Diario de Castilla y León

El desconocido riesgo de la picadura de garrapata: no es delirio, es Lyme

El Común pide a Sanidad que forme a los sanitarios sobre esta enfermedad para mejorar el tratamiento y evitar que los pacientes sean derivados a Psiquiatría

FLICKER/JOHN TANN - Archivo

Imagen de archivo de una garrapata.E.M.

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Valladolid

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La enfermedad de Lyme es una infección causada por una bacteria que se transmite por la picadura de garrapata. Su diagnóstico es difícil porque esa mordedura indolora puede pasar desapercibida, sin síntomas, o tardar semanas, meses o años en dar señales, a menudo inespecíficas y fácilmente confundibles con los de otras patologías. Si no se detecta y trata a tiempo, el paciente desarrolla un deterioro progresivo del organismo que puede llegar a ser invalidante. Tan escurridizo resulta su diagnóstico que muchos afectados acaban siendo derivados a psiquiatría ante la sospecha de que se trata de una somatización. Ante este «desconocimiento» de la enfermedad, el Procurador del Común considera «evidente» que la Consejería de Sanidad «debe redoblar los esfuerzos» para dar visibilidad a una dolencia infradiagnosticada y cuya propagación está en aumento.

A raíz de la queja presentada por un afectado, Tomás Quintana acaba de emitir una resolución en la que pide a la Junta que tome «las medidas necesarias para mejorar el conocimiento de esta patología tanto entre la población como entre sus propios profesionales. Por un lado, que proporcione a los sanitarios «formación específica» para mejorar el diagnóstico y evitar la derivación sistemática a psiquiatría «por desconocimiento de las causas» que desencadenan esta patología. Y, por otro, que organice campañas de concienciación ciudadana para prevenir este tipo de picaduras e informar «sobre los pasos a dar cuando ya se han producido».

«Muchos de sus síntomas no son exclusivos y pueden imitar otras enfermedades crónicas como la esclerosis múltiple, la fibromialgia, la artritis reumatoide, el lupus, la colitis ulcerosa o el autismo», expone el ‘defensor del pueblo’ al indicar que «se sospecha» que pacientes diagnosticados con esas patologías son, en realidad, enfermos de Lyme.

El signo más característico de la enfermedad es un eritema o lesión cutánea tras la inoculación (aparece en el 70-80% de los casos) y puede acompañarse de síntomas gripales. Si se detecta a tiempo, el paciente es tratado con antibiótico pero si no es así o ese abordaje no surte efecto, pueden desencadenarse manifestaciones neurológicas, cardiacas o articulares agudas y cronificarse con el paso de los meses y años.

Cansancio, falta de concentración, dolores osteomusculares o trastornos cognitivos integran el cuadro del denominado ‘síndrome post-tratamiento de la enfermedad de la Lyme’.

Sacyl explica en su respuesta al Procurador que no existe un tratamiento específico para estos casos, más allá del abordaje de los «síntomas prevalentes». Indica que las sociedades científicas elaboraron el año pasado un documento para consensuar los métodos diagnósticos y pautas terapéuticas ante la infección y asegura que el sistema público «evalúa continuamente la evidencia disponible».

La resolución de Quintana, sin embargo, lamenta que «está ampliamente aceptado que un número considerable de afectados experimentan un fracaso del tratamiento y continúan sufriendo síntomas debilitantes a largo plazo». «La detección precoz de la enfermedad resulta muy importantes porque el Lyme sin el tratamiento adecuado va produciendo un deterioro progresivo del organismo que impide a los pacientes llevar una vida normal. El retraso en el diagnóstico es fatal para quienes sufren esta patología, puesto que si no se trata con antibióticos en su primera fase la infección avanza por el organismo derivando en un Síndrome de Infección Multisistémica», explica.

La complejidad que presenta esta dolencia «exige que el personal sanitario tenga una actitud de aprendizaje y formación continua en cuanto a conocimientos y habilidades para tratar a las personas afectadas por esta patología, evitando de forma sistemática la derivación a los Servicios de Psiquiatría», valora el ‘defensor del pueblo’.

Muchos de ellos se enfrentan a un «duro y largo camino de especialista en especialista, con un diagnóstico erróneo o incompleto y un tratamiento insuficiente [...] que puede generar resistencias positivas, reduciendo las posibilidades de curación».

«Siendo conscientes de las dificultades que implica el abordaje de la enfermedad de Lyme, debemos poner de relieve la necesidad de comprender y atender a las personas afectadas por esta enfermedad, que en determinados casos es seriamente incapacitante, de manera que no tengan que convivir con la incomprensión y la falta de empatía de los profesionales a los que acuden en busca de soluciones a sus problemas», resuelve el Procurador del Común.

Añade, además, que se trata de una enfermedad que lleva años propagándose y que aumentará su incidencia en el futuro, tras haber triplicado ya los ingresos hospitalarios en España en los últimos tres lustros. Y eso que está infradiagnosticada.

Los efectos del cambio climático (con veranos más largos, inviernos más cálidos y menos precipitaciones), así como un sistema inmune cada vez más deteriorado o el aumento del tiempo que se pasa al aire libre con animales domésticos son algunos de los factores que pueden explicar el incremento de la enfermedad.

Un informe de Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III sustenta con datos esa incidencia al haberse triplicado las hospitalizaciones: entre 2005 y 2019 registró 1.865 ingresos por enfermedad de Lyme en España, de los cuales 113 fueron en Castilla y León. El estudio recomienda «reforzar la vigilancia e investigación de esta enfermedad», cuya incidencia se ha disparado en especial en Navarra, Cataluña, País Vasco y Murcia .

Recuerda el Común que el Parlamento Europeo ya mostró su «preocupación» por el «alcance alarmante» de la propagación entre la población. En 2018, pidió a la Comisión que recopilara información sobre los métodos de detección y tratamientos administrados en los Estados miembros, para mejorar el seguimiento de la enfermedad de Lyme, así como publicar directrices sobre la formación de médicos generales para facilitar la detección de la enfermedad.

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