La bióloga que mira al corazón
Esta leonesa desvela cómo incide el Bisfenol A, interruptor endocrino presente en multitud de plásticos de uso común, en el desarrollo cardiaco de la descendencia a través de la exposición paterna. Acaba de ser galardonada con el Premio Mariano Rodríguez para jóvenes investigadores.
Esta naturalista por vocación y más tarde por formación decidió escuchar la voz de la naturaleza . Lo pedía a gritos. Y es que guarda secretos y particularidades desconocidas para muchos, pero que, al descubrirlas, hace mirarla de una manera diferente. Un sentimiento de protección se apodera de cada paso, ya que la tierra es la mayor fuente de vida que existe, por eso se llama madre. Una madre que conquistó el corazón de Marta Lombó Alonso . Un corazón que también palpita al son de las letras.
El poder de los ecosistemas y, sobre todo, su curiosidad por ir más allá pesó a la hora de elegir una carrera. Esta leonesa, tras «un serio debate interno», decidió estudiar Biología en la Universidad de León (ULE) . Curso a curso sumó más información sobre el funcionamiento de su pasión. Se graduó en 2014 con el reconocimiento de Gadea Biopharma por la «brillantez del expediente académico». Más tarde, realizó su tesis de máster dentro del plan Metodología en Biología Fundamental y Biomedicina en el departamento de Biología Molecular , donde ya llevó a cabo su TFG .
En 2015 Lombó Alonso consiguió una beca de formación en el Servicio de Microscopía de esta universidad que duró siete meses, ya que logró un contrato FPI para sus estudios de doctorado en noviembre de ese mismo año. Ese instante fue un clic que marcó un antes y un después. A partir de ese momento, su carrera científica se centró en descifrar cómo los tóxicos ambientales son capaces de alterar la contribución paterna al desarrollo embrionario, poniendo especial atención en la información epigenética.
A lo largo de su tesis doctoral la leonesa trabajó en otros centros de investigación como la Universidad de Murcia, el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo en Sevilla y el Laboratorio de Fisiología y Genómica de Peces en Rennes (Francia). Los resultados obtenidos del proyecto de investigación en el que se enmarca su tesis han sido publicados en varias revistas y conferencias internacionales (17 pósters y dos comunicaciones orales). Pero ahí no se frenan sus medallas. La última de las metas que ha atravesado esta leonesa es la de doctora en Biología Molecular con mención internacional y por compendio de publicaciones summa cum laude en noviembre de 2019.
En abril comenzó a trabajar como investigadora en la empresa EntoGreen, cuya estrategia se basa en la revalorización de residuos por medio de la mosca negra soldado y la obtención de productos derivados de dicho insecto, entre ellos el quitosano. Además, sigue participando en los proyectos llevados a cabo por la catedrática Paz Hérraez , quien fue su directora de tesis, como colaboradora honorífica.
«El objetivo es continuar con los experimentos que empecé sobre cómo el bisfenol A, un componente de los productos plásticos de uso cotidiano afecta a las células cardiacas en desarrollo. Para ello, exponemos cardiomioblastos de rata a BPA y analizamos los efectos del tóxico a nivel genético y epigenético. Con este modelo in vitro lo que pretendemos es establecer los mecanismos moleculares a través de los cuales el BPA es capaz de interferir en el desarrollo cardiaco».
En su opinión, tanto en Castilla y León como en España existen equipos de investigación que han obtenido grandes logros dentro de la ciencia básica y aplicada , pero también están los grupos de jóvenes emprendedores que apuestan por proyectos innovadores en el sector privado. Un entramado potente que contrarresta con la inversión en ciencia.
En este sentido, Lombó Alonso afirma que la inversión en ciencia es «alarmante». Según expone, tan solo se dedica un 1,24% del PIB a este sector, muy lejos de la media europea del 2%. De igual forma, la bióloga leonesa lamenta que la burocracia de los propios centros y de las comunidades autónomas ralentiza la gestión de ayudas obtenidas tras un proceso de competencia feroz. De hecho, añade, algunos laboratorios se ven obligados a parar su actividad, incluso en las épocas más fructíferas, y a despedir a trabajadores ante la falta de financiación.
«La Junta y las universidades de la Comunidad financian proyectos de investigación y ayudas en las diferentes etapas del personal investigador», declara para, a continuación, agregar que todavía es necesaria una mayor implicación que permita reforzar la innovación dentro de la región, garantizando un futuro y una estabilidad laboral para los jóvenes.
Y es que, a su parecer, Castilla y León tiene un gran potencial para la innovación y el desarrollo tecnológico: los pequeños grupos y las universidades consolidadas de investigación de las universidades públicas, el sector de la automoción, el creciente tejido industrial que se ha creado en León en torno a la biotecnología y, por último y no menos importante, el sector agropecuario que impulsa la vida rural.
«Tampoco hay que olvidar el compromiso de impulsar energías alternativas, el cual servirá no solo para lograr una verdadera reconversión sino también para conseguir devolver la riqueza y los puestos de trabajo a las olvidadas zonas mineras».
Intenta ser positiva y piensa que las administraciones sí que trabajan para que la región sea puntera, si bien la marca de Castilla y León está precedida por el envejecimiento y el éxodo de jóvenes a otros lugares, lo que se traducirá, en poco tiempo, en falta de personal cualificado para alcanzar la prosperidad investigadora.
Marta Lombó Alonso , galardonada con el premio Mariano Rodríguez para jóvenes investigadores, manifiesta que la sociedad es capaz de reconocer la innovación y el talento, sobre todo en momentos críticos como los vividos en los últimos meses. Sin embargo, a su juicio, la sociedad está muy distanciada de la ciencia y esto actúa en perjuicio de ambas.
«La ciencia debe estar al servicio de la sociedad, pues una parte de los presupuestos públicos se destinan a ella. Así pues, si dejamos de lado la divulgación científica y no transmitimos los resultados obtenidos al público general, éste no entenderá nunca la importancia de invertir en investigación e innovación», afirma.
Otra cuestión que pone encima de la mesa es la situación de los jóvenes. Considera que están muy preparados, no obstante, en muchos casos solo han tenido dos opciones: dejar de lado sus ambiciones profesionales, aceptando trabajos precarios en sectores de mayor actividad como el turístico y la hostelería, o bien emigrar a países donde se necesita personal cualificado y los sueldos son acordes a su formación.
La bióloga leonesa tiene claro que todo apunta a una nueva crisis económica desencadenada por la pandemia . Por tanto, recomienda utilizar el escenario actual como una nueva oportunidad para convertir la innovación y el desarrollo en los ejes centrales de la economía. «Pienso que una gran parte de la sociedad es, en este momento, más consciente de la importancia que tiene la investigación en el mantenimiento y mejora del bienestar de la ciudadanía. Por tanto, creo que es el momento idóneo para apostar por una mayor inversión en ciencia que pone freno a la salida sin retorno de jóvenes investigadores y que promueva una generación de riqueza nacional independiente del sector servicios», concluye Marta Lombó Alonso.