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DIPUTACIÓN DE ZAMORA

Semana Santa en Zamora, pasión por la Pasión

Zamora vive una auténtica conmoción cuando llega la Semana Santa, visitantes y vecinos abarrotan las calles en un respetuoso silencio para participar y ver pasar unas procesiones cargadas de dramatismo y sobriedad 

Desfile procesional de la Hermandad de Penitencia o de "las Capas Pardas"

Publicado por
Redacción
Valladolid

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Zamora sufre una espectacular transformación cuando llega la Semana Santa. Las calles desiertas se convierten en hervideros de gente que pasea impaciente esperando el inicio de las procesiones; los balcones se engalanan con pendones y terciopelos; restaurantes y hoteles cuelgan carteles de ‘todo lleno’ y, por unos días, once para ser más exactos, Zamora es una ciudad llena de vida, pujante, entusiasmada con su presente, devota y respetuosa.

Llegada la Pasión, Zamora se engrandece para dar cabida a los más de 200.000 visitantes que se estima cada año acuden atraídos por unas procesiones que pasan por ser de las más bellas y emotivas de cuantas se celebran en España. 

Declarada de Interés Turístico Internacional en el año 1986, la Semana Santa de la capital zamorana luce orgullosa la vitola de ser una de las más auténticas e intimistas del país. Los desfiles impresionan con la imponente factura de sus tallas, con la majestuosidad de las interminables filas de cofrades, y con un atronador silencio que solo se rompe en ocasiones muy especiales.

El hecho de que las procesiones transcurran por las estrechas calles del casco histórico les otorga un dramatismo especial. Hachones y candiles prestan su luz parpadeante para crear un efecto sobrecogedor.

SILENCIO. Cristo de las Injurias el Miércoles Santo, una de las imágenes más veneradas. La procesión se realiza en estricto silencio precedido por el juramento del mismo por parte de los hermanos.

En Zamora la Semana Santa empieza el Jueves de Pasió n, con el traslado procesional del Nazareno de San Frontis desde el templo situado al otro lado del Duero hasta la catedral, en un desfile que en sus inicios no tenía otra utilidad que llevar al Nazareno hasta el lugar desde el que partirá el Martes Santo en la procesión del Vía Crucis pero que, a fuerza de ser contemplado por los fieles, se ha convertido en una procesión más.

El Viernes de Dolores procesiona la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Espíritu Santo. Con la ciudad todavía a salvo de la avalancha de visitantes, esta procesión impresiona por su estética rotunda y original, con unos cofrades vestidos con capucha monacal, estameña blanca y un farol de mano. Imprescindible asistir en el atrio de la catedral al momento en el que el coro de la hermandad entona el ‘Christus Factus est’. 

El Sábado le toca el turno a la Hermandad Penitencial de Nuestro Señor Jesús, Luz y Vida, que desfila desde el año 1989 en una procesión que tiene como principal objetivo recordar a los que ya no están, en especial, a aquellos que hicieron posible y engrandecieron en su momento la Pasión zamorana.

El Domingo de Ramos , el bullicio y la alegría dan paso a la celebración de la procesión de la Real Cofradía de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén, con su entrañable paso de ‘la Borriquita’.

El Lunes Santo , ya en plena Semana Santa, imposible no salir a las atestadas calles de la ciudad para contemplar el paso de la procesión de Jesús en su Tercera Caída. Entre los momentos más memorables de esta jornada se encuentra, sin duda, el celebrado en la Plaza Mayor con la presencia de todos los hermanos de la cofradía acompañando al coro mientras entona el himno a los caídos y se bailan los pasos que participan en la procesión.

A medianoche, los cofrades de la procesión de la Buena Muerte recorren los llamados barrios bajos de la ciudad, en busca de la plaza de Santa Lucía, donde a la luz de las antorchas entonan el ‘Jerusalem, Jerusalem’, un momento de los más especiales de la pasión zamorana y que requiere horas de espera para coger un buen sitio en la plaza.

El Martes Santo el Vía Crucis protagoniza un desfile que congrega a miles de personas en el entorno del Puente de Piedra para contemplar la despedida de la Virgen de la Esperanza y el Nazareno, dos pasos que toman rumbos.

Al ritmo de los tambores, bien entrada la noche, desfila la procesión de las Siete Palabras. Parte de la iglesia de Santa María la Horta para recorrer el casco histórico en busca de la plaza de Claudio Moyano donde se celebra un acto de oración 

Con la llegada del Miércoles Santo , la ciudad enloquece mientras los turistas abarrotan calles, bares y restaurante ya definitivamente. Llegan además las procesiones más imponentes y de la Pasión zamorana. Ese mismo día, mientras el sol languidece, en la plaza de la Catedral una marea de miles de cofrades con caperuces rojos jura silencio ante una de las imágenes más bellas de la Semana santa zamorana como es el Cristo de las Injurias. 

Bien entrada la noche, lugares emblemáticos de la ciudad como la puerta del Obispo, el arco de San Ildefonso o la plaza de San Claudio de Olivares son el escenario perfecto para el paso de uno de los desfiles más afamados de la Pasión zamorana, la conocida como la procesión de las Capas Pardas por la peculiar vestimenta que visten sus cofrades y que otorga a su desfilar por las negras calles del casco antiguo un tenebrismo especial.

El Jueves Santo se celebran tres procesiones, todas ellas muy queridas por los zamoranos. La Virgen de la Esperanza a primera hora de la mañana abandona el convento de las Dueñas para cruzar el Duero por el Puente de Piedra y entrar deslumbrante en la ciudad acompañada de mujeres vestidas de riguroso luto. Tras la comida, se inicia el largo recorrido de la Vera Cruz con una decena de pasos procesionales que se concentran en la catedral, donde los hermanos hacen una parada para tomar la merienda entre amigos y familiares. La calidad de los pasos, la  presencia de miles de hermanos vestidos de terciopelo morado  en las calles y la masiva presencia de fieles en las aceras para ver pasar el desfile hacen de esta procesión un momento muy especial. Lo mismo pasa por la noche, cuando la plaza de Viriato acoge la celebración del canto del miserere por el coro de la Hermandad de Jesús Yacente. La combinación de sus voces con la impactante presencia de los cofrades con largos hachones mientras la imagen procesional recorre la plaza es quizá uno de los instantes más inolvidables de la Pasión zamorana. Recomendable acudir varias horas antes, sí, varias horas, del paso de la procesión para coger sitio frente al coro.

Casi sin tiempo para descansar, a las cinco de la mañana, más de 5.000 hermanos vestidos de riguroso luto se disponen a procesionar durante más de ocho horas por la ciudad al ritmo de las bandas de música que entonan marchas fúnebres. Antes de partir tiene lugar uno de esos momentos especiales que tanto gustan a semanasanteros y turistas, el conocido como el baile del Cinco de Copas, que no es otra cosa que las precisas maniobras que los cargadores tienen que realizar para salir con el paso procesional por las puertas de la iglesia de San Juan, en la Plaza Mayor.

Ya con la Pasión entrando en su recta final, el Viernes Santo por la tarde desfila elegante y señorial la procesión del Santo Entierro, con sus espectaculares pasos obra de las gubias más importantes de la imaginería española y los hermanos cofrades vestidos de terciopelo negro. Se trata de una ocasión única para ver en un marco incomparable pasos procesionales como El Descendido de Mariano Benlliure, el Descendimiento y la Lanzada de Ramón Álvarez, o el Retorno al Sepulcro de Ramón Núñez.

La noche del Viernes Santo , en medio de un imponente silencio, desfila la Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias, que tiene como imagen titular una talla de Ramón Álvarez que da nombre precisamente a la hermandad y que desfila acompañada por cofrades vestidos con túnica blanca y caperuz negro y por mujeres ataviadas de riguroso luto.

El Sábado Santo , ya con menor presión de visitantes, desfila por la noche una de las imágenes más queridas por los zamoranos, un paso que despierta entre los fieles una especial devoción como es la Virgen de la Soledad.  Vestida con una humilde capa sin bordados, esta imagen del imaginero Ramón AÁvarez desfila acompañada por las damas de la cofradía de Jesús Nazareno, ataviadas con una capa negra de tergal con capucha.

El domingo la ciudad se despierta pronto para participar en la procesión de la Cofradía de la Santísima Resurrección. El acto principal de este desfile tiene lugar en la Plaza Mayor, con el momento bautizado por los fieles como ‘del encuentro’, en el que la Virgen de la Alegría se desprende de su manto negro al encontrarse con la imagen del Cristo resucitado. Un punto y final para la Semana Santa de Zamora lleno de ruido y alegría que se disfruta con una mezcla extraña de sentimientos: el del alborozo por la resurrección de Jesús por un lado, y la tristeza por una Pasión que termina y por la que habrá que esperar un año entero para poder disfrutar de nuevo de las procesiones.  TRADICIONES POPULARES

De todas formas, el verdadero final de la Semana Santa de Zamora no tiene lugar en la Plaza Mayor con la celebración de la procesión de la Resurrección. Desde hace ya muchos años se ha generalizado la costumbre de acabar estos once días de desfiles y esperas, de marchas fúnebres y pasos procesionales, degustando lo que los zamoranos han bautizado como el ‘ dos y pingada ’, un sencillo pero contundente plato compuesto por dos huevos fritos y unas magras de jamón, presente ese día en la práctica totalidad de los restaurantes de la ciudad y también en las mesas de buena parte de los zamoranos. Merece la pena despedir la Semana Santa zamorana degustando una aceitadas , pastas tradicionales de sabor anisado que se encuentran en todas las panaderías de la ciudad.

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Pero la Semana Santa de Zamora se vive también más allá de la capital; en Bercianos de Aliste , una celebración de Interés Turístico Regional, que tiene como acto central el desenclavamiento de Cristo al que los cofrades acompañan vistiendo la que algún día será su mortaja; en Toro , con la emotiva bendición de los ‘conqueros’; en Fuentesaúco , con el protagonismo de los nazarenos; en Villarrín de Campos , con los penitentes de la ‘carrera’ y en otros muchos pueblos de la provincia que son exponente de las tradiciones rurales.