El físico de la audición
PERSONAJES ÚNICOS / ENRIQUE ALEJANDRO LÓPEZ POVEDA El catedrático de Audiología de la USAL trabaja para conseguir que todas aquellas personas que tienen pérdidas o trastornos de audición recuperen una audición normal / Busca comprender por qué unas personas oyen mejor que otras
No es médico, aunque lo parece, ya que sus investigaciones se centran en la audición. El salmantino Enrique Alejandro López Poveda estudió Ciencias Físicas en su ciudad natal. Al terminar pasó 10 años fuera trabajando en varias universidades e instituciones del Reino Unido y de España, hasta que regresó en 2003. Ahora es catedrático de Audiología en la Universidad de Salamanca (USAL).
Pero toda recompensa tiene mucho trabajo detrás. Gracias al programa Erasmus, cursó el tercer curso de la licenciatura en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido). «Fui uno de los primeros alumnos Erasmus que salieron de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca. Esta experiencia me cambió radicalmente y me impulsó a querer continuar mis estudios en el Reino Unido tras licenciarme», reconoce.
En octubre de 1993 inició un doctorado en el Laboratorio del Habla y la Audición del Departamento de Ciencias Humanas de la Universidad de Loughborough (Reino Unido). Su tesis versó sobre la información que aporta el pabellón auricular para localizar los sonidos y la manera en la que el oído interno procesa dicha información. «Aprendí a realizar experimentos de audición con personas y a desarrollar modelos computacionales de procesos fisiológicos auditivos, actividades que sigo realizando hoy», apunta el físico salmantino.
Tras doctorarse en septiembre de 1996 realizó una breve estancia postdoctoral en el Laboratorio de la Audición del Departamento de Psicología de la Universidad de Essex (Reino Unido). A finales de 1996 regresó a España para hacer el servicio militar, que por entonces era obligatorio. Lo llevó a cabo en el Gabinete de Investigación Militar Operativa de la Armada, en Madrid, donde sólo admitían licenciados o ingenieros. «Yo ya era doctor y tenía 26 años. Poco antes de terminar, uno de mis comandantes me recomendó para un trabajo en una empresa del sector aeroespacial, GMV, en la que trabajé hasta septiembre de 1998. Allí aprendí muchas cosas que me han servido después para colaborar en actividades de investigación y desarrollo con empresas del sector audiológico».
Tenía un futuro prometedor en el sector privado, pero López Poveda tenía claro que quería dedicarse a la investigación científica en ciencias de la audición. Por ello, en noviembre de 1998 se incorporó como profesor asociado de Física Médica a la Facultad de Medicina de la Universidad de Castilla-La Mancha, en Albacete. «Fui el primer profesor contratado de aquella facultad y uno de sus profesores fundadores. Montar una Facultad de Medicina desde cero fue duro, pero aprendí mucho sobre la universidad española. Algunos días impartía 10 horas de clase, además de asistir a reuniones, algunas de ellas nocturnas, para coordinar la docencia, montar laboratorios de prácticas, o comprar libros y material docente. Entonces tenía mucha energía; no creo que hoy pudiera seguir aquel ritmo», sostiene.
En 2001 consiguió su primer proyecto de investigación competitivo financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Por aquel entonces todavía no tenía un laboratorio propio porque el edificio de la Facultad de Medicina estaba en construcción. De hecho, rememora que hacía los experimentos en la clínica audiológica de José Luis Blanco, un gran amigo y colaborador de Albacete, o en los laboratorios de sus colegas Ray Meddis y Chris Plack de la Universidad de Essex. Más tarde los pudo realizar en una pequeñísima cabina audiométrica que montó en su despacho. A finales de 2002 estrenó su propio laboratorio en el nuevo edificio de la Facultad de Medicina de Albacete. Lo disfrutó poco porque sólo unos meses más tarde dejó aquella universidad para trasladarse a Salamanca con un contrato del Programa Ramón y Cajal.
El objetivo de sus investigaciones, según explica, es conseguir que todas aquellas personas que tienen pérdidas o trastornos de audición recuperen una audición normal. Abordan dos grandes desafíos. El primero de ellos es lograr que las personas que usan audífonos o implantes auditivos oigan con normalidad en ambientes ruidosos. «Es importante porque estos dispositivos son los tratamientos disponibles más eficaces para las pérdidas de audición, pero resultan poco útiles en ambientes ruidosos, tales como cafeterías o restaurantes». Su segundo desafío es comprender por qué unas personas oyen mejor que otras.
En su opinión, las administraciones públicas trabajan para que Castilla y León sea puntera, sin embargo, falta mucho por hacer. En primer lugar, comenta, hace falta inversión. «Ya sé que parece que los científicos siempre estamos pidiendo más dinero, pero no pedimos por pedir. Invertir en ciencia e innovación es de lo más rentable. Los países más ricos son los que más invierten en ciencia e innovación. Y no es que inviertan más porque son más ricos; es que son más ricos porque invierten más. La investigación y la innovación son la clave del progreso, del desarrollo económico y social. Eso sí, debemos comprender que se trata de una inversión a riesgo porque no todos los proyectos producen los resultados deseados, y que el retorno de esa inversión es a largo plazo; de hecho, a un plazo mucho más largo que los cuatro años que dura una legislatura», considera Enrique Alejandro López Poveda, que también es director del Laboratorio de Audición Computacional y Psicoacústica, Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCYL).
Otro punto que es clave, a su parecer, es que la inversión tiene que ser tanto pública como privada. En este sentido, comenta que se debe acabar con el lema «Que inventen ellos», puesto que todas las empresas que financian sus investigaciones son extranjeras. «Hace años, una empresa multinacional española me preguntó por qué sólo colaboro con empresas extranjeras. Le respondí que sería un placer trabajar con ellos, pero nunca se materializó la colaboración. No resulta sorprendente que la empresa en cuestión se dedique a la distribución de los servicios y productos que generan las empresas extranjeras que financian nuestra investigación. Esta empresa española siempre irá a la cola porque depende de productos que generan otros. Si queremos ir a la cabeza, debemos inventar nosotros y para ello nuestras instituciones y empresas deben invertir en investigación e innovación».
Dos razones a las que, según indica, se suma la inversión en personas. En este punto, el catedrático sostiene que de poco sirven los programas que financian equipamiento, edificios o infraestructuras si no vienen acompañados de programas de contratación de personas. Además, López Poveda deja claro que la contratación de esas personas debe ser estable porque es la única forma de construir equipos sólidos. «No se pueden formar equipos de investigación competitivos cambiando a los jugadores cada 3 o 4 años, que es lo que suelen durar los contratos predoctorales y posdoctorales. Para que un grupo de investigación sea competitivo, debe superar un tamaño crítico de forma duradera», subraya.
La estrategia es, a su juicio, fundamental; es decir, se deben identificar de manera cuidadosa las áreas en las que se quiere ser competitivos y apostar por ellas. «No es posible financiar todo con recursos limitados. Por ello, hay que apostar por líneas y sectores concretos y hacerlo con cabeza, pero hacerlo hasta el final, con todas las consecuencias». A esto se suma la captación de talento y la estimulación de la investigación en las universidades. Sobre este punto, manifiesta que, si un profesor universitario incumple sus compromisos docentes, se le abre un expediente. Por el contrario, si el mismo profesor incumple sus compromisos de investigación o, simplemente, no hace investigación, no pasa nada. «Esta política no estimula ni la investigación, ni la innovación», zanja Enrique Alejandro López Poveda.