplo, su enfoque, puesto que el tratamiento está basado en ejercicio, por tanto, tiene muy pocos efectos secundarios, por no decir que ninguno, a diferencia de otras terapias farmacológicas e intervencionistas . A esto se suma, agrega, la experiencia con este tipo de tratamientos en otros pacientes con dolor persistente.

Un valor añadido que se añade, indica la contratada predoctoral de la Universidad de Valladolid, a que se trata de una investigación pragmática, es decir, realizada con pacientes dentro del sistema sanitario, lo que significa, puntualiza, que, si se obtuvieran resultados positivos, sería una terapia muy fácil de implementar. Sin olvidar, por supuesto, otro punto atractivo, como es que estos tratamientos son grupales, pero no pierden la calidad asistencial, además de ser motivantes y estimulantes. «Al trabajar en grupo generan una red de apoyo indispensable para el proceso tan largo por el que pasan. Son capaces de empatizar con el resto de los integrantes y darse cuenta de que no están solos ni son los únicos que padecen esta patología». 

Este trabajo, recuerda Laura Barrero Santiago, nació cuando el coronavirus estaba muy presente. En concreto, dice, las noticias no paraban de bombardearnos con nuevas incógnitas sobre el covid a las que desde su Unidad querían dar respuesta. Bajo esta premisa decidió armar su tesis doctoral, dirigida por Federico Montero Cuadrado y Juan José Tellería Orriols. «Ese desconocimiento sumado a las ganas de dar con una respuesta de tratamiento lo más especializado y óptimo posible fue el verdadero motor de esta línea de investigación», reconoce para, a continuación, añadir que hicieron una pequeña prueba piloto y tuvieron buenos resultados. Un «último empujón» que llevó a este equipo de profesionales a sumergirse en el proyecto

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Los próximos pasos, según avanza la contratada predoctoral de la Universidad de Valladolid, tienen amplia proyección y expansión en el futuro, tanto a corto como a largo plazo. «Cuanto más investigamos más vemos la necesidad de plantear nuevos estudios. A corto plazo, y como más importante, te diría el poder publicar el estudio para ofrecer esta terapia en la cartera de servicios en la Unidad». De igual forma, considera clave establecer reglas de predicción clínica que permitan detectar a aquellos pacientes que vayan a verse más beneficiados del tratamiento. Además, señala que les han propuesto participar como colaboradores principales en un proyecto europeo, un «desafío» al que se enfrentarán con los medios que disponen y la «excelente calidad del equipo interdisciplinar» que forman.