Solidaridad para mejorar la alimentación
PERSONAJES ÚNICOS / MARÍA MUÑOZ AMATRIAÍN La investigadora de la ULE acaba de ser seleccionada como consultora de la organización benéfica británica The Kirkhouse Trust / Investiga las bases genéticas de la adaptación a altas temperaturas en caupí y busca aplicar ese conocimiento al desarrollo de variedades más tolerantes al estrés por calor.
Lucha por ofrecer oportunidades a los más desfavorecidos desde la investigación que mejora la seguridad alimentaria. María Muñoz Amatriaín se licenció en Biología en la Universidad de Salamanca y realizó la tesis doctoral en el departamento de Genética y Producción Vegetal de la Estación Experimental Aula Dei, centro de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Zaragoza. Obtuvo el doctorado por la Universidad de Zaragoza en 2007.
Cuenta que siempre le gustó la naturaleza. Recuerda que en su infancia acudía con asiduidad al campo y también realizaba rutas de senderismo con sus padres. «Disfrutaba adentrándome en las zonas de bosque que aún quedan en nuestros montes y me gustaba observar las plantas y animales. Mi asignatura favorita, tanto en el colegio como en los años de instituto, siempre fue ciencias naturales. Además, en este último, tuve la suerte de contar con una profesora apasionada de esta asignatura. Ella me transmitió dicha pasión y comencé a desarrollar mi incipiente interés por la genética», relata muy emocionada.
Durante la realización de la tesis doctoral tuvo la suerte de trabajar en genética de plantas; en particular, en la cebada. Un camino que recorrió desde el esfuerzo. En este periplo obtuvo tres ayudas del Ministerio para realizar estancias breves en otros centros de investigación: la primera la realizó en el Centro Nacional de Biotecnología de Madrid, y las otras dos en la Universidad de California en Riverside, ciudad situada a unos 90 kilómetros al este de Los Ángeles. «Gracias a ellas pude llevar a cabo estudios de expresión génica relativamente pioneros en nuestro país, y publicar varios artículos científicos. Estas estancias breves fueron también clave para establecer colaboraciones con científicos de renombre en el extranjero, y conseguir futuros contratos», apunta.
Después de obtener el doctorado por la Universidad de Zaragoza, en 2008 logró un contrato postdoctoral en la Universidad de Minnesota. Allí continuó con su investigación de genética y genómica en cebada, mientras disfrutaba de la maravillosa nieve que cubría el estado durante más de seis meses al año. «Fue una gran época en mi carrera, tuve la posibilidad de participar en grandes proyectos nacionales e internacionales, y siempre tuve el apoyo del investigador principal para seguir visitando otros centros de investigación. En aquella época realicé estancias en el Leibniz Institute of Plant Genetics and Crop Plant Research situado en Gatersleben (Alemania), en el James Hutton Institute que se encuentra en Dundee (Escocia) y en la Universidad Estatal de Oregón en Corvallis (Estados Unidos)».
Tras casi seis años en la Universidad de Minnesota en 2014 se incorporó como científica de proyecto al mismo grupo de la Universidad de California Riverside. Fue allí cuando comenzó a trabajar en el caupí, una leguminosa de gran importancia en África subsahariana. Participó en proyectos internacionales que incluían a distintas instituciones en África Occidental, ayudando al desarrollo de recursos y herramientas genómicas en este cultivo, y formando a jóvenes investigadores procedentes de distintos países de África.
En febrero de 2019 se trasladó a la Universidad Estatal de Colorado como profesora, donde trabajó en el caupí y en otras leguminosas, aunque siempre se mantuvo implicada en proyectos de investigación genética en cebada. En 2021 recibió una ayuda Beatriz Galindo para la Atracción de Talento Investigador del Ministerio de Educación y Formación Profesional. Regresó a España en julio de 2021 para incorporarse al departamento de Biología Molecular de la Universidad de León (Área de Genética), donde trabaja en la actualidad. Durante su trayectoria ha publicado más de 40 artículos científicos y obtenido más de un millón de dólares de financiación en proyectos de investigación.
Muñoz Amatriaín investiga las bases genéticas de la adaptación a altas temperaturas en caupí y aplica el conocimiento ganado al desarrollo de variedades más tolerantes al estrés por calor. En este proyecto van a utilizar una de las colecciones de germoplasma de esta especie más importantes del mundo: la colección nuclear de caupí del Instituto Internacional de Agricultura Tropical que está en Nigeria. En este sentido, admite que está emocionada porque es una apasionada de la biodiversidad y una gran admiradora de los bancos de germoplasma y de la importante labor que realizan.
Otras iniciativas en las que lleva algún tiempo trabajando también tienen como eje central al caupí. Esto es, según explica, porque, además de ser una leguminosa de gran importancia para la seguridad alimentaria mundial, está ganando protagonismo por su excepcional adaptación a climas cálidos y secos, así como a suelos pobres. «Durante mi estancia en Colorado, inicié proyectos de investigación financiados a nivel local, por ejemplo, por asociaciones de agricultores o por la propia universidad, que tenían como objetivo explorar el potencial del caupí como cultivo alternativo en Colorado, sobre todo en sistemas agrícolas de secano».
En este punto, afirma que se está observando una tendencia hacia veranos más cálidos y secos en esa región de los Estados Unidos. «Mediante experimentos realizados en una de las temporadas más secas conocidas en Colorado, vimos que este cultivo podría sustituir el periodo de barbecho que precede al trigo de invierno, lo que tendría un gran impacto económico y ambiental. Bajo estas condiciones, el caupí también superó con claridad a otras leguminosas como la alubia común. Las investigaciones continúan en Colorado y estados próximos, y hay un gran entusiasmo sobre el potencial que tiene el caupí de convertirse en uno de los cultivos clave para los agroecosistemas del futuro».
Durante su estancia en la Universidad de California Riverside fue coinvestigadora principal de un proyecto de casi tres millones de dólares, financiado por la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, que tenía como objetivo desarrollar recursos genómicos en esta especie y ayudar así a la conservación y la mejora genética del caupí. De hecho, añade, hace unos años el caupí era considerado un cultivo huérfano, ya que carecía de los recursos genómicos que existían para otros cultivos de importancia similar. «Este proyecto nos ha permitido desarrollar recursos genómicos para este cultivo, incluidos un chip de genotipado de alta densidad, un genoma de referencia y un pan-genoma. Estos recursos nos están permitiendo identificar regiones cromosómicas asociadas a un gran número de caracteres de interés agronómico», sostiene.
La investigadora de la ULE, que acaba de ser seleccionada como consultora de la organización benéfica británica The Kirkhouse Trust, señala que le ha resultado muy difícil volver a España. En esta línea, relata que se fue a Estados Unidos en 2008 pensando en adquirir experiencia y volver a su tierra en un par de años, pero, según lamenta, la situación laboral era muy complicada y las condiciones que tenía eran «sustancialmente mejores». Por ello, dice apenada que fueron 13 años trabajando en el extranjero, en los que perdió la esperanza de volver algún día. «Como yo son muchos los investigadores que se forman en España, con la inversión que esto conlleva para las instituciones, y que terminan trabajando para otros países, lo cual carece de sentido estratégico».
En su opinión, la pandemia de la COVID-19 ha hecho despertar en la sociedad un mayor interés por la investigación y la innovación. Pone como ejemplo la importancia que la inversión en investigación tuvo en el desarrollo de vacunas. «Ahora desde mi campo debemos concienciar a la sociedad sobre la importancia que la innovación y el talento tienen también en sectores tan clave en este país como la agricultura. Debemos motivar y atraer a los jóvenes para que trabajen en este sector y ayuden a transformar el sistema agrícola en un sistema más sostenible tanto económicamente como medioambientalmente. Creo que la agricultura es un sector clave para la paz y el bienestar social en el mundo», concluye.