Emprender en femenino
Mónica, Clara, Flor y Ruth son cuatro castellanas y leonesas que decidieron dejar sus empleos y dedicarse a la creación de peluches, panes artesanos, la ganadería y la ebanistería
Mónica, Clara, Flor y Ruth son cuatro emprendedoras castellanas y leonesas “reconvertidas”. Las cuatro tienen rasgos comunes: son licenciadas y siempre les rondó por la cabeza el montar un negocio por su cuenta. Sostienen que para reconvertirse en empresaria, además de un colchón económico, es básico el apoyo familiar. Sus cabezas no paran de generar nuevas ideas para el negocio. Es más, las cuatro tienen en mente invertir sus beneficios para abrir nuevas líneas.
Mónica de Andrés Tabuenca, de Segovia afirma, que como otros tantos miles de personas, la pandemia le permitió “repensar” qué quería hacer con su vida. La segoviana llegó a trabajar como diseñadora de moda en Inditex y otras firmas de ropa española y francesa. Pero en la pandemia dejó todo para dar vida desde San Cristóbal a su proyecto: Monatabú, una firma de peluches, muñecas de trapo y accesorios, que se distinguen por su originalidad y por encerrar grandes dosis de cariño y apego, informa Ical.
Esta emprendedora reconoce que, a pesar de haber estado muy a gusto en Inditex, en su interior sabía que quería crear su propia empresa, algo propio que le llenara. “La pandemia fue un punto de inflexión. Cuando estaba muy estresada en mi trabajo anterior, paraba y siempre hacía una muñeca o algo manual. Era algo que me daba paz. La marca ya la había creado hacía diez años, y en la pandemia un día abrí una caja y vi la cantidad de muñecas que había confeccionado, ahí decidí dejarlo todo. Por aquel entonces tenía una estabilidad económica estupenda, pero no era feliz. Realmente, peté porque sabía que quería hacer algo. Empecé a montar una colección y a preparar mi página web”, relata.
El apoyo de su pareja fue “crucial” en la toma de la decisión. Es más, cree que gracias a su impulso y el de su familia el vértigo que produce el dejar una situación cómoda económicamente por un proyecto que desconoces si será viable fue menor. “Me levanto motivada y estoy contenta con lo que hago. A pesar de no ganar tanto dinero, estoy realizada. Termino una pieza y me siento bien. En mi anterior etapa trabajaba 14 horas al día y estaba muy quemada. En mi correo electrónico me entraban cientos de mensajes por minuto y era muy estresante”, admite para señalar que muchas veces es necesario “parar”.
Monatabú, con un año de vida, nació por su vocación al diseño, la moda infantil y su amor por lo artesano. A través de la web (monatabu.com) la diseñadora vende muñecos, baberos, chupeteros y ‘dou dous’ (muñecos de algodón, que se los ponen las madres en contacto con la piel, cogen el olor y luego se los dan a los bebés y les ayuda a conciliar el sueño). Además, también tiene otra línea-que prevé industrializar de recuerdos para ceremonia.
De momento, la respuesta del público ha sido buena. Durante las pasadas navidades Mónica exhibió su tienda en un mercadillo en Segovia. La actividad le ayudó a estrechar lazos y sinergias con otros artesanos. “En el mercadillo vendí tres yayitas. Había gente que pasaba y hacían comentarios del tipo que feas son, dan miedo o son horrorosas y otras consideraban que eran un amor y que eran muy distintas a lo que se vende en el mercado convencional. Las yayitas tienen más éxito en los países del norte de Europa que en España. Tienen su público”, explica para señalar, además, que cada una lleva el nombre de una persona a la que conoce y están hechas cien por cien con sus manos.
Desde que se embarcó en su aventura empresarial, también ha tenido momentos menos gratificantes. Encargó su página web y el trabajo no se lo hicieron de manera correcta. Actualmente, ya está corregido, y la emprendedora afronta el reto de manejar las redes sociales. “El Grupo de Acción Local Segovia Sur me otorgó un premio que me ha impulsado a participar en el Rural Talent para el que me piden superar cuatro retos, uno de ellos es crear un ‘reel’ en instagram. No soy digital y me está costando”, reconoce.
Al margen de todos los vaivenes que afronte a partir de ahora, la emprendedora, madre de tres hijos, admite que es feliz creando sus muñecos llenos de amor dulce y no le importa invertir 14 horas al día para dar vida a una nueva yayita. Cree que con una buena dosis de valentía y el apoyo incondicional de los que te quieren se es capaz de superar las metas que te impongas.
Panes artesanos
La ingeniera soriana Clara Escribano se embarcó en ‘Massa Mater’ porque quería trabajar en algo que le permitiera conciliar su vida familiar y laboral. La aventura empresarial comenzó cuando su marido, el agredeño Cosme Cacho, cocinero y maestro panadero, descubrió que era alérgico a los cereales. Ambos comenzaron a buscar alternativas a su alimentación porque en las tiendas no encontraban productos que pudiera tomar.
Cuenta Clara que, a pesar de llevar dos años abasteciendo de pan funcional a miles de españoles desde Ágreda, localidad donde se ubica el obrador, la idea les rondaba desde hacía años a la pareja. Ambos se apoyan mutuamente para sacar el negocio adelante y buscar nuevos nichos de mercado que les permita crecer.
“El apoyo de Cosme para mí ha sido fundamental. Además, he encontrado mucho respaldo en el Grupo de Acción local Proynerso. Por lo demás, el impulso de seguir me lo dan las facturas. ¡Hay que pagarlas!”, exclama para señalar que en Soria los emprendedores cuentan, además, con el apoyo de la Diputación que les permite exhibir de forma gratuita sus productos en ferias de alimentación.
Durante estos dos años, la emprendedora ha utilizado las redes sociales para dar publicidad a su negocio. De este modo, nutricionista, dietista e ‘influencers’ de la comida funcional han hecho eco de las bondades de su pan “reposado”. No obstante, ella considera que las redes también tienen un “tope” debido a la saturación de publicidad de todo. “Al principio sí crecimos, pero luego vimos un estancamiento. El tema de las redes ayuda pero está sobresaturado”, considera.
La cabeza de Clara busca nuevas líneas para su negocio y ahora están embarcados en la búsqueda del sello ecológico para algunos de sus productos. Massa Mater ofrece el pan clásico elaborado con masa madre (hogazas, barritas, pan de molde artesanal, molletes), por un lado; el germinado (trigo sarraceno, quinoa.) y multigerminado (quinoa, arroz, lenteja y sarraceno; y arroz negro, rojo, blanco y lenteja castellana). Juan Carlos, por su parte, se dedica a elaborar la repostería.
Ganadería gourmet
Flor León Martín cuida con su hijo y marido a sus más de 100 vacas de carne en su explotación de expansivo, familiar, ecológica y trasterminante en Navafría, León. Ni ella, historiadora de arte de profesión-, ni su marido habían tenido contacto con el sector primario, sin embargo, el proyecto de criar animales siempre estuvo en su mente. Su negocio tiene varias líneas, una de ellas pasa por la cría de vacas para la venta de carne ‘gourmet’ y otra pasa por apoyar la recuperación de la raza mantequera, autóctona que en los 90 se dio por extinta.
Flor ha atendido a una vaca que ha parido y ha muerto en el parto. Afirma que el trabajo es “gratificante” pero hay que estar pendiente. “En verano llevamos a los animales a la montaña leonesa para garantizarles el alimento. Los terneros están muy bien criados, tanto por el tema de bienestar animal como luego de calidad del producto. No queríamos vender el producto en el circuito convencional porque era perder el valor añadido”, relata.
La familia se ha embarcado en realizar una inversión más a su negocio con la instalación de una sala de despiece. Pretenden comercializar otros productos como cecinas. Flor no baraja la posibilidad de volver a su trabajo como restauradora de patrimonio y afirma que este nuevo le llena plenamente. “Nosotros nos apoyamos y hemos invertido mucho en una idea en la que creemos”, confiesa.
Taller ebanista
Por su parte, Ruth María Caballero es otra emprendedora leonesa reconvertida. Estudió Bellas Artes y logró, finalmente, estar empleada en el sector comercio. Tras quedarse sin empleo, su pareja, Rafael Fernández, que tenía un pequeño taller ebanista le brindó la posibilidad de trabajar en el sector. “Yo ya ayudaba a veces en el taller, pero fue él que me impulsó a formalizar mi trabajo. Al paso de los años me he puesto yo al frente de la empresa: R. que. R ebanistas, que se ubica en Mansilla Mayo y fue fundada en 2018".
Ruth compró nueva maquinaría para ampliar el taller. Sus clientes tienen perfiles diferenciados. Por un lado, el cliente de elevada edad que busca la esencia de la madera y, por otro, jóvenes que quieren piezas únicas y especiales. “Nos adaptamos a las últimas tendencias”, indica para recalcar que “a pesar de que hay días malos” el haber tomado las riendas de un negocio le satisface.
La empresaria indica que ha recibido ayudas económicas de la Junta y la Diputación y también de formación en otros ámbitos que les ayudan a que su negocio sea viable relacionadas con el marketing y la digitalización. “Tenemos una línea de trabajos a la demanda y otra de pequeña decoración de interiores”.
Cree que emprender en España es “muy difícil” por la falta de formación en el mundo de la empresa, y por eso considera necesario que se imparta en las aulas una asignatura relacionada. Ahora, dice, emprende todos los días, ya que si se quiere hacer nuevas cosas e irrumpir en el mercado las trabas burocráticas son enormes. “Se necesita formación empresarial para poder avanzar. Existen decenas de administraciones y trámites que hacen que el empresario se pierda”.
La demanda de sus productos creció con la pandemia. El hecho de que la gente estuviera más tiempo en casa le hizo ver las necesidades de sus hogares y la demanda de todos los oficios creció de forma exponencial. Precisa que no es necesario “ideologizar” el emprendimiento, ya que a ella le impulsó su marido a tomar la decisión y las ayudas públicas que tuvo ella son las mismas que las que tuvo su pareja en 2011, año en el que nació la ebanistería. “No tuve ayudas por ser mujer, sino por ser emprendedora igual que un hombre”, precisa.