Política
De la Hoz, un anecdotario de 25 años en las Cortes
El curso arranca sin el que era su procurador popular más experimentado, que se inició en el parlamentarismo cuando las convocatorias llegaban por telegrama y los acuerdos se alcanzaban en la cafetería del castillo de Fuensaldaña, que daba a las cortes un halo de «magia»
Cuando los focos se apagaban, seguramente en algún pasillo con algún WhatsApp o una llamada él seguía negociando. Conocedor de los recovecos de un castillo y de los entresijos de los corredores y despachos del edificio modernista donde reposa el poder legislativo autonómico, Raúl de la Hoz (Palencia, 1973) es un animal político, un parlamentario entregado a la política que se practica desde la oratoria del escaño a la habilidad de dominar espacios más allá del hemiciclo, y, también, un anecdotario andante de 25 años de las Cortes. De mano firme pero tendida, hombre de máxima confianza de Mañueco y sus ojos en multitud de negociaciones, se ha convertido además en historia viva de las Cortes de Castilla y León a las que ya no pertenece porque agregó el prefijo ‘euro’ a su perfil parlamentario.
El nuevo curso político ha arrancado en la Comunidad sin quien se había convertido en el procurador más veterano, aunque apenas ha rebasado la cincuentena, y es que el ‘popular’ De la Hoz se estrenó en esto del escaño castellano y leonés en tiempos en los que «las convocatorias de las Cortes llegaban por telegrama», el diario de sesiones se apuntaba «en montones de libros amarillos» y si había que prepararse una comparecencia debía bucear en tomos y más tomos de papel. «Recuerdo que una nube de humo sobrevolaba las comisiones en las que interveníamos con el cigarrillo en la mano» –apunta–, y para localizar a algún político en el castillo de Fuensaldaña, a falta de despachos, bastaba con buscar en la cafetería, donde se cocinaban acuerdos.
De aquellos tiempos queda poco más que nostalgia por el ambiente más que por las condiciones. «Se ha perdido romanticismo, un poco la magia del castillo de Fuensaldaña, que era absolutamente incómodo, pero tenía encanto. Todo era manual y hemos ganado en comodidad, en medios tecnológicos y en posibilidades para realizar mejor nuestro trabajo, pero las Cortes ahora tienen un ambiente mucho más frío. Todo giraba en torno a la cafetería, en sus sofás te encontrabas en una mesa al consejero de Economía hablando con un empresario, en otra al de Empleo con los sindicatos y al lado a un parlamentario del PSOE y otro del PP negociando una proposición no de ley», relata sobre una etapa intensa en la que se inició joven.
Recién cumplida la mayoría de edad, De la Hoz, hoy padre de dos hijas, se afilió al Partido Popular porque veía a «un señor en el que creía». Por aquel entonces desconocía que esa actividad eclipsaría lo que pensaba que era su principal vocación, la abogacía. «Me afilié por Aznar. Me parecía un tipo serio, riguroso y que era la persona que necesitaba España para un cambio».
Con la carrera de Derecho terminada, comenzó a ejercer, se especializó en derecho bancario, societario y mercantil y en paralelo se convirtió en presidente de las Nuevas Generaciones del PP en Castilla y León. Sólo era el principio de una carrera traducida –por el momento– en 25 años de parlamentarismo. De la Hoz cerró ciclo este verano tras un último y fructífero tramo codo con codo con quien, además de su presidente y hasta hace nada su jefe, llama, ante todo, «amigo».
El palentino, ahora eurodiputado, deja atrás un cuarto de siglo como procurador en el que ha coincidido con siete presidentes de la Cámara y tres jefes del Ejecutivo autonómico, y ha participado en los dos pactos de gobierno –con Cs, primero, y con Vox, después,– transformando su voz tranquilizadora en atronadora como azote de la oposición.
Siempre se ha sentido arropado por los barones de su partido. «Cuando llegué entraba en un mundo que estaba dirigido por personas a las que yo tenía un respeto extraordinario. Haber podido compartir con ellas y ver que me querían ayudar... Y luego ir ganando protagonismo en esta casa hasta llegar al momento en el que Alfonso Fernández Mañueco se enfrentó al debate de investidura y se convirtió en presidente ha sido especial».
Comenzó su trayectoria política de la mano del ya fallecido Tomás Villanueva: «Como presidente provincial del partido de Valladolid fue el que me dijo, ‘oye, pues si eres el presidente de Nuevas Generaciones ve en la lista’, y fui de número cuatro por Valladolid tras Lucas, él y Carmen Reina». Eran las elecciones autonómicas de junio de 1999 y Juan José Lucas revalidó su mayoría absoluta.
Ya apuntó alto bien temprano al, según cuenta, recibir la confianza inicial de Juan Vicente Herrera: «Me dio la oportunidad de desempeñar un papel relevante en las Cortes porque me propuso ser portavoz de Educación cuando yo acababa de entrar y era nuevo. Él es una de esas personas de las que siempre aprendes algo y me enseñó sobre todo a saber estar y a comportarse, y no sólo en política».
Contó con el cobijo de Juan José Lucas, el mandamás en aquellos prometedores inicios: «Siempre creyó en los jóvenes y me dio un extraordinario apoyo. De él me quedo con su apuesta por aquellos chavales que entonces hacíamos política con toda la ilusión del mundo».
Y, por supuesto, si un hombre ha sido fundamental en su historia es el de Alfonso Fernández Mañueco, de quien cuenta con el respaldo y afecto más absoluto. «Alfonso es, aparte de todo, un amigo. Hemos labrado esa amistad durante años y al final tiene su recompensa política con su posición actual de presidente y, en mi caso, con haber podido ser su portavoz todo este tiempo. Hemos trabajado juntos de forma leal, muy leal, y eso que tenemos broncas, porque creo que en política si de verdad quieres ayudar tienes que decir la verdad, y yo he sido muy claro y directo expresando lo que me gusta y lo que no». Toda una revelación para quien siempre ha escuchado primero para disparar después.
De hecho, el recuerdo «más emotivo» de toda su trayectoria profesional lo protagonizó él, su amigo: «Si me tengo que quedar con un día de estos 25 años me quedo con el que votamos la presidencia de Alfonso Fernández Mañueco. Esa tarde en la que Alfonso fue presidente. Yo sabía lo que a él le había costado, lo que había peleado y lo que juntos habíamos trabajado por eso. Fue ciertamente bonito para mí y para él. Bueno, para todos. Terminó el debate y tras mi intervención le aplaudimos todos y los dos nos fundimos en un abrazo porque, aunque parezca mentira, en política también es posible que surjan amistades».
Se va a Bruselas, pero no aparta la vista sobre lo que ha dado de sí este tiempo de intensa, y a ratos convulsa, labor parlamentaria, no siempre a la luz de las cámaras y los micrófonos. Su perfil negociador, tenaz, duro y contundente, ha estado presente en varios de los pactos que alumbró la Cámara autonómica, no sólo de gobierno.
Porque hubo un tiempo, que los más veteranos recordarán, en los que oposición y gobierno incluso alcanzaban alianzas. Y el tono bronco no era una constante. «Aunque suene raro, había más diálogo con la oposición cuando teníamos mayoría absoluta. Pactamos más normas y leyes cuando teníamos mayoría absoluta, pero no es el momento de echar nada en cara a nadie», indica.
Desembarca en Europa dejando atrás un cuarto de siglo de parlamentarismo castellano y leonés, en el que ha habido tiempo para casi todo, para mayorías absolutas, simples y ajustadas. Hasta para rearmar un partido convertido en apisonadora electoral tras el bache de las únicas elecciones ganadas por el PSOE tras 36 años, las de 2019, que sin embargo no permitieron a los socialistas gobernar por los designios de Albert Rivera.
Cuenta De la Hoz que precisamente ese fue «el punto de inflexión» para que la convivencia entre los grupos se deteriorara profundamente. «Afectó mucho a las relaciones personales, que eran buenas al margen de nuestras diferencias políticas. A partir de ese día se daban situaciones de cruzarte en el pasillo y que no te saludaran. Después de las elecciones que el PSOE ganó y finalmente no gobernó las relaciones personales cambiaron mucho. Personalmente he querido trabajar siempre en esta cámara las relaciones personales porque para que las cosas funcionen en el parlamentarismo debe existir una relación que ayude a que la navegación política salga adelante. Lo he intentado con la oposición siempre y con los que han sido socios de gobierno, y lo he conseguido en algunos casos», reconoce antes de referirse a varios socialistas con los que mantuvo (y mantiene) buena sintonía: «Con Jesús Quijano, con Ángel Villalba, Jaime González, Julio López y algunos más. Con Virginia Barcones [ex delegada del Gobierno] he tenido muy buena relación. Eso no excluye que hayamos tenido debates tensísimos, pero por encima de las diferencias políticas, que son muchas, siempre había un abrazo y saber, en algunos casos, que habíamos estado juntos trabajando en algo en lo que creíamos ambos», precisa.
De ahí que de uno de los logros de los que «más orgulloso» se muestra es de un trabajo mano a mano con Julio López, quien fue procurador por el PSOE. «He participado en un montón de presupuestos y en un montón de leyes, pero hay una ley todavía en vigor de la que me siento orgulloso, que es la de Industria. Yo era portavoz entonces de economía y Julio López lo era a su vez del PSOE y los dos partidos nos dieron mucha libertad para cerrar un acuerdo, que creo que fue bueno y dio lugar a una muy buena ley para Castilla y León».
Empezó siendo el más joven de aquellos políticos que discutían las cuestiones candentes en la famosa rotonda del castillo de Fuensaldaña (lo pisó como procurador por primera vez con apenas 26 años) y termina su etapa en Castilla y León siendo el más veterano en experiencia en esas Cortes autonómicas en las que tantas batallas desplegó. No todas a la vista. De hecho, algunos de sus logros consistían en que no trascendiesen las discusiones, una navegación fuera de radar que llegara a buen puerto.
Y si no que se lo digan al PSOE de Tudanca que creyó que tenía un acuerdo de gobierno en 2019 con Igea cuando Rivera tenía otros planes. De la Hoz asegura que «la peor legislatura fue la de Ciudadanos por la situación que tuvimos con Cs». Aunque de esa etapa destaca la negociación que llevó al PP a gobernar: «La negociación del pacto con Ciudadanos fue un periodo extremadamente divertido desde todos los puntos de vista. Fue divertido ver cómo unos y otros jugábamos papeles y algunos creían que jugaban un papel más determinante del que realmente estaban jugando. Me refiero al pobrecito este, a Igea, que se creía que estaba negociando algo cuando la negociación iba por otro lado. Verle asumir un rol que no tenía... Resultaba divertido ver cómo te hacía propuestas este hombre que yo mismo había redactado… Pero bueno, eso abrió un gobierno en el que hubo una muy buena relación con la gente de Cs en las Cortes. Sin embargo, esta persona provocó una relación compleja y un final abrupto que no hubiéramos querido».
Con VOX el prematrimonial resultó más fluido. «Ni el PP intentaba convencer a VOX absolutamente de nada, ni al revés. Nos sentábamos sabiendo que tenemos diferencias y que no se iban a resolver en la mesa de negociación, sino que teníamos que llegar a un acuerdo por encima de esas diferencias», apunta. Hasta que llegó el divorcio decidido por un tercero, Santiago Abascal, aunque De la Hoz ya lo vivió desde el retrovisor, puesto que cuando recogió su despacho y comunicó oficialmente su cese como procurador de Castilla y León aún gobernaba su partido con VOX. A los pocos días ya no.
Desde la perspectiva que proporciona el cambio de escenario, De la Hoz asegura que «al echar la vista atrás hay muchas cosas que te hubiera gustado hacer y empiezas a coger distancia sobre lo acaecido». Y aparecen las primeras conclusiones. «Quizás hemos perdido demasiado tiempo en discusiones estériles y a veces los debates que tienen lugar aquí están alejados de lo que les interesa a los ciudadanos», apunta como autocrítica quien nunca rehuyó el cuerpo a cuerpo y no duda así en cantarse las cuarenta a sí mismo.
También vivió su propio ‘tierra trágame’ cuando parte del Grupo Popular se equivocó en la votación de las cuentas autonómicas y eso retrasó la aprobación de presupuestos de 2023. «Fue el peor momento. Era una cosa que siempre se dice eso de que ‘como me pase me muero’. Pues me pasó. Lo pasé mal. Lo pasé muy mal por la responsabilidad que asumía como portavoz del grupo. Vale, el error no fue directamente mío, pero yo era el portavoz del grupo parlamentario y esa responsabilidad la tienes. Bueno, se subsanó, pero provocó que una parte del presupuesto entrara en vigor un poquito más tarde. Son de esas cosas que yo no me perdonaré jamás, el no haber estado más atento y haberlo evitado».
Pese a su prolija trayectoria, en este tiempo nunca dejó el parqué de las Cortes para dar el salto al gobierno regional, y, sin embargo, asegura que no le queda ninguna espinita por no haber sido consejero, quizá consciente del alto valor para él como orador y hombre fuerte, sobre todo desde su posición de portavoz que alcanzó con el primer gobierno de Mañueco en 2019. «Me encanta el parlamentarismo y he sido muy feliz como procurador en estas Cortes, y si ahora me dicen que cambie el ser diputado por consejero no lo cambiaría. Y tampoco hubiera cambiado antes ser consejero por ser portavoz en las Cortes. Creo que el parlamentarismo es la parte más bonita de la política y no he tenido necesidad ni he querido nunca hacer algo distinto en política».
Pero 25 años dan mucho de sí y entiende que era momento de cambiar de aires. «Yo llevaba mucho tiempo en un mismo sitio y ahora tenía la oportunidad de trasladar todo lo que he aprendido aquí a un ámbito completamente diferente. Tener la oportunidad de trabajar en el parlamento más importante del mundo es pasar a otro nivel y esa ilusión compensa la pena que me da dejar esta casa», expone un férreo madridista que ha seguido a su Real Madrid a siete finales de Champions y se perdió la última precisamente por estar en campaña electoral de las Europeas.
Antes de entrar en la ‘Eurocopa’, el veterano del vestuario popular no rehúye dar su visión sobre cada presidente que arbitró sus regateos en el hemiciclo. «El primero fue Manuel Estella. Era la institución, él mismo eran las Cortes de Castilla y León, la imagen del castillo», valora.
Después vino José Fernández Santiago, «un hombre extremadamente ceremonioso que tenía un excelente talento en los plenos», expresa. Le sucedió Josefa García Cirac, «una amiga mía -señala- una extraordinaria persona a la que le tocó lidiar en uno de los momentos más complicados, los de la crisis. Ella aplicó los principios de austeridad en las Cortes», opina para pasar a otro perfil mucho menos de su agrado. «Después de Pepa llegó Silvia Clemente, de la cual prefiero no opinar porque es una de las peores cosas que le ha pasado al parlamentarismo y a la política de Castilla y León. De forma temporal estuvo Ángel Ibáñez que es un amigo y estuvo poco tiempo, pero el suficiente para demostrar su extraordinaria capacidad para desempeñar el papel del presidente».
Y entonces el hemiciclo se abrió a un variado abanico de colores políticos... «Más tarde fue Luis Fuentes, ya estamos en el periodo de pactos y entablé muy buena relación con él. Buena gente. Una persona que venía de una situación previa aquí en las Cortes en la oposición en una situación de empate (en 2015), muy curiosa porque nosotros no teníamos mayoría absoluta, pero tampoco minoría, estábamos empatados con la oposición, lo que nos obligaba a un constante diálogo en una legislatura que fue muy bonita precisamente por eso, por el juego de equilibrios que estuvimos haciendo y en el que participaron, por supuesto, los cinco miembros que tenía Ciudadanos».
Hasta el presente. «Y ahora Carlos Pollán. Yo no le conocía personalmente y la verdad que al poco tiempo pudimos establecer una muy buena relación que hoy creo que es de amistad por ambas partes, porque Pollán es una persona muy elegante en lo personal, muy posibilista sobre las circunstancias difíciles con las que le toca lidiar, pero una muy buena persona. Y a lo mejor no se está siendo demasiado justo con él desde algunos ámbitos porque creo que lo está haciendo bien en las difíciles circunstancias que tienen esta Cámara».
Ahora, en Europa, a la que en multitud de ocasiones se acusa de críptica y enrevesada, llega un parlamentario nato y castellano. Tal vez las cosas sean si quiera un poco más constantes, negociadas y, sin embargo, contundentes. Ese parece su estilo.