Lupa a la terapia del ataque cerebral
La UVA y el Clínico desarrollan un estudio observacional en ictus para mejorar el tratamiento de los pacientes / Buscan analizar los factores pronósticos del actual procedimiento, así como el perfil de las personas que obtienen mayor beneficio.
El tiempo es oro. Actuar rápido es fundamental para minimizar las consecuencias del ataque cerebral, que es la causa de muerte más común entre las mujeres. Y es que no avisa. Se presenta y actúa. Un episodio que destroza las neuronas. El ictus se define como un déficit neurológico focal y agudo que ocurre como consecuencia de un trastorno de circulación del sistema nervioso central. Su manera de darse a conocer es variada. Algunos de los síntomas más comunes son pérdida de fuerza en las extremidades y problemas al emitir y comprender las palabras. También, aunque de manera menos frecuente, produce alteraciones bruscas del equilibrio, problemas de coordinación, visión doble o disminución del nivel de conciencia.
La esperanza de vida depende de muchas circunstancias, entre ellas el estado funcional previo del paciente –si es una persona autónoma o no para las actividades básicas de la vida diaria– y comorbilidades como hipertensión arterial, cardiopatía o tabaquismo. A esto se suman «factores cruciales» como la precocidad de instauración del tratamiento y un adecuado programa de rehabilitación tras la fase aguda del ictus.
Hay que tener muy presente que el tiempo es cerebro. No sólo en esta patología neurológica, sino en muchas otras. De ahí la importancia de conocer este tipo de dolencias. En concreto, en esta se produce una alteración de la circulación y el ordenador de a bordo trata de compensar el problema, sin embargo, llega un momento en el que los mecanismos de compensación se agotan si no se inicia una terapia a tiempo.
Ahora mismo, cuando una persona sufre un ataque de estas características y llama a los servicios de emergencia, se activa el código ictus, un «proceso complejo asistencial» que pone en marcha una cadena de trabajo entre distintos profesionales –neurólogos, radiólogos, equipos de emergencias, administrativos, celadores, enfermería…– para atender al paciente de la manera más rápida y efectiva posible.
En el caso del ictus isquémico, los tratamientos de reperfusión han evolucionado mucho en los últimos años, en especial con el desarrollo de la trombectomía mecánica, una técnica que consiste en la retirada del trombo generalmente realizado por neuroradiología intervencionista, y logra restaurar el flujo sanguíneo con buenos resultados funcionales para el paciente.
Para arrojar más luz sobre esta enfermedad neurológica, el equipo compuesto por personal de la Unidad de Ictus del Hospital Clínico Universitario de Valladolid y del grupo de investigación en Neurociencias Clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid (UVA) trabaja en un estudio observacional de la atención proporcionada a 648 pacientes con ictus que llegaron al complejo asistencial vallisoletano entre mayo de 2015 y noviembre de 2018 y recibieron terapias de reperfusión para restituir el flujo sanguínea.
El trabajo, publicado en la revista científica Scientific Reports, recoge distintas variables basales –demográficas y clínicas–, radiológicas y relacionadas con el tratamiento. Además, la médica residente de Neurología de cuarto año, Alba Chavarría, comenta que su intención fue evaluar qué evolución presentaban estos pacientes que habían sido tratados en el centro y cuántos de ellos desarrollaban complicaciones postratamiento, como transformación hemorrágica cerebral. De los 648 pacientes que se sometieron a trombectomía y fueron incluidos en este trabajo, se estudió una muestra de 107 que fueron intervenidos a partir de las cuatro horas y media del inicio de los síntomas.
El principal hallazgo del estudio, según explica, fue la identificación de un indicador con potencial utilidad en el ámbito de la neurología: la densidad radiológica del núcleo isquémico. «Aquellos pacientes con mayor grado de hipodensidad –imagen más oscura en la tomografía computarizada inicial– tendrían mayor posibilidad de desarrollar complicaciones tras el tratamiento, como la transformación hemorrágica, pero no un peor pronóstico a largo plazo, lo que no permitió identificar a un subgrupo de pacientes que no se beneficiasen de esta nueva terapia», sostiene.
Estudios previos habían utilizado otras escalas o marcadores radiológicos en fase aguda del ictus para guiar la decisión terapéutica y predecir el pronóstico. A este equipo se le ocurrió que la imagen urgente de tomografía computarizada inicial que se realiza de rutina aún podría aportar más información sobre el estado del cerebro de los pacientes y sobre su posible evolución y, por eso, se embarcaron en este trabajo, coordinado por el jefe del servicio de Neurología, Juan Francisco Arenillas.
Chavarría recuerda que el tratamiento endovascular ha supuesto «una revolución» en los últimos años. «Cada día nos llegan más enfermos con ictus candidatos a este tipo de terapia. Identificar variables radiológicas como la de nuestro trabajo que nos ayuden a predecir cómo van a evolucionar estos pacientes tras el tratamiento es de gran utilidad», apunta la médica residente de Neurología de cuarto año del Hospital Clínico Universitario de Valladolid.
En su servicio existen diversas líneas de investigación. Desde la Unidad de Ictus se recogieron de manera consecutiva datos de pacientes ingresados y sometidos a tratamiento de reperfusión endovascular desde mayo de 2015 a noviembre de 2018. «La idea de este estudio nace en el seno de un trabajo de fin de grado de Medicina de la Universidad de Valladolid. Las aportaciones de la autora de dicho TFG también fueron de gran ayuda. Participaron profesionales de muchas disciplinas y los meses que trabajamos juntos fueron una oportunidad para aprender unos de otros».
Su día a día discurre entre ictus. «Atendemos muchos, y cada día más. Es raro el día que no nos llega una urgencia de este tipo. Además, el resto de las enfermedades neurológicas también son importantes. Todo el mundo sabe lo discapacitantes que pueden ser, por lo que, todo lo que suponga mejorar la asistencia hospitalaria de nuestros pacientes y fomentar la investigación creo que siempre debería formar parte de nuestros planes de futuro», zanja Chavarría.