20 AÑOS DEL 11-M
Andrés, policía salmantino: «Me senté donde pusieron la bomba, pero me cambié de sitio»
Andrés iba en uno de los trenes: «Instintivamente salté por la ventana y al abrir los ojos vi todo oscuro. Ese día no sientes nada y sólo quieres ayudar, al primero que saqué fue a un bebé»
Desde siempre le gusta llegar pronto a los sitios y eso quizá le salvó la vida hace 20 años. Esa costumbre y otro cúmulo de pequeñas decisiones inconscientes. El policía salmantino Andrés Vicente Ciudad se despertó ese jueves de marzo de 2004 «ilusionado» porque iban a darle «las primeras notas del examen a inspector». Vivía con su pareja, hoy su mujer, en Alcalá de Henares. Cogió el coche, lo dejó aparcado en la estación y se montó en el Cercanías de las 7.04 de la mañana en dirección a Atocha. El número 17305. «Tengo la costumbre de ir con tiempo. Me monté en el tren que estaba parado, entré el primero en el vagón vacío, me senté en un sitio porque pensaba que era el más cómodo, que es la zona en donde pusieron la bomba, pero era una mañana fría, entraba aire por la puerta, decidí sentarme más atrás y me cambié de sitio. Empieza el viaje y estuve todo el tiempo mirando el periódico sin levantar casi la cabeza».
Hasta que a las 7.39 explotaron cuatro bombas en la calle de Téllez a 500 metros de entrar en la estación de Atocha. Pocos minutos antes, «anuncian que la próxima estación es Atocha y la gente empieza a levantarse hacia la puerta para salir cuanto antes del tren». «Como yo iba sentado pegado al cristal y las personas de mi lado no se levantaron , no quise molestar y esperé sentado. Eso también hizo que me librara de esta» , apunta José Andrés.
Entonces se produjo el estallido. «Explota y me viene la onda expansiva de arriba a abajo y de atrás adelante, una fuerza que te dobla el cuerpo para delante. Sentí una sombra pasarme por delante, no sé si alguien que fue más rápido que yo al salir por el cristal o parte de una persona que por la explosión saliera por allí. Cuando abrí los ojos, vi aquello todo oscuro e instintivamente salté por la ventana. Al poner los pies en el suelo, miré a la izquierda, vi los otros tres vagones explotados y ya me di cuenta de la magnitud. Soy consciente de que estoy vivo porque otras personas que estaban delante me han protegido a mí en ese sentido». Iba en el primer vagón del tren que constaba de seis y explotaron bombas en cuatro de ellos. Uno de los cuatro trenes de cercanías de la línea Alcalá a Madrid, que circulaban con intervalos de cinco minutos entre ellos y que explosionaron en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia.
Lo primero que hizo Andrés cuando tocó tierra fue realizar tres llamadas urgentes, escuetas y clarificadoras a su pareja, a sus padres a los que despertó en Salamanca, y a un compañero para que avisara a emergencias: « Ha estallado una bomba en el tren donde iba, pero yo estoy bien, no te preocupes ». Trasladado el mensaje de calma, sin aliento ni segundos para pararse a pensar, lo siguiente surgió de manera automática, casi innata: ayudar. «Colaboré en sacar a gente de los vagones hasta que después de evacuar a todo el mundo, ya me trasladaron al Hospital Gregorio Marañón a hacerme una cura porque afortunadamente sólo tuve lesiones leves. Al lado de un oído se me clavó fibra de vidrio del compuesto del que está hecho el vagón del tren».
Ese trance de socorrer a quienes sobrevivieron, pero no podían moverse o estaban atrapados entre el amasijo de hierros y restos del vagón, no resultó ni mucho menos sencillo: «Nuestro tren era el más complicado a la hora de evacuar a la gente porque estábamos en medio de la nada, no había una estación ni nada».
Aún así, lo hicieron. El personal de Emergencias, bomberos, policías, sanitarios... y los supervivientes reaccionaron dando todo de sí mismos: « Recuerdo que la primera persona que saqué era un bebé que estaba en carrito, lloraba, lo cogí, se lo di a una persona que estaba por allí y luego la madre de ese bebé, tirada en el vagón, preguntaba por su hijo, le dije que lo había sacado, que estaba bien y a ella la tuvimos que trasladar usando la misma puerta del vagón como camilla».
Su vagón era el de cabeza y trasladaban a los heridos a la parte trasera por lo que en el trayecto atravesaban todo ese trágico y doloroso escenario. «Son 100 metros con gente a cuestas de aquí para allá y mientras tanto por pasando por restos de personas. Muy duro, sólo que en ese momento ni te lo planteas, no sé si por ser policía o por el simple hecho de querer ayudar en ese momento sólo piensas en echar una mano y no te das cuenta del todo de lo que hay a tu alrededor ». El ritmo de los rescates era tan vertiginoso que tardó algo más de una hora en descubrir que hubo otros trenes en el mismo atentado. «Tardé en comprender que lo que nos había pasado no era algo aislado».
Sobre cómo le afectó emocionalmente, relata que inicialmente no daba tiempo a procesarlo. « Estás prácticamente en shock . Los días siguientes veías las noticias y decías ‘ostras, he estado ahí y a mí no me ha pasado nada’», indica. « Una especie de vacío que no sé muy bien cómo explicar. Lo estás viviendo y parece imposible que eso pueda ocurrir y vayas en ese mismo vagón en el que ha estallado la bomba. Ese día en concreto no sientes nada, estás en una nube».
El atentado sucedió un jueves y el lunes siguiente ya estaba de vuelta al trabajo. « Intenté hacer mi vida normal. Era policía de un servicio que se llama brigada móvil y nos encargamos de los transportes y trabajaba en el metro. Tenía que montarme sí o sí. Me pregunté ‘¿Puedo hacer mi trabajo? Sí, pues para adelante.’ Los primeros días te vienen muchos recuerdos y volver a montarme en un tren de cercanías me llevó unas semanas más, pero menos de un mes porque necesitaba sentir que la vida continúa». Sí hubo días en los que llegaba a la estación de tren de Alcalá con el coche, como aquella mañana del 11-M, y no cogía el tren. «Me pasó varias veces que no me veía con fuerza y arrancaba el coche y me iba conduciendo», cuenta.
Andrés es una víctima del terrorismo, pero subraya que se siente «muy afortunado» . «No me ha afectado en el resto de mi vida para mal porque ayudó que no hubiera ningún allegado que fuera en los trenes. Tuve mucha suerte de sobrevivir y siento que tengo suerte de estar vivo. Haber vivido algo así me dio un poco de esa perspectiva, dar gracias por estar vivo y aprovechar la vida».
Este policía salmantino aprobó aquel examen y los siguientes. Ascendió a inspector y, aunque tuvo la oportunidad de escoger Madrid como destino, prefirió Huelva. «Puede que el atentado tuviera que ver. No lo sé». Tras cinco años en Andalucía regresó a su Salamanca natal. Trabaja como inspector del cuerpo nacional de Policía destinado en la comisaría de Salamanca, en la brigada de policía judicial». Cuando rememora l a tragedia que vivió todo el país lo resume en un concepto tan sencillo como revelador: « Tristeza ».