EDUCACIÓN
La escuela rural desafía a la despoblación: 38 aulas abiertas con menos de 5 alumnos
Los colegios con menos niños en el último curso se concentran en Zamora y León / Hay cinco centros de Salamanca, Valladolid y Zamora que por el momento no han llegado al mínimo para poder abrir en septiembre
La sangría demográfica que sufre Castilla y León se consigue ‘taponar’, en el caso de la Educación, con la posibilidad de mantener escuelas abiertas en entornos rurales con tres y cuatro alumnos, a pesar de que el mínimo exigido a nivel nacional sean cinco. Esta excepción que aplica la Junta en la Comunidad con el objetivo de frenar la despoblación ha permitido que este último curso hayan permanecido abiertas 38 aulas que no llegaban al número de pupilos de referencia en el país.
De esas 38, la mayoría se ubicaban en Zamora –con once casos– y en León –con 10– lo que supone que más de la mitad de entornos escolares de la Comunidad ‘en la cuerda floja’ por el bajo número de estudiantes se concentra en estas dos provincias.
Dentro del territorio zamorano, los municipios incluidos en el listado son Vadillo de la Guareña, La Hiniesta, Fuentes de Ropel, Santa María de la Vega y Almaraz de Duero con tres niños ocupando un pupitre, y Torrefrades, Torregamones, Ferreras de Arriba, Manganeses de la Lampreana, Castrogonzalo y Coomonte, con cuatro.
En León, por su parte, el curso 2023/2024 ha permanecido abierto el colegio de Estébanez de la Calzada con una terna de estudiantes y Carucedo, Calamocos, Congosto, Oseja de Sajambre, Huerga de Garaballes, Villar de Mazarife, Caboalles de Abajo y Silván, con cuatro, según la información facilitada por la Consejería de Educación.
La siguiente provincia en el ranking es Salamanca, con ocho ejemplos (Cantagallo, Valero y San Felices, con tres escolares y El Payo, Martiago, Peñaparda, San Martín del Castañar y Santiz, con cuatro) y después se encuentra Ávila, con cinco casos en esta tesitura (Flores de Ávila con tres niños y La Torre, Santa Cruz del Valle, Cabezas de Alambre y Aldeaseca, con cuatro).
También en Segovia se han contabilizado en el último curso dos ejemplos de escuelas que han resistido con cifras por debajo del listón nacional, concretado en los casos de Torrecilla del Pinar, donde los maestros han impartido las materias a tres niños de Educación Primaria y de Estación de El Espinar, donde estuvieron matriculados cuatro chavales.
Mientras, en Palencia y en Valladolid han ‘sobrevivido’ en este último año escolar un aula en cada caso: Santervás de la Vega y Villalar de los Comuneros, respectivamente.
Los únicos con el contador a cero en esta ocasión han sido Burgos y Soria, donde no se ha registrado ninguna localidad con aulas en riesgo de desaparición pero lo cierto es que, aunque algún año se ‘libren’ de formar parte de las estadísticas, en otras ediciones su nombre sí se ha ‘colado’ en el listado, a tenor de la información facilitada por la Junta. La cadencia en el goteo va a diferente ritmo según el punto geográfico pero la sangría afecta a todos y no cesa.
Baste comprobar que de cara al próximo escolar hay varios ejemplos en Castilla y León donde su continuidad se tambalea porque, por el momento, no tienen suficientes niños matriculados como para seguir manteniendo sus puertas abiertas. El departamento dirigido por Rocío Lucas insiste en que aún hay margen para conocer el escenario definitivo pero lo cierto es que a día de hoy hay cinco localidades que podrían despedirse de la escuela.
En Cilloruelo y Cabrillas, en la provincia de Salamanca; en Lomoviejo, ubicado en Valladolid; y en Ferreruela de Tábara y Fuentespreadas, situados en Zamora no tienen niños suficientes como para seguir manteniendo la actividad lectiva. No es que no lleguen a los cinco alumnos fijados por el Gobierno central. Es que no alcanzan siquiera el listón rebajado por el Gobierno autonómico.
Tiempo hay, insisten desde Educación, y su futuro no está sentenciado, porque el periodo de matrícula no ha terminado. Aún faltan varias semanas para que las familias puedan ‘apuntar’ a sus hijos en alguno de los centros rurales que, a día de hoy, no cuentan con alumnos suficientes para abrir sus puertas en septiembre y, puesto que no son datos definitivos, habrá que esperar a septiembre para conocer si alguno tiene que echar el candado o si pueden continuar porque han llegado familias a ‘inscribir’ a sus vástagos.
En ese grupo de escuelas rurales en peligro de extinción (si de cara a septiembre no se matriculan más alumnos) no aparecen incluidos ninguno de los que en 2023/2024 han funcionado con una cifra de estudiantes que se pueden contar con los dedos de una mano, y eso puede deberse a dos casuísticas. O bien continúan como hasta ahora, con un número escaso pero suficiente, o bien han conseguido aumentar su cupo gracias a la incorporación de más niños y, por tanto, han salido de la ‘zona de peligro’.
Sea como fuere, lo cierto es que las 38 aulas del medio rural que despidieron el anterior curso escolar en junio con una espada de Damocles sobre su cabeza, no forman parte del listado de riesgo inminente. Mientras, en Cilloruelo, Cabrillas, Lomoviejo, Ferreruela de Tábara y Fuentespreadas están pendientes de saber si arrancarán allí el nuevo curso o los chavales se tendrán que desplazar a otras localidades cercanas a cursar sus estudios de Infantil o Primaria.
Estos ejemplos no estaban en la última estadística de escuelas por debajo de la ratio de cinco alumnos y, sin embargo, han pasado de repente a tener números rojos. Quizá porque parte del alumnado dé el salto al instituto y deje de ocupar un asiento en el colegio, quizá porque se hayan ido familias del pueblo o quizá porque las que quedan hayan preferido que sus hijos estudien en entornos más concurridos.
Y es que cuando los alumnos escasean, se abre el debate sobre si el hecho de mantener una clase operativa con apenas tres o cuatro niños supone una oportunidad de aprendizaje, al ser prácticamente como recibir clases particulares, o se traduce en un perjuicio porque limita sus relaciones con un mayor número de niños.
En lo que sí suelen coincidir los alcaldes de pequeñas localidades es en que una escuela abierta es sinónimo de vida y que, si se cierra, luego resulta muy complicado volver a abrirla. Pero complicado no es sinónimo de imposible. Que se lo digan a Tiedra, en Valladolid, que volvió a abrir el colegio después de catorce años cerrado.