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Los celiacos invisibles, al descubierto

Un estudio, en el que participa la UEMC, desvela que la talla y el peso se ven afectados antes de que comience la enfermedad / Conocer esta información ayuda a realizar un seguimiento y control más exhaustivo. Por E. Lera

Paula Crespo Escobar, profesora de la UEMC y dietista-nutricionista del Hospital Campo Grande de Valladolid. EL MUNDO

Paula Crespo Escobar, profesora de la UEMC y dietista-nutricionista del Hospital Campo Grande de Valladolid. EL MUNDO

Publicado por
Estibaliz Lera

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No es una intolerancia alimentaria ni una alergia, es una enfermedad autoinmune que produce daño intestinal . Además, tiene un componente genético. Su peculiaridad es la manera en la que aparecen los síntomas. De hecho, es conocida como la enfermedad camaleónica por la variedad de formas con las que da la cara . Por un lado, está la clásica, que suele ser más típica en niños y es la que cursa síntomas gastrointestinales: diarrea crónica, vómitos, cambios de carácter, retraso en el crecimiento, estancamiento o pérdida de peso, talla baja, falta de apetito, distensión y dolor abdominal. Por otro, está la atípica, que debuta con anemia, estreñimiento, dermatitis herpetiforme, alteraciones de las transaminasas, síntomas neurológicos, defectos en el esmalte dental, trastornos reproductivos y abortos de repetición en mujeres. 

A este dúo se une la asintomática. Se diagnostica por casualidad y no presenta ningún síntoma . Cuando se hace la biopsia para comprobar el daño intestinal, sí que se observa ese daño. ¿De qué dolencia se habla? La celiaquía. Su prevalencia se estima que ha aumentado en las tres últimas décadas, siendo una de las enfermedades de transmisión genética más frecuentes en los países de población caucásica. En la actualidad no tiene cura. Una vez que debuta, hay que seguir una dieta libre de gluten de por vida. 

Ahora bien, ¿cómo se puede avanzar y anticiparse a ella? Con investigación. El estudio del proyecto PreventCD , en el que participa la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC), se realizó para comprobar si la enfermedad celiaca en sujetos de riesgo genético podría prevenirse introduciendo el gluten en pequeñas cantidades entre los 4 y 6 meses, que es cuando se introduce la alimentación complementaria, mientras el bebé recibía lactancia materna. «Esta hipótesis se basaba en numerosos estudios que indicaban que la introducción precoz del gluten en niños de riesgo, que nunca se había hecho hasta la fecha, podría suponer una ventana de oportunidad para prevenir la enfermedad celiaca», expone Paula Crespo Escobar, profesora y dietista-nutricionista del Hospital Campo Grande de Valladolid. 

El equipo internacional partió de esa hipótesis y entre 2007 y 2010 reclutaron 944 recién nacidos con riesgo genético de enfermedad celiaca de siete países europeos –Croacia, Alemania, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia y España– e Israel. Se aleatorizaron los sujetos en dos grupos, un grupo recibió a diario entre los cuatro y seis meses 200 miligramos de gluten y otro grupo, placebo. 

A partir de los seis meses se dejó un consumo libre de gluten , pero se fue cuantificando cada dos meses mediante registros alimentarios para tener información detallada de la alimentación de los bebés. De igual forma, desde los cuatro meses hasta los tres años, se siguieron, de forma exhaustiva y con el mismo protocolo, a todos los participantes, recogiendo datos de peso, talla, medidas antropométricas, datos familiares, datos sobre el crecimiento, registros alimentarios de los niños y los familiares, muestras de sangre y muestras de leche materna de las madres, entre otros. 

El primer objetivo de la iniciativa era analizar si a los tres años, la frecuencia de la enfermedad celiaca era diferente entre los que habían recibido gluten o placebo, y poder confirmar o no la hipótesis de que la introducción precoz en niños con riesgo de enfermedad celiaca podría prevenir su desarrollo. Hoy en día, 13 años después del inicio, un gran porcentaje de esos niños tiene revisiones, en las que se siguen recogiendo datos claves para poder seguir investigando. 

En este sentido, la profesora de la UEMC indica que toda la información ha dado lugar a «conclusiones significativas» que fueron publicadas en The New England Journal of Medicine . En este punto, detalla que, por ejemplo, descubrieron que la frecuencia de enfermedad celiaca en el grupo que recibió gluten era similar a la del grupo que tomó placebo. «Eso significa que la introducción de gluten precoz y en pequeñas cantidades no tiene un efecto preventivo en niños con riesgo de enfermedad celiaca».

También que las niñas con riesgo genético de celiaquía tienen «un riesgo significativamente mayor» de desarrollar la enfermedad que los niños. Sin olvidar, agrega, que la lactancia materna, ya sea exclusiva o no, no influye ni protege frente al desarrollo de la enfermedad celiaca. «La cantidad de gluten consumida durante los tres primeros años de vida no es un factor de riesgo asociado al desarrollo de enfermedad celiaca hasta los seis años para la mayoría de los genotipos HLA», subraya para, a continuación, añadir que este punto fue «un gran avance» , ya que algunos estudios sugerían que, si el gluten es lo que desencadenaba la reacción inmunológica, cuanto más gluten se consumiese, más riesgo habría de desarrollar la enfermedad. «Ahí se vio que no».

A estas conclusiones se sumó que los niños con riesgo de enfermedad celiaca comienzan a desviarse del patrón de crecimiento de peso y talla de la población general antes de que aparezcan los síntomas. «En el caso de las niñas, el desvío del patrón es más significativo y aparece desde los cuatro meses», apostilla. 

Los primeros resultados fueron «muy importantes» porque dieron lugar a la actualización de las Guías Europeas de introducción de alimentación complementaria de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica, para indicar que la introducción del gluten podía hacerse a los seis meses sin riesgo. 

Los últimos hallazgos publicados sobre el patrón de crecimiento son «de gran valor clínico», en especial en los asintomáticos porque se puede sospechar de un caso de enfermedad celiaca de manera más precoz en aquellos niños de riesgo en los que se detecte un estancamiento ligero del peso o de la talla. «Esto permitiría hacer un seguimiento y control para el desarrollo de enfermedad celiaca más exhaustivo, evitando las consecuencias de un diagnóstico tardío, como podrían ser deficiencias nutricionales», resalta Crespo Escobar.

De cara al futuro avanza que a corto y medio plazo van a continuar con el seguimiento de la cohorte, recogiendo datos y muestras biológicas, que permitan seguir analizando cómo se comporta la enfermedad celiaca en sujetos de riesgo. Desde que se inició en 2010 hasta la fecha, a su parecer, se ha avanzado mucho en el campo del análisis de datos. «Esta situación nos ha posibilitado que podamos explotar con más precisión los datos recogidos. Todavía hay muchos análisis en marcha que nos ayudan a descubrir grandes avances en este campo». 

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