PERSONAJES ÚNICOS / MICHAL LETEK
Fármacos con varias acepciones
El biólogo busca reposicionar medicamentos que ya se usen a nivel clínico para otros fines y que puedan ser reutilizados para tratar infecciones causadas por bacterias que contaminen células humanas / Expone que se necesitan de media 10 años y 3.000M€ para hallar nuevos antibióticos
Michal Letek nació en Polonia, pero cuando cumplió tres años la música clásica le llevó a España. Sus padres decidieron dar ese salto para seguir los acordes que ponían la banda sonora a su día a día. Vivió en varias ciudades porque cambiaban muy a menudo de orquesta, así que se acostumbró a las mudanzas. Su maleta siempre estaba lista para continuar el camino.
Cuando llegó la hora de decantarse por una carrera, optó por cursar Biología en la Universidad de León. Fue su profesor de Bachillerato quien le inculcó la pasión por esta titulación sin saber muy bien qué iba a hacer al terminarla. Pronto se dio cuenta de que la microbiología era un campo fascinante. A partir de ese momento decidió centrarse en llegar lo más lejos posible para convertirse en investigador.
«Es un camino muy competitivo, donde nos evalúan constantemente para poder seguir teniendo financiación, así que es importante destacar de alguna forma. Al principio solo puedes hacerlo mejorando tu expediente académico, luego es importante publicar mucho y en buenas revistas científicas y, al final, hay que moverse bastante para aprender todo lo que puedas en un espacio de tiempo corto y traértelo de vuelta a tu lugar de origen», relata.
Cuando se graduó en 2002, decidió realizar el doctorado en el Área de Microbiología de la Facultad de Biología y Ciencias Ambientales, bajo la supervisión de los profesores José Antonio Gil y Luis Mariano Mateos. Para ello, consiguió una beca predoctoral de Formación de Profesorado Universitario que cubrió su salario durante cuatro años, los que invirtió en estudiar la división celular de bacterias, con el fin de identificar nuevas dianas de antimicrobianos.
Por aquel entonces, estas becas predoctorales también incluían partidas para realizar estancias en grupos de investigación en el extranjero. Gracias a eso Letek visitó laboratorios punteros en su campo de investigación de la Universidad de Oxford, la Universidad de Texas en Houston y la Universidad de Lund (Suecia). De todas esas estancias, se quedó con la primera en el Reino Unido.
Así que en cuanto terminó la tesis, en 2007, se incorporó al laboratorio del profesor José Antonio Vázquez-Boland, que en ese momento trabajaba en las universidades de León y Bristol, y después trasladó su grupo de investigación a la Universidad de Edimburgo. «Allí aprendí mucho sobre la genómica de una bacteria que era capaz de infectar células del sistema inmune de animales y humanos. Me fascinó la capacidad que tienen estas bacterias y muchas otras de interaccionar con el hospedador de formas muy sofisticadas. El problema era que no tenía ni idea de cómo estudiar a la célula hospedadora infectada, ya que mi perfil era muy sesgado hacia la microbiología y vi que había mucho por hacer en este campo desde el ámbito de la biología celular», subraya.
El siguiente paso para poder acercarse al conocimiento más preciso fue solicitar varios contratos para poder trabajar como investigador postdoctoral en el Centro del Cáncer de Salamanca, en el grupo del doctor Felipe Pimentel-Muiños. El objetivo que tenía en mente era aprender todo lo posible sobre biología celular para seguir estudiando patógenos intracelulares desde el punto de vista de la célula infectada.
Consiguió dos contratos postdoctorales, uno financiado por el programa Juan de la Cierva y otro por el programa JAE-DOC del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Gracias a ellos estuvo en la capital del Tormes cuatro años. Su tesón por lograr su sueño no cejaba. En 2013 empezó a buscar oportunidades para montar su propio grupo de investigación.
En ese momento llegó una oferta de una plaza de profesor ayudante doctor en una universidad de Londres, en la University of Roehampton. «Era una universidad pequeña y por aquellos años estaba más centrada en docencia que en investigación, pero me gustó mucho el sitio. Está localizada entre Wimbledon y el parque de Richmond, una zona muy verde, llena de parques y bosques. Además, Londres es una ciudad enorme, con muchos centros punteros de investigación de primera línea, así que podía interaccionar con una red de investigadores excelente».
El biólogo leonés se embarcó en la aventura. Por suerte, comenta, su universidad empezó a invertir en desarrollar proyectos de investigación prometedores en biología y biomedicina. Además, cuenta que le financiaron un proyecto de investigación que tenía en mente desde hacía ya un tiempo. Estuvo seis años en ese centro, y durante un año sabático en 2015 empezó otra línea de investigación en colaboración con el laboratorio donde hizo su tesis doctoral en León.
«Han sido unos años muy fructíferos, hemos publicado una docena de artículos científicos y he codirigido tres tesis doctorales». Por todo ello, ha podido conseguir de manera reciente un contrato financiado por el programa Beatriz Galindo, que está centrado en atraer a investigadores que han realizado parte de su carrera profesional en el extranjero. Este pasaporte le ha permitido trasladar su trabajo a la Universidad de León, donde está arrancando varias líneas de investigación.
Michal Letek está centrado en buscar nuevas terapias para frenar la infección causada por bacterias que pueden contaminar células humanas, los llamados patógenos intracelulares. «Nuestro objetivo es reposicionar fármacos que ya se usen a nivel clínico para otros fines y que puedan ser reutilizados para tratar infecciones causadas por estas bacterias. Esto es importante porque estas bacterias están adquiriendo resistencias a antibióticos rápidamente, y el reutilizar fármacos que ya se usan con otros fines médicos puede acortar los plazos para poder encontrar nuevas terapias. Después de todo, ya sabemos sus efectos secundarios, las concentraciones máximas que podemos utilizar en pacientes, etc. Esta estrategia es la que se está usando en la actualidad para localizar de forma rápida fármacos que puedan ser utilizados para pacientes ingresados en las UCIS por la COVID-19», explica para, a continuación, añadir que es clave descubrir nuevas formas de tratar a pacientes infectados por bacterias que adquieren resistencias a antimicrobianos porque es cada vez más complicado hallar nuevos antibióticos.
¿Por qué? Apunta que la razón es simple: «De media se necesitan 10 años y 3.000 millones de euros para dar con un nuevo fármaco que sea aprobado para su uso médico. Y las grandes farmacéuticas no están tan interesadas en encontrar nuevos antibióticos, ya que las bacterias resistentes a cualquier nuevo fármaco suelen aparecer poco después de usarlo en clínica, y por tanto el desarrollo de nuevos antibióticos no suele ser rentable».
Sin embargo, deja claro que hay miles de fármacos en el mercado que se han desarrollado para tratar otras enfermedades y en muchos casos se desconoce si pueden tener un uso para controlar infecciones de patógenos como Staphylococcus aureus. En este punto, el biólogo recuerda que las bacterias multirresistentes causan más de 30.000 muertes todos los años en la Unión Europea.
También estudian patógenos de la misma familia que las bacterias que causan la tuberculosis, la lepra o la difteria. En su laboratorio han trabajado durante muchos años en Rhodococcus equi, una bacteria que infecta a macrófagos de humanos y animales. A esta línea de investigación se unen otros trabajos que tienen como meta hallar cepas probióticas que permitan inhibir las infecciones causadas por bacterias intracelulares capaces de infectar células del intestino humano, incluyendo salmonela y listeria. Cuentan ya con «resultados preliminares muy prometedores».
El cierre lo pone la creación de un grupo multidisciplinar para buscar nuevas terapias frente al coronavirus. Según expone, hay muchos investigadores que están aparcando sus proyectos para aportar su granito de arena. Ahora mismo este equipo leonés está estudiando la posibilidad de usar su experiencia en patógenos intracelulares para buscar nuevos remedios para la enfermedad causada por el SARS-CoV-2.
En su opinión, las administraciones de Castilla y León invierten mucho en instalaciones y equipamiento, lo que puede ser «la envidia» de otros centros de investigación internacionales. «El problema es que no hay tanta financiación para contratar a la gente que pueda utilizarlos». Por ello, sostiene que existen «unas posibilidades increíbles» para hacer investigación en la Comunidad, pero bastantes centros están muy vacíos y eso tiene «un fuerte impacto» en el trabajo de los investigadores.
«Nuestros mejores estudiantes tienden a irse fuera para poder conseguir financiación para sus doctorados. Además, la edad media de la región académica actual es muy alta, se necesita atraer a más investigadores junior que vengan con nuevas líneas de trabajo y experiencia desarrollada en los mejores centros académicos. Creo que en España hay centros de investigación punteros a nivel mundial, y lo han conseguido porque han invertido en su capital humano», considera el biólogo leonés.
Lo que falta, a su juicio, es invertir más y de forma continuada. «Nuestra sociedad tiene que concienciarse que invertir en ciencia es la única opción que tenemos para crear empleo de calidad a largo plazo. Los países ricos son los que mayores porcentajes de su PIB invierten en ciencia y esto es algo que debemos tener en muy cuenta: la inversión en ciencia se convierte en riqueza», concluye.