La puerta automática de la COVID-19
Dos estudiantes de la ULE diseñan un sistema que solo permite el acceso cuando el usuario no tiene fiebre y se echa gel hidroalcohólico / Esta herramienta sirve para controlar el aforo y guardar en una base de datos toda la información. Por E. Lera
Imagínate que has quedado con un par de amigos, llegas al gimnasio, vas a entrar y, de repente, la puerta no se abre. ¿Por qué? Aún son las 9 y no cierra hasta las 12. Insistes, pero no se mueve ni un milímetro. No está cerrado porque ves a gente haciendo deporte. La respuesta la tienen Miguel Ángel Diéguez y Christian Puente, dos estudiantes de 4º curso de Ingeniería Industrial, Electrónica y Automática en la Universidad de León (ULE). La tecnología que han puesto en marcha detecta que estas personas no están cumpliendo con los protocolos para hacer frente a la pandemia provocada por la COVID-19.
¿Cómo? Han diseñado una puerta automática que solo permite el acceso cuando el usuario no tiene fiebre y se echa gel hidroalcohólico. El proyecto se ha pensado para realizar todas sus funciones a distancia, evitando el contacto de superficies, y reduciendo el riesgo de contagio. En concreto, el prototipo regula el aforo en base a un valor prefijado según las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Además, es capaz de registrar la fecha, la hora, la acción (entrada o salida) y al usuario, guardando los datos en una tarjeta SD. De igual manera, está provista la toma de temperatura corporal y la desinfección de manos a través de gel hidroalcohólico, antes de permitir la apertura de la puerta.
Diéguez comenta que el funcionamiento es muy intuitivo, la pantalla muestra todas las etapas del proceso según se vayan cumpliendo. Para lograr la apertura de la puerta, recalca Puente, es necesario acercar una tarjeta inalámbrica al lector para validar el primer paso. Si la tarjeta está autorizada, se generan dos pitidos y se procede a la siguiente fase. En caso contrario, se produce otro sonido diferente y termina el proceso. Una vez validada la tarjeta, se procede a la desinfección de manos mediante un dispensador automático. Después de este paso, se debe acercar la frente al termómetro, si el resultado mostrado en la pantalla es superior a 37.5°C se deniega la entrada. En caso de ser menor, se ejecuta la apertura de la puerta.
De igual forma, mientras el usuario esté pasando nunca se cerrará la puerta. Al cerrarse, el sistema guarda la tarjeta perteneciente al usuario, la fecha, la hora y adecúa el valor del aforo si ha detectado presencia durante la apertura. En caso de salida, el usuario acerca su tarjeta a otro lector diferente para lograr la apertura de la puerta y ajustar de nuevo el aforo.
El sistema, tal y como detallan los estudiantes de la Universidad de León, está compuesto por diversos sensores y actuadores. Los primeros detectan alguna variable específica del entorno, como puede ser el tiempo, la presencia de objetos o cualquier otra, y los segundos efectúan su operación en el propio entorno. Para alcanzar cierta autonomía en el proceso, puntualizan que es preciso implementar una unidad que gobierne entre sensor y actuador. De este hecho nace la idea del microcontrolador, muy común en ámbitos como la electrónica y la informática. Las instrucciones que debe seguir el proceso se introducen al microcontrolador a través de la programación, en diferentes lenguajes.
En su caso han utilizado el Arduino MEGA, un microcontrolador fijado en una placa que facilita todas sus conexiones. De igual manera, este dúo de ingenieros leoneses ha aplicado “C” como lenguaje de programación. El sistema también cuenta con sensores de radiofrecuencia para los lectores de tarjetas, un reloj de tiempo real, una tarjeta de expansión SD donde quedan registrados diversos valores del usuario, un sensor de temperatura a distancia y varios sensores infrarrojos para detectar presencia de objetos. Como actuadores, han requerido la pantalla digital donde se muestran todos los pasos del proceso, una alarma sonora, un pequeño servomotor para accionar la puerta y una pequeña bomba que permite la circulación del líquido desde el recipiente donde está almacenado.
La propuesta, que ha ganado el primer premio del Concurso de Prototipos de la Escuela de Ingenierías Industrial, Informática y Aeroespacial, proporciona el acceso sin necesidad de interferir físicamente en ninguna superficie. Además, el registro del usuario facilita el seguimiento en caso de resultar positivo o incluso, notificar a los demás usuarios que han estado en el mismo recinto que un afectado por la COVID-19. A esto se suma que se dispone de un eficiente control del aforo porque en caso de sobrepasar el valor límite, la puerta no se abrirá hasta que un usuario abandone la instalación.
«El sistema es la suma de diversos controles que han frecuentado nuestras vidas después del confinamiento. Todos hemos utilizado gel desinfectante en la entrada de tiendas, oficinas, gimnasios... También hemos esperado a entrar en algún recinto debido a que el aforo estaba completo; incluso en otros tantos, nos han tomado la temperatura previa al acceso. Por este motivo, pensamos que el proyecto es novedoso, ya que la unión de todas las características comentadas crea un producto diferenciado dentro de lo que hoy es la nueva normalidad», incide Diéguez.
El proyecto, agrega Puente, puede tener una buena acogida en diferentes tipos de empresas, siempre que participen en ellas las mismas personas para identificar la tarjeta con el usuario. Por ejemplo, en hoteles, centros deportivos, agrupaciones culturales como conciertos o eventos deportivos, fábricas, centros educativos e incluso oficinas y cuerpos de seguridad del Estado.
Estos dos estudiantes han presentado sus trabajos de fin de grado, el último paso para obtener el grado en Ingeniería Industrial, Electrónica y Automática. Es cierto que, aunque los dos quieren seguir formándose tanto en conocimientos relativos a ingeniería (máster o especialización) como en otras ciencias, no descartan conocer el mundo laboral de la mano de alguna empresa del sector. Asimismo, el haber ganado el concurso de prototipos de la Escuela de Ingenierías de la Universidad de León ha supuesto «una motivación» para continuar desarrollando nuevos proyectos, así como superar retos que se les presenten.