Diario de Castilla y León

SALAMANCA

El ‘retrato robot’ del coronavirus

Investigadores del IBSAL y del CIC buscan identificar pacientes que tienen más riesgo de padecer la COVID-19 / Ponen el foco en el sistema inmune a través de marcadores de más de 250 poblaciones de células

Investigadores del Centro del Cáncer y del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca. EL MUNDO

Investigadores del Centro del Cáncer y del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca. EL MUNDO

Publicado por
Estibaliz Lera

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Las pistas no conducen a ninguna parte o no se sabe muy bien por dónde tirar. Están en un callejón sin salida. Es hora de crear un retrato robot que recoja toda la información posible. En él deben reflejarse bien los rasgos identificativos. Por ejemplo, si este reportaje versase sobre un criminal de carne y hueso habría que preguntar a los testigos acerca del triángulo formado por los ojos, la nariz y la boca, ya que definen la expresión que es lo que más interesa. Se buscan rasgos generales , no una copia exacta, ni tampoco se pretende hacer una fotografía. La imagen se basa en recuerdos de los testigos. 

En este caso el culpable de los fallecimientos es invisible. No se le puede poner cara, por desgracia, pero sí recopilar datos para acorralarle de tal manera que caiga fulminado. El coronavirus es muy letal y se transmite con mucha facilidad. Lo demuestra a diario. Por este motivo, los científicos se baten el cobre para plantar cara a una infección con un balance demoledor: siete millones de casos en el mundo y más de 400.000 muertes . Y lo llevan a cabo como mejor saben hacer de la mano de la investigación.

Un equipo del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL) y del Centro de Investigación del Cáncer (CIC) pretende mejorar el diagnóstico y el manejo clínico de los pacientes infectados por SARS-CoV-2 a través de la identificación temprana de factores de riesgo vinculados con una respuesta deficiente del sistema inmune frente a este virus, en especial en adultos de edad avanzada, ingresados en el Hospital Universitario de Salamanca, que se relacionen con una mayor gravedad del cuadro clínico y una evolución desfavorable de la enfermedad.

Plantean la hipótesis de que la presencia de un sistema inmune envejecido, reflejado entre otros biomarcadores, en la presencia de pequeños clones de células B circulantes en sangre periférica (y la inmunodeficiencia secundaria asociada a esta condición) influiría «de forma determinante» en la gravedad de los síntomas y en la evolución desfavorable de la infección en pacientes mayores de 50 años. «En el estudio pretendemos por tanto investigar la presencia de estos pequeños clones de linfocitos B anormales y medir en paralelo el estado del sistema inmune de pacientes infectados, conectando ambos parámetros con el curso asintomático, leve o grave de la enfermedad», explica Alberto Orfao , profesor catedrático del Departamento de Medicina de la Universidad de Salamanca e investigador del IBSAL y del Centro del Cáncer.

Para ello se proponen explorar de manera sistemática la presencia de clones de linfocitos B en la sangre de estos pacientes; estudiar de forma detallada el estado de su sistema inmune, a través de la aplicación de marcadores que permiten identificar más de 250 poblaciones de células del sistema inmune circulantes en sangre; relacionar los parámetros anteriores con las características clínicas de los pacientes, asociadas a una mayor gravedad y peor evolución a corto plazo de la afección, e identificar parámetros relacionados con un sistema inmune envejecido que pudieran ayudar a seleccionar, de manera más temprana, las características clínicas de los pacientes, los grupos de riesgo con mayor probabilidad de evolucionar a formas graves de la COVID-19 y realizar la correspondiente validación clínica.

Alberto Orfao explica que el sistema inmune constituye «uno de los tejidos del organismo que sufren mayores cambios» a lo largo de la vida. En las etapas tempranas, agrega, está preparado para poder reconocer cualquier microorganismo con el que pueda entrar en contacto, y en la transición hacia la edad adulta el sistema inmune, aunque en general sigue siendo capaz de responder frente a virus o bacterias con los que no ha contactado nunca, empieza sobre todo a partir de los 50 años a comportarse como si ya hubiese aprendido todos los posibles microorganismos que nos rodean, en especial los de nuestra flora.

«Este comportamiento se ve acentuado a partir de los 50 años, pero con importantes diferencias entre distintas personas. En gran parte, por eso, la edad es uno de los factores de riesgo más importantes a la hora de determinar cómo cada individuo se comporta frente a la dolencia que no es más que un nuevo microrganismo», sostiene el investigador. Además, comenta que ese envejecimiento y el comportamiento del sistema inmune envejecido es distinto y más acelerado en el hombre respecto a la mujer, siendo el sexo masculino otro de los factores asociados a mayor gravedad por la COVID-19. Por lo tanto, incide en que estudiar el estado del sistema inmune de cada individuo puede permitir, junto a la edad, sexo y otras comorbilidades, conocer de antemano el riesgo que tendrá de sufrir una infección más o menos grave. 

La innovación del proyecto es doble. Por un lado, expone que el estudio parte de una hipótesis novedosa que asienta sobre la posibilidad de que la presencia de pequeños clones de linfocitos B y otros parámetros − «fáciles de conocer y medir» , apostilla Orfao− que reflejan el estado del sistema inmune puedan actuar como marcadores de envejecimiento y susceptibilidad a infecciones graves. A esto se suma, subraya el profesor catedrático del Departamento de Medicina de la Universidad de Salamanca, que de demostrarse esa hipótesis sería fácil disponer de forma sencilla de una prueba que al igual que un hemograma, reflejara en un análisis de sangre de rutina cual es el estado real del sistema inmune. 

En este momento están terminando la primera fase del proyecto basada en el análisis de una serie de personas (más de 200) que se han infectado con el virus SARS-CoV-2 y en los que han analizado el estado del sistema inmune en su vertiente celular. En las próximas semanas, tendrán datos preliminares de esos análisis y sabrán si se confirma la hipótesis. En la siguiente etapa, avanza que tienen planificados una serie de estudios adicionales que de corroborarse la teoría ayudarán a entender mejor los mecanismos que hacen que el sistema inmune reaccione de forma diferente en pacientes con enfermedad asintomática o leve frente a los que han padecido una patología grave.

A su parecer, la gran ventaja de esta iniciativa está en llegar a conocer mejor la situación sobre la que se investiga y sobre todo los mecanismos implicados en la misma, en este caso la respuesta inmune variable y heterogénea en distintas personas frente al coronavirus. Al conocer esos mecanismos, asegura que se dispondrá de información que permitiría identificar biomarcadores que reflejen con alta probabilidad la ocurrencia de una respuesta adecuada o inadecuada a este virus y otros microorganismos.

«Con ello podemos, por un lado, elaborar test que nos permitan conocer el riesgo individual a padecer una infección leve versus grave, a la vez que el conocimiento generado nos ofrecerá la posibilidad de desarrollar estrategias de inmunización activa o terapéuticas adaptadas a cada individuo, acercándonos a una medicina personalizada de precisión», considera.

En su elaboración han participado, de momento, 218 pacientes y más de 25 investigadores, entre los que se incluyen expertos de diferentes especialidades de los servicios de Medicina Interna, la Unidad de Enfermedades Infecciosas, Cuidados Intensivos o Hematología del Hospital Universitario de Salamanca y del IBSAL, así como del Centro del Cáncer y de la USAL, incluidos investigadores de los servicios de Nucleus y personal médico y de enfermería del Centro de Referencia Estatal de Atención a Personas con Enfermedad de Alzheimer y otras demencias (CREA). 

Orfao admite que es prematuro adelantar resultados, no obstante, dice que en los análisis preliminares realizados sobre los primeros 150 pacientes se confirma la hipótesis. De hacerlo, celebra, pretenden entender mejor los mecanismos implicados en el envejecimiento del sistema inmune y desarrollar con la industria biotecnológica de Castilla y León herramientas que puedan aplicarse «a corto plazo» para determinar el riesgo individual en la población mayor de 50 años. 

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