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SANIDAD

Sanitarios a la fuga en Castilla y León

Las cifras de profesionales que abandonan la Comunidad siguen al alza con un total de 614 enfermeros que se dieron de baja de su colegio provincial el año pasado y 107 médicos que solicitaron cambiar de país

Centro de salud Virgen de la Concha, en Zamora, donde trabajó Macarena.GOOGLE MAPS

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Valladolid

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'Emigrar' suele ser tratada como una palabra maldita, casi de traición, pero para algunos significa oportunidad. Movidos por la esperanza, cada vez son más médicos y enfermeros que cambian las paredes blancas de los centros de salud y hospitales de Castilla y León por las de otras provincias o, incluso, otros países. Su futuro está en juego, y no solo laboral sino también personal. Atrás quieren dejar los contratos de meses o días, como aquellos que te encadenan 24 horas diarias a realizar guardias. Decididos a abandonar la región, los ejemplos de Ricardo y Macarena descubren los males de un sistema sanitario que enfermó en la pandemia y sigue pagando las consecuencias.

Cuando el Consejo General de Enfermería (CGE) reveló a través de un cuestionario que más de la mitad de los profesionales de Castilla y León abandonarían su profesión, Macarena Rodrigo tenía su vida asentada en Vizcaya, en el Osakidetza, el Servicio Vasco de Salud. Aparentemente una historia normal salvo por el importante detalle de que su verdadero hogar se encontraba a más de 2.000 kilómetros de distancia, en Zamora.

Su carrera, realmente, transcurre de lugar en lugar desde que se aventuró a estudiar el grado de Medicina. Pero ese ‘privilegio’ significaba su primera mudanza, concretamente a Salamanca, donde estuvo los seis años que dura la titulación. Después recaló en Oviedo para prepararse el examen MIR (Médico Interno Residente), y continuó alejada de Zamora tras decidir realizar en Vizcaya su residencia en Medicina Familiar y Comunitaria. «Al finalizarla me volví a Zamora», recuerda ahora la médico.

Si elegir una especialidad tan precarizada como escasa de profesionales era una salvedad, en el regreso a su tierra tampoco le esperaría un camino de rosas. Y es que después de trabajar los primeros tres meses en un centro de salud de la ciudad, un consultorio rural a 75 kilómetros de la capital sería su nuevo lugar de trabajo, en lo que Sanidad denomina como ‘puesto de difícil cobertura’. «En el medio urbano viví la sobrecarga asistencial, en el rural la falta de recursos humanos y materiales», explica Macarena.

Con experiencia en el centro de salud Virgen Concha de Zamora y en el Benavente Sur, fue la situación en este último el que pulsó el botón de stand-by en su carrera después del abandono de diversas compañeras. «La Gerencia de Salud de Castilla y León (Sacyl) fue cubriendo esas vacantes con médicos sin la especialidad hasta llegar a suponer prácticamente el 50%», expresa Macarena, lo que provocó «un empeoramiento de la calidad asistencial y una sobrecarga progresiva del resto de trabajadores». Con ello, una ‘invisible’ epidemia del siglo XXI marcada por la «presión» y el «estrés» fue germinando en el cuerpo de Macarena. Dos aspectos que un 80% de los 1.336 encuestados por el CGE reconocían haber sufrido durante su actividad laboral.

«La gota que colmó el vaso», dice, «fue la falta de control del tiempo propio unida a la sensación de infravaloración». Y en poco más de dos años de su regreso a Zamora, volvió a llamar a las puertas del sistema sanitario del País Vasco para empezar a tener una mejor calidad de vida. «Allí no existe la obligatoriedad de realizar guardias para los profesionales de Atención Primaria al existir equipos específicos para ello. Esto supone unas 80 horas mensuales que condicionan claramente la conciliación con la vida personal», justifica en su decisión.

Pero tampoco se olvida de la «brecha urbano-rural» que se produce actualmente en Castilla y León con la contratación de médicos sin especialidad. «La población tal vez no es plenamente consciente pero, en función del lugar donde vivas, puedes tener la suerte de que te atienda un médico debidamente cualificado o no», asevera la médica, lo cual contribuye al colapso del sistema por el aumento de derivaciones de especialistas y ver cómo «prescindible» la Medicina Familiar y Comunitaria.

Era la consecuencia de un sistema sanitario que se estaba desgastando poco a poco, con la precariedad provocando un éxodo de talento cada vez mayor. De hecho, el vallisoletano Ricardo García ya lo vislumbraba cuando estaba cursando la carrera de Enfermería y ni siquiera el término ‘Covid-19’ aparecía en los diccionarios. «Había estudios que decían que en España existía una falta de profesionales enorme, no sólo de enfermería. Y como no salían plazas, la necesidad se quedaba ahí. Por eso, al final de la carrera varios contemplábamos irnos al extranjero», rememora este sanitario.

Ya con el título su despedida se alargó unos meses tras encontrar trabajo en el Centro Hospitalario Benito Menni de Valladolid. Pero no era público, sino privado-concertado y la situación de «precariedad» parecía ser igual de grave. «Eran contratos de verano y para sustituciones cortas. Pillamos los últimos años de una época complicada para la sanidad. No había trabajo en el sector público», refleja.

El ‘chivatazo’ de un amigo condujo a Ricardo a Madrid. No para trabajar y sí para hacer una entrevista con una agencia que reclutaba personal para hospitales de Irlanda a Inglaterra. «En enero de 2017 ya estaba en Inglaterra empezando en Urgencias, que era el servicio en el que quería trabajar», apunta.

Estabilidad, salario, vacaciones, días libres, flexibilidad en los turnos y contratos indefinidos. En definitiva, una mejor estabilidad laboral. Todo esto encontró el enfermero vallisoletano en la isla británica. Y con esas condiciones, volver a Castilla y León parecía imposible. Pero Ricardo tenía claro que la suya sería una estancia temporal. «Muchos nos íbamos para uno o dos años, coger experiencia, puntos para la bolsa de empleo y volver para conseguir un contrato mejor», asevera.

La incertidumbre generada con el Brexit ayudó a Ricardo a conformar su decisión de volver a España, a pesar del estado de emergencia declarado en la pandemia con el que se empezó a desquebrajar el sistema. Pero el currículum cosechado en Inglaterra de poco pareció servirle ya que recuperó su etapa de alumno al estudiar un máster en Valencia. Eso sí le sirvió ya que estuvo trabajando una temporada allí, hasta que la «tierra» le arrastró de vuelta.

«La situación iba mejorando por la renovación de personal y por las plazas que aparecían por cumplirse con la edad de jubilación. Así, finalmente, todos los que querían entrar en la sanidad pública entraban con contratos más decentes», asegura el enfermero vallisoletano. Pero una vez dentro del sistema, todos los males volvieron a aparecer por la «falta de personal» y «ratios bajísimos en comparación a otros países de la Unión Europea». «Al final, si tienes una carga de trabajo muy grande, te acabas acostumbrando un poco a lo tienes y lo ves como normal», manifiesta con optimismo.

Solo en 2023, un total de 614 enfermeros decidieron darse baja en su colegio provincial en Castilla y León, mientras que fueron 107 los profesionales médicos los que solicitaron un certificado para marcharse al extranjero. Y si la Comunidad no puede reajustar los traslados con altas, la Consejería de Sanidad se ve obligada a adoptar medidas como el cierre de camas hospitalarias durante el verano, contabilizadas en 459, firmar 1.922 contratos para enfermería con el fin de cubrir las vacaciones, o ampliar los supuestos del Plan de Ordenación de Recursos Humanos para que los sanitarios que hayan alcanzado la edad de jubilación puedan seguir activos, extendiéndose además a todas las categorías profesionales, incluidos los enfermeros.

Pero si la tónica llama al éxodo, también hay casos como los de Macarena o Ricardo que deciden regresar a Castilla y León para intentar sostener un sistema que cada vez pierde más capacidades.

ÁVILA. Un total de 72 enfermeros se dieron de baja en 2023, lo que la sitúa como la cuarta provincia de Castilla y León con mayor número de marchas. En el caso de médicos se expidieron un total de 16 certificados de idoneidad, la cuarta que menos

BURGOS. Tras León y Salamanca, presenta la mayor pérdida de enfermeros en el año pasado con un toal de 88. En el apartado médicos, cae una posición tras expedirse 28 certificados de idoneidad.

LEÓN. El Colegio de Médicos de León lideró entro los ocho organismos restantes el número de certificados expedidos, con un total de 57. Por otro lado, únicamente el colegio provincial de Salamanca le supera en bajas de enfermeras por traslado, con un total de 145.

PALENCIA. Al contrario que las grandes ciudades, la provincia palentina únicamente tuvo 50 bajas de enfemeros, mientras que su colegio expidió once certificados de idoneidad el año pasado.

SALAMANCA. E l Colegio de Médicos de Salamanca fue en 2023 el que más certificados de idoneida expidió con 42. En el caso de la situación de enfermería, la provincia sufrió la baja por traslados de 145 profesionales, la que más de Castilla y León.

SEGOVIA. Es la segunda provincia con mayor número de traslados en cuanto a enfemeros y enfermeras en 2023, con 46. Sobre certificados de idoneidad otorgados a médicos, fueron entregados un total de 14.

SORIA. Es la provincia con menor datos en el apartado de certificado de idoneidad ya que el Colegio de Médicos de Soria únicamente expidió uno. En el caso de la la marcha de enfermeros, fueron hasta 30 los que se marcharon a otros territorios el año pasado.

VALLADOLID. Pese a contar con dos de los grandes hospitales de la Comunidad, solo 20 enfermeros comunicaron su baja por traslado. En cambio, en el caso de médicos solo se ve superada por León en términos de certificados de idoneidad otorgados por los colegios provinciales, con 54 frente a 57.

ZAMORA. El Colegio de Médicos de Zamora expidió dos certificados de idoneidad a médicos durante el año pasada, solo superado por el organismo soriano. Por otro lado, fueron hasta 51 bajas de enfermeros que sufrió la provincia en 2023

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