Definidores del sustrato de las esquizofrenias
Investigadores vallisoletanos buscan dilucidar cuáles son las enfermedades que confluyen para mejorar su identificación y tratamiento
Es un puzle mental de múltiples piezas. Sus jugadores se enfrentan a enfermedades diferentes que confluyen en un mismo concepto. Y es que no solo es una definición, es mucho más. La vida pende de ese término. Su explicación puede determinar el camino para dejar atrás los síntomas positivos como los delirios, las alucinaciones , la desorganización del lenguaje y la conducta; o los síntomas negativos , entre los que se encuentran la disminución o ausencia de rasgos psicológicos que tienen las personas sanas como, por ejemplo, cierta reactividad y riqueza afectivas, un lenguaje con un contenido esperable por su nivel cultural, una capacidad básica para disfrutar de las actividades placenteras y un mínimo interés por relacionarse con otras personas.
Pero ahí no se frena el camino. Conocer más información puede llevar a seguir armando el rompecabezas, en el que también destacan las alteraciones neuropsicológicas, es decir, capacidades disminuidas, a veces de manera grave, para ejercer funciones cognitivas básicas, como la memoria verbal y la operativa , la resolución de problemas simples, la velocidad para ejecutar tareas cognitivas simples o tareas motoras o la fluidez verbal. Sin olvidar otros trastornos que de vez en cuando aparecen en el tablero de juego como son las alteraciones motoras en forma de discinesias o parkinsonismo , o alteraciones en la experiencia de sí mismo.
La esquizofrenia es el puzle de los puzles. Es un conjunto de enfermedades diferentes. No es necesario que una persona reúna todos los signos que recoge la literatura médica, sino que hay combinaciones de ellos que lo permiten. No obstante, investigadores vallisoletanos buscan dilucidar esas dolencias para poder mejorar su identificación y tratamiento.
«La forma que tenemos ahora de definir este síndrome nos lleva a pensar que se trata de una entidad natural, pero la realidad es que los pacientes son muy distintos entre sí en los propios términos en que basamos la definición, los datos clínicos, y otros relacionados con ellos, como son los neuropsicológicos o la evolución de los pacientes», explica Vicente Molina, jefe de la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica del Hospital Clínico y catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Valladolid (UVA).
Además, añade, la investigación biológica y genética revela de manera repetida que el conjunto de los pacientes muestra alteraciones cerebrales, por ejemplo, del grosor de ciertas áreas o de la manera de conectarse entre ellas, pero que muchos otros no las manifiestan.
«Si a esto unimos que la respuesta al tratamiento es bastante diferente entre casos, cabe la posibilidad de que el fracaso hasta la fecha en encontrar las bases cerebrales de la esquizofrenia se deba al modo de definirla, pues no existiría como entidad natural de la manera que lo hace, por ejemplo, la infección por estafilococos o el cáncer de páncreas».
Esta circunstancia no significa, tal y como expone Molina , que no haya una base biológica en el sustrato de los síntomas de los pacientes, sino que es demasiado diversa entre estos enfermos para considerarla un trastorno unitario. Por tanto, incide en que el objetivo clave para progresar en el conocimiento de lo que hoy se llama esquizofrenia es dilucidar qué se incluye bajo ese nombre.
Otro obstáculo importante para aclarar la base biológica de la esquizofrenia y los cuadros incluidos dentro de ella es que los medios que se usan hoy para hacerlo suelen estar muy lejos del sustrato de la función que se altera en la esquizofrenia, la vida subjetiva. «De este sustrato sabemos poco, pero sí conocemos que tiene que ver con la función coordinada de diferentes partes del cerebro, y no tanto con la actividad aislada de una u otra región», admite el jefe de la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica del Hospital Clínico.
Por esta razón, este equipo de investigación pone el énfasis en el estudio de la conectividad tanto estructural (valorando los tractos de materia blanca que conectan distintas regiones entre sí) como funcional (estudiando la sincronía de la actividad de diferentes grupos neurales durante el desarrollo de tareas). Para investigar la coordinación funcional de diferentes regiones del cerebro usan la electroencefalografía, puesto que permite valorar los rápidos cambios de actividad que tienen lugar con la actividad cerebral durante el desarrollo de tareas mentales. Además, utilizan técnicas matemáticas derivadas de la teoría de grafos para poder analizar la red cerebral en conjunto, tanto en su estructura como en su función, más que la de áreas aisladas.
El enfoque de este equipo vallisoletano consta de la utilización de técnicas que se acerquen lo más posible al sustrato de las funciones cerebrales superiores para la definición de grupos dentro de lo que se llama esquizofrenia y la validación de estos grupos con otros datos, como son los síntomas, los parámetros cognitivos o la genética.
El proyecto es innovador , a su parecer, porque hasta ahora se suele entender que la esquizofrenia es una entidad unitaria, de manera que deberían poderse encontrar rasgos que caracterizasen a todos o, al menos, a la mayor parte de los pacientes al distinguirlos de personas que padecieran otra alteración o estuvieran sanas. Sin embargo, la realidad no es así. Su equipo mostró, por ejemplo, en 2016 y en 2020 en dos muestras diferentes que existe un grupo con marcadas alteraciones de la estructura y conectividad cortical, que se acompaña de alteraciones de las funciones neuropsicológicas y otras de tipo funcional. «Creemos que esto puede ser un inicio de una redefinición de lo que llamamos esquizofrenia», apostilla.
La tecnología en la que se basa es en el uso combinado de evaluaciones clínicas y psicológicas con la utilización de técnicas, que permiten el análisis de aspectos complementarios de la estructura y función cerebrales, y de datos genéticos, de manera que obtienen una información global de cada enfermo.
«El análisis de las similitudes y diferencias de esos rasgos en grupos de pacientes permite elucidar qué grupos biológicamente homogéneos se contienen dentro de lo que denominamos esquizofrenia, y qué rasgos clínicos caracterizan a esos grupos basados en la biología cerebral»
Informa para, más tarde, agregar que usan resonancia magnética para valorar la estructura y conectividad anatómica del cerebro, electroencefalografía para evaluar la modulación de la actividad cortical con tareas cognitivas , estimulación magnética transcraneal para estudiar la función de las neuronas inhibitorias en la corteza, muestras de sangre para estudiar la genética y distintas pruebas clínicas y neuropsicológicas .
Tiene claro que la principal ventaja de este proyecto es contribuir al fracaso histórico que representa la búsqueda de la base biológica o genética de la esquizofrenia. Y es que, según incide, hasta ahora no se ha encontrado tal sustrato, lo que conduce de forma repetida a algunos a la conclusión equivocada de que la esquizofrenia es un problema que no se relaciona con alteraciones cerebrales.
«Si definimos una enfermedad como un grupo de síntomas que habitualmente se presentan juntos, como la tos, la fiebre o la dificultad respiratoria, y buscamos su base biológica, por ejemplo, con técnicas radiológicas, obtendremos hallazgos diferentes en distintos grupos que no nos permitirán definir la base de tal enfermedad, pues será distinta en diferentes casos», subraya.
Su aproximación puede permitir, al definir grupos biológicamente más uniformes, dilucidar mecanismos cerebrales alterados sobre los que actuar, que estarán presentes en grupos de casos, pero no en todas las personas con lo que hoy se llama esquizofrenia. Por ejemplo, para la regulación de los grupos neurales que se sincronizan durante la actividad mental es importante una función adecuada de las neuronas inhibitorias, que usan el neurotransmisor GABA . «Si definimos que su alteración puede ser más importante en un grupo de casos, podemos definir tratamientos adecuados para estos pacientes. Además, como estos mecanismos GABA maduran durante la adolescencia, podría ser viable identificar a las personas con más riesgo de padecer, al menos, un tipo de esquizofrenia para implementar medidas preventivas», concluye Vicente Molina.