Descubriendo los secretos del neolítico
El profesor de la Universidad de Burgos, Eneko Iriarte, estudia el contexto ambiental de yacimientos arqueológicos, en oriente medio y sur de Europa. El último, el de Kharaysin, uno de los focos más prometedores para el estudio del neolítico.
Tan importante como descubrir restos en un yacimiento arqueológico, datarlos y conocer sus características, es definir su contexto y saber cómo se ordenan en el espacio y en el tiempo. Gracias a ello, podemos conocer no sólo los usos y costumbres de nuestros antepasados, sino entender también cómo ha influido en su evolución distintos procesos ambientales y, a su vez, cómo el entorno ha cambiado por la evolución e impacto de las sociedades.
Este, a grandes rasgos, es el trabajo que realiza el profesor de la Universidad de Burgos Eneko Iriarte y que le lleva a recorrer medio mundo colaborando con diferentes proyectos de equipos internacionales que buscan conocer más a fondo la interacción entre distintas sociedades y los cambios ambientales a lo largo del tiempo.
Este Doctor en Geología, además de ser uno de los investigadores de cabecera del Laboratorio en Evolución Humana de la UBU, coordina el módulo de Geología del Cuaternario en el Máster Interuniversitario en Evolución Humana de la universidad burgalesa y es uno de los integrantes del equipo del yacimiento del Portalón en Atapuerca. Como recuerda Iriarte, sus comienzos trabajando en yacimientos arqueológicos fueron precisamente en el yacimiento burgalés de la mano de su profesora y después compañera de la Universidad del País Vasco, Arantxa Aramburu cuanto todavía era un doctorando hace casi veinte años. Después de pasar por varias instituciones entre ellas el departamento de Arqueología y Antropología de la IMF-CSIC, se ha especializado en estudiar la evolución paleoambiental y paleoclimática durante el Cuaternario, es decir, desde hace 2,6 millones de años hasta ahora o, incluso, cuál podría ser su evolución en el futuro. «Hay muchos arqueólogos que trabajan distintas cronologías cuaternarias, pero hay muy pocos geólogos, así que hay muchos arqueólogos que demandan tu trabajo. Para mí también es muy interesante trabajar en estas cronologías para estudiar los procesos que se dan en la Tierra durante el Cuaternario y cómo interacciona con la actividad humana y al revés, que impacto tiene la actividad humana en los procesos naturales del planeta».
Como explica el propio Iriarte, su trabajo se centra en definir la estratigrafía de los materiales que se van excavando en un yacimiento, para luego describir y analizar sus características sedimentarias y cómo se ordenan en el espacio y en el tiempo. «Los arqueólogos se ocupan de los restos y de las estructuras arquitectónicas y yo me dedico a todo lo demás. Defino qué sedimentos están presentes y además me suelo perder por los alrededores para buscar y estudiar otros registros sedimentarios que completen a los del propio yacimiento. Así, podemos averiguar, por ejemplo, los motivos de porqué decidieron asentarse allí y no en otro sitio».
Desde hace más de 10 años colabora con el investigador del CSIC, Juanjo Ibáñez, que es director de varios proyectos en Oriente Próximo y con él ha trabajado en yacimientos en Siria y Líbano. Debido a la inseguridad de la zona, sus trabajos se trasladaron hace cinco años a la excavación de Kharaysin, en Jordania, donde han encontrado las primeras figuras con forma humana hechas con sílex que datan de entre 9.000 y 10.000 años y que se cree que fueron usadas en ritos funerarios. «La temática que investigamos allí es el tránsito de las últimas sociedades de cazadores-recolectores a las primeras sociedades agrícolas y ganaderas, es decir, el foco principal de la neolitización para toda Europa. Tuvimos la suerte de dar con un yacimiento espectacular en el que nos hemos encontrado con una ciudad entera que tiene las cronologías que nos interesan. Teniendo en cuenta los trabajos que vamos publicando, pronto será un referente».
Los resultados de este hallazgo se han publicado en la revista Antiquity Journal y aporta dos novedades muy interesantes. Por un lado, su singularidad en cuanto al material. Como señala Eneko Iriarte, es posible que hasta ahora haya pasado desapercibido en otros yacimientos, por su similitud con las esquirlas que salen al tallar el sílex. Para demostrar su hipótesis han comparado lo encontrado en Jordania con un yacimiento análogo cerca de Amán, Ain Ghazal, donde se descubrieron figuras de cal muy similares. Mediante diferentes procesos de análisis matemáticos de la forma de las figuras han encontrado similitudes entre ambos en cuanto a su morfología, incluso algunas de ellas se podrían identificar por su género.
Por otro lado, su segunda característica original es precisamente el hecho de que se traten de representaciones humanas, ya que hasta ese momento el ser humano no se solía representar a sí mismo. En este caso la utilización de estas representaciones simbólicas de seres humanos, se relaciona con rituales funerarios y de recuerdo, como explica el investigador de la UBU que además añade que «en el neolítico empezamos a vivir en asentamientos estables y si hay mucha gente haciendo muchas cosas en el mismo sitio, se necesita cierta organización. Entonces es fácil que se articulen comportamientos comunes en torno a muchas cosas. Es decir, se genera sentimiento de colectividad, se define qué papel tienen las personas dentro de la comunidad, etc. Creemos que, debido a estos procesos de sentimiento de colectividad y la pérdida de personas que eran referentes en distintos planos sociales, empezaron a representarlas y a recordarlas tras su muerte. Parece que tiene en cuenta a los individuos tanto en vida, como tras su muerte, y por ello empiezan a representarse. Nuestras figurillas serían uno de los ejemplos de esas primeras representaciones humanas». Ese cambio de costumbres es, precisamente, uno de los grandes enigmas a los que se enfrentan los investigadores en evolución humana.