Sin olfato, buen pronóstico de la COVID-19
Un estudio multicéntrico en el que han participado más de 5.000 enfermos confirma que la anosmia es un síntoma más frecuente en las mujeres y en pacientes menores de 65 años y, además, contribuye a una recuperación más rápida de esta infección
Un día te levantas y has perdido el olfato y el gusto. Te asustas. Eres consciente de que algo no va bien. ¿Por qué no eres capaz de oler las flores que tienes en el recibidor ni degustar esas sabrosas tostadas de aguacate con pechuga de pavo que te has preparado para desayunar? No lo sabes. Aunque la preocupación esté ahí, es una buena noticia. La anosmia está entre los síntomas más frecuentes en los enfermos por coronavirus. Ahora, un estudio multicéntrico, en el que participan el Clínico Universitario de Valladolid y el Hospital Universitario de Burgos, ha puesto encima de la mesa que la pérdida de olfato marca un buen pronóstico en el curso de esta infección que ha provocado una pandemia sin precedentes.
En concreto, se trata de un análisis amplio que evalúa factores pronósticos en pacientes ingresados por la COVID-19. Se han reclutado más de 5.000 enfermos y se estudian múltiples variables relacionadas con la enfermedad. Además, según comenta Jesús Porta Etessam, jefe de Sección de Neurología del Hospital Clínico San Carlos, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y primer autor del trabajo, han puesto el foco en valorar la anosmia, dado que en estudios previos daba la sensación de que podría ser un factor de buen pronóstico.
Un paso al frente que ha dejado conclusiones como que la falta de olfato es positiva dentro de la gravedad del diagnóstico y es un síntoma más frecuente en las mujeres (un 12,41% frente a 8,67% de los hombres), pacientes menores de 65 años y en pacientes con dolencias de riñón, pulmón, corazón, neurológicas o cáncer. De esta forma, asegura, por un lado, se estiman los factores pronósticos que ayuden a establecer preferencias a la hora de observar a los enfermos y que conllevan decisiones terapéuticas. Así, agrega, se podría hacer un cálculo del riesgo.
Otro valor añadido de este estudio, publicado en la revista Infection, es que, tal y como sostiene Jesús Porta Etessam, habla de fisiopatología, es decir, no hay que quedarse en que la anosmia implica un buen pronóstico, sino hay que preguntarse en qué se diferencia. En este sentido, apunta que los profesionales sanitarios consideran que la vía del neuroepitelio, por la proximidad a la fila olfatoria, tiene un sistema inmune especial y, con toda probabilidad, consigue que la activación de la respuesta inmunológica sea armónica a diferencia de otras localizaciones, donde se puede producir una alteración y la consiguiente cascada de citoquinas con la respuesta inflamatoria inadecuada.
En cuanto a la innovación del proyecto, el jefe de Sección de Neurología del Hospital Clínico San Carlos expone que analiza la pérdida de olfato tan frecuente en un grupo extenso de pacientes y comprueba que podría indicar un buen pronóstico. A esto se suma que tiene implicaciones no solo en el pronóstico, sino también en aspectos fisiopatológicos.
El punto de partida de este trabajo fue a mediados de marzo del pasado año, en ese momento se dieron cuenta de que la anosmia podría ser un síntoma típico de la COVID-19. De hecho, la Sociedad Española de Neurología fue de las primeras sociedades científicas en el mundo en señalar que la falta de olfato era un síntoma muy característico y que los enfermos que lo sufrían se debían estudiar y aislar. Es más, publicaron un artículo indicando que podría ser un síntoma aislado y también era el más frecuente que con otros virus. Meses después la Organización Mundial de la Salud reconoció que la anosmia era un síntoma específico.
Es una investigación pionera, en su opinión, por el análisis de un grupo de pacientes tan extenso y por establecer la relación del riesgo relativo que conlleva. La falta de olfato y la evolución del coronavirus se ha comprobado en 5.399 pacientes. Aparte de los investigadores de los centros españoles, también han participado científicos de Italia, Ecuador, Cuba…
Y es que, entre la veintena de instituciones participantes, además de la Universidad Complutense de Madrid y del Hospital Clínico San Carlos, están los hospitales madrileños de La Paz, Infanta Sofía, Nuestra Señora de América, Puerta de Hierro o Getafe; los hospitales universitarios Clínico de Valladolid, Virgen de La Arrixaca (Murcia), Álvaro Cunqueiro (Vigo) y el de Burgos; el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Habana (Cuba), y el Hospital General del Norte de Guayaquil.
Jesús Porta Etessam informa de que los enfermos suelen recuperar el olfato entre la segunda y la octava semana, aunque en algunos casos esta recuperación puede llevar hasta tres años. Los siguientes pasos se escribirán, según avanza, analizando las enfermedades neurológicas como factor de riesgo. A esto se suma que seguirán muy de cerca síntomas tan importantes como las cefaleas o los síntomas pos-COVID-19. Sobre los dolores de cabeza, precisa que han detectado uno asociado a la COVID-19 que se identifica porque empeora con la actividad y los movimientos de cabeza, que despierta por la noche a uno de cada tres pacientes, que tiene características opresivas y que en muchas ocasiones se acompaña de hipersensibilidad.
El jefe de Sección de Neurología del Hospital Clínico San Carlos confirma que el SARS-CoV-2 no invade de manera directa el sistema nervioso central, eso sí, asegura que provoca manifestaciones indirectas que en algunos pacientes son de especial gravedad. Un avance más para una enfermedad con todavía muchas incógnitas por desvelar.