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El circuito que protege las arterias

Investigadores de la UEMC y del Clínico de Valladolid trabajan en un programa para pacientes con arteriopatía periférica que combina la caminata supervisada con ejercicios de fuerza en intervalos de intensidad media. Por E. Lera

Alejandro Santos Lozano, vicerrector de Internacionalización, Cultura Científica y Transferencia de la UEMC. EL MUNDO

Alejandro Santos Lozano, vicerrector de Internacionalización, Cultura Científica y Transferencia de la UEMC. EL MUNDO

Publicado por
Estibaliz Lera

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La arteriopatía periférica es una afección de los vasos sanguíneos que irrigan las piernas y los pies. Se presenta a causa del estrechamiento de las arterias en las extremidades inferiores y es frecuente la coexistencia de esta enfermedad con la lesión vascular en otras localizaciones, como son las arterias del corazón o del cerebro. Por ello, es importante su diagnóstico precoz para mejorar la calidad de vida y reducir el riesgo de eventos secundarios mayores, como el infarto agudo de miocardio o el ictus cerebral. 

Tiene una elevada prevalencia: el 3,7% de los varones y el 2,6% de las mujeres. De hecho, aumenta en personas mayores de 60 años, siendo del 6-12%, respectivamente. El perfil del enfermo suele ser fumador, con diabetes mellitus, hipertensión arterial, colesterol en sangre, obeso y sedentario. ¿Y cómo se manifiesta? Con dolor en los músculos de la pierna o del muslo con la deambulación. 

Cuando la dolencia progresa y la arteria presenta una estenosis muy pronunciada o incluso la obstrucción completa de la misma, los pacientes llegan a tener dolor en las extremidades inferiores incluso en reposo, sin necesidad de realizar ningún ejercicio muscular. En esta fase es necesaria la cirugía de revascularización por el elevado riesgo de pérdida de la extremidad. Es más, el pronóstico del procedimiento realizado es mejor cuanto más próximo sea el sector arterial afectado. 

¿Y cómo se puede mejorar? Investigadores de la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC) y del Hospital Clínico Universitario de Valladolid trabajan en un programa que combina la caminata supervisada con ejercicios de fuerza en intervalos de intensidad media. Además, persiguen determinar si un mayor volumen de ejercicio podría redundar en mayores adaptaciones positivas. Todo para facilitar la adherencia porque sin ella no puede haber eficacia a largo plazo. 

«Los pacientes asignados al grupo experimental están llevando a cabo el protocolo de caminata supervisado recomendado en las guías. Pero una vez terminado el ejercicio de caminata, comienzan un circuito compuesto por seis ejercicios, realizados con resistencias ligeras o con el peso corporal: sentadilla, peso muerto, marcha y subidas a un escalón, empujes y tracciones con resistencias elásticas», explica Lourdes del Río, jefa de la Unidad de Angiología y Cirugía Vascular del Clínico y profesora de la UEMC para, más tarde, añadir que deben realizar 10 repeticiones de cada ejercicio antes de pasar al siguiente. 

El protocolo de ejecución, según apunta Juan Martín-Hernández , coordinador académico del grado de Actividad Física y Deporte, se basa en el modelo As Many Rounds As Possible (AMRAP); es decir, los pacientes deben completar tantas rondas como puedan de este circuito en un tiempo determinado: 20 minutos. Y la intención no debe superar una valoración subjetiva de 7 puntos sobre 10.

Para Alejandro Santos Lozano , vicerrector de Internalización, Cultura Científica y Transferencia de la UEMC, los programas de ejercicio combinados con un manejo agresivo de los factores de riesgo cardiovascular ofrecen la posibilidad de modificar el curso clínico de la enfermedad: reducir los síntomas de los miembros inferiores, mejorar la capacidad física y reducir la aparición de eventos cardiovasculares. Por esta razón, a su juicio, podrían desarrollarse en el servicio de rehabilitación de los hospitales como tratamiento complementario a la modificación de los factores de riesgo, terapia específica para la arteriopatía periférica y tratamiento de profilaxis secundaria frente al proceso aterosclerótico generalizado. 

La parte innovadora, tal y como expone Del Río, reside en la combinación del circuito propuesto con la caminata, que se lleva investigando más de 70 años y debe realizarse en series de cinco minutos a una velocidad en la que el paciente sienta un dolor de claudicación leve o un dolor de claudicación de moderado a intenso en 10 minutos. El ejercicio debe retomarse una vez que haya desaparecido el dolor y cada sesión debe progresar hasta acumular 50 minutos de trabajo y realizarse al menos tres días por semana. 

«La ventaja del entrenamiento en circuitos con este tipo de resistencias es que los ejercicios que los pacientes pueden realizar son prácticamente ilimitados, y pueden variarse en el tiempo y adaptarse a sus preferencias, así como a cualquier cantidad de material y espacio disponibles», subraya Santos-Lozano. 

Y es que la meta de los programas de rehabilitación vascular es ayudar a los enfermos a recuperar una vida lo más normal posible, aumentar la distancia de claudicación lo más rápido posible dentro de las limitaciones que la enfermedad vascular le pueda ocasionar y buscar una mejoría física, psicológica y social, sostiene Martín-Hernández, que afirma que los pacientes presentan una reducción de la frecuencia cardiaca, de la presión arterial y de la grasa corporal, además de mejorar el control de los factores de riesgo cardiovascular. 

Los tres investigadores de la Universidad Europea Miguel de Cervantes aseguran que uno de los motivos por los que el ejercicio no se prescribe más frecuentemente como terapia es la falta de medios técnicos y humanos para ello. «La sanidad debe avanzar en este aspecto, pero también la investigación debe adaptarse . Hay trabajos que han demostrado que la caminata urbana es tan eficaz o más que la caminata supervisada. Ni que decir tiene que es mucho menos gravosa para el paciente, que no tiene que desplazarse a la institución tres días por semana, y para el sistema sanitario. Este tipo de ejercicios puede realizarse también en el domicilio, sin ningún material, o utilizando objetos cotidianos como resistencias, como mochilas o garrafas de agua. La crisis sanitaria a la que nos estamos enfrentando ha destapado la imaginación y la solidaridad de cientos de profesionales del ejercicio físico, que ofrecen gratuitamente alternativas caseras de este tipo para paliar el sedentarismo durante el confinamiento», reflexionan.

El proyecto surgió, puntualiza Del Río, dentro de una de las líneas prioritarias del grupo i+HeALTH que se basa en estudiar los efectos de la actividad física y del ejercicio en poblaciones especiales. Ya tienen la experiencia en el entrenamiento de otro tipo de pacientes con patologías crónicas, lesionados medulares o personas bajo tratamiento oncológico y en todos ellos, recalcan, el ejercicio físico o aumentar sus niveles de actividad ha servido para mejorar su capacidad funcional y calidad de vida, ralentizar el progreso de la enfermedad o disminuir los efectos secundarios asociados a la medicación farmacológica.

Dado que los pacientes con enfermedad arterial periférica son una población sensible para mejorar con el tratamiento coadyuvante de ejercicio, definieron junto con la médica rehabilitadora Montserrat de la Fuente un programa que, según su hipótesis, amplificará la mejora de los pacientes en comparación con un programa tradicional de rehabilitación.

El proyecto comenzó a principios de año. Las intervenciones las está realizando el doctorando Saúl Peñín y este estudio forma parte de su tesis doctoral. En principio el proyecto finalizará dentro de tres años, pero avanzan que, dado el parón actual debido a la situación crítica del país, seguramente se alargue. «En estos momentos la prioridad del Sistema de Salud Nacional y de nuestros compañeros sanitarios e investigadores es poder ayudar a las personas diagnosticadas de la COVID-19 y centrar las investigaciones biomédicas en disminuir su propagación y encontrar un tratamiento y una vacuna», concluyen.

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