Terapia de precisión para la piel escamosa
El IBSAL y la USAL caracterizan nuevos genes implicados en la ictiosis para desarrollar terapias génicas que permitan revertir los síntomas / Dividen la enfermedad según el tipo de alteración genética que la produce.
Es el escaparate de las personas. En ella se esconden muchos secretos. Y es que es el órgano más extendido por todo el cuerpo humano. Por este motivo, tiene el poder de hablar más de sus conflictos de lo que parece. Algunos de esos conflictos son internos, otros externos. Sea como fuere, el lenguaje de la piel es clave en la salud.
Tenerla repleta de escamas significa que tienes ictiosis, una enfermedad que afecta a la formación de la epidermis, parte «fundamental» para aislarnos de los agentes externos, tanto microbios como sustancias químicas del entorno, por lo que cualquier alteración repercute en una peor barrera defensiva ante las agresiones y una mayor facilidad para la deshidratación. En la práctica, la piel se vuelve áspera, descamada y roja.
Se trata de una patología poco frecuente y su incidencia varía dependiendo del trastorno genético que la produce. Por ejemplo, la ictiosis vulgar (que es la más frecuente) aparece en 1 de cada 300 personas, mientras que la ictiosis ligada al cromosoma X la padecen 1 de cada 6.000 individuos y la ictiosis lamelar en 1 de cada 300.000.
Los síntomas son muy variados; los pacientes tienen la piel descamada y áspera, con distinto grado de rojez y con zonas variablemente engrosadas. Las manifestaciones dependen de cada tipo concreto, pero en todos los casos conllevan un enorme impacto en la calidad de vida de los afectados, tanto por el aspecto de su piel como por los prolongados cuidados que tienen que dedicar cada día a su cuidado.
Durante muchos años han utilizado una clasificación de la enfermedad basada en las manifestaciones clínicas y el modo de herencia, pero ahora un equipo del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL) y la Universidad de Salamanca (USAL) están profundizando en las alteraciones genéticas y su repercusión en la formación de la epidermis. Además, están caracterizando nuevos genes implicados en estas patologías con el fin de poder desarrollar terapias génicas que permitan revertir los síntomas de los pacientes.
Conocer los mecanismos genéticos y fisiológicos involucrados en estas enfermedades genéticas, según explica Ángela Hernández Martín, dermatóloga del Hospital Infantil Niño Jesús, permite desarrollar tratamientos específicos dirigidos a reparar el daño concreto en el ADN o a suplir de manera específica las proteínas que faltan debido a la alteración genética. «Es lo que se conoce como terapia dirigida que busca tratar a cada individuo de manera individualizada o personalizada atendiendo a su problema específico», añade Rogelio González Sarmiento, catedrático de Medicina de la Universidad de Salamanca.
Esta perspectiva de terapia de precisión es bien conocida en oncología, y nadie entendería ya que tratáramos a todos los pacientes con cáncer de manera similar. Sin embargo, en dermatología, y en concreto en las ictiosis, esto, tal y como comenta Hernández Martín, es novedoso, porque hasta hace muy poco tiempo sólo teníamos unos medicamentos llamados retinoides para tratar a los pacientes.
«Se los dábamos a todos ellos, y la respuesta era variable y a menudo no predecible, es decir, no sabías cuál iba a ser la eficacia en cada caso. En nuestro intento de individualizar el tratamiento contamos con profesionales internacionales expertos en el desarrollo de las técnicas de laboratorio que permiten desarrollar estas nuevas terapias. En concreto, estamos colaborando con un grupo irlandés para diseñar herramientas que posibiliten modificar el ADN de los pacientes aplicándolas sobre la piel afectada», informa González Sarmiento.
La ventaja fundamental del proyecto, en su opinión, es que en lugar de tratar los síntomas se va a corregir el defecto molecular responsable de esos síntomas. «Esto va a proporcionar un alivio más duradero, si no definitivo, a los síntomas, y desde luego más selectivo en cada caso». Además, sostiene que es la primera vez que hay una clara determinación de progresar en el conocimiento de la ictiosis aunando investigación básica y experiencia clínica. «No es que esta determinación faltara, sino que faltaban los mecanismos colaborativos y los medios materiales que se necesitan».
Este equipo lleva realizando investigación básica desde hace más de 20 años, pero ha habido «un claro impulso» en 2020 gracias a los avances en medicina molecular que han vivido. «La colaboración con el grupo irlandés y otros grupos europeos como el de Toulouse ha sido determinante, como creemos que hemos sido nosotros para ellos, porque nuestra experiencia es importantísima. Estas redes europeas permiten impulsar proyectos que de otro modo costaría mucho más tiempo y dinero hacer progresar», reconoce Rogelio González Sarmiento.
Tienen un equipo humano, herramientas, materiales y experiencia, así que sus planes de futuro son conseguir financiación para que el engranaje investigador funcione. «Tenemos la suerte de tener una estrecha relación con la Asociación Española de Ictiosis, que a su vez tiene una íntima relación con las asociaciones de otros países europeos y americanos. Ellos dan un extraordinario impulso humano, porque conocen las necesidades y el sufrimiento de pacientes y familias, y nos animan y obligan moralmente a continuar trabajando para y por ellos. Tenemos muchas ideas en la cabeza, un gran entusiasmo y ganas de trabajar, así que sólo es cuestión de tiempo y algo de dinero para que consigamos avances que ayuden a curar la enfermedad», concluyen Ángela Hernández Martín y Rogelio González Sarmiento.