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Heredad de Urueña (valladolid)

Vinos con denominación propia

Heredad de Urueña es una bodega con personalidad única que desde 2005 trabaja en la recuperación de viñedos con distintas variedades francesas 

La bodega Heredad de Urueña. -LA POSADA.

Publicado por
Henar Martín Puentes

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El pasado 12 de octubre, Día de la Fiesta Nacional, durante la Recepción institucional que se celebra cada año en el Palacio Real se sirvieron los vinos de Heredad de Urueña. Era la tercera ocasión que estos vinos con dos décadas de historia eran elegidos por la casa real para un acontecimiento de estas características. Detrás de esta etiqueta se encuentra un proyecto familiar liderado por el empresario leonés vinculado a medios de comunicación e impulsor del Foro de la Nueva Economía, José Luis Rodríguez. Este empresario de origen berciano es un enamorado de su tierra, del periodismo y del mundo del vino. Muchos le sitúan como una de las personalidades más influyentes del panorama nacional. Fue en un viaje a León cuando se fijó en este enclave único situado en los pies de la Villa del Libro. Corría el año 2005. «El proyecto tuvo una motivación emocional. Mi esposa y yo fuimos a visitar a unos amigos –Amancio Prada y Joaquín Díaz–para conocer la casa que estaba reformando Amancio cerca de la Ermita de la Anunciación. El superior de los jesuitas de la Colegiata de Villagarcía, Fernando López Combarros, nos enseñó a encontrar la localización. Y ahí se prendió la llama.  El recuerdo de mi abuela Conce, que emigró dos veces a Argentina y regresó a El Bierzo, donde tuvo viñas y un lagar en Bembibre, tuvieron que ver», sostiene el empresario que añade que la adquisición se hizo por tener un lugar para juntarse la familia «entre Madrid y León» y el hecho de aquellos recuerdos y que las ruinas eran una antigua bodega «llevó a todo lo demás». 

El paisaje enclavado a 700 metros de altitud sedujo al leonés y a su mujer, Isabel. Comenzó entonces una historia por explorar en los orígenes hasta convertirlo en lo que es hoy, una bodega señera que en el año 2021 culminó con la aprobación del primer Vino de Pago con Denominación de Origen de Castilla y León . Un reconocimiento que llegó tras un arduo trabajo de investigación histórica en busca de vestigios que demostraran la vinculación de este término vallisoletano con la viña. «Una denominación tiene que tener historia, características climatológicas y de textura de suelo homogéneas, sino no podría ser Denominación de Origen. El territorio donde estamos se llama ‘Pago de la Viñas’, lo que te da una evidencia clara de que históricamente hubo viñedo. Se trabajó en ello con mucho esfuerzo, se empezó a investigar. Se vio que antes de la filoxera hubo viñas», señala Aranzazu Arnaiz Cuadrado, enóloga de la bodega. Durante el proceso de certificación de la denominación se llevaron a cabo calicatas, trabajos para demostrar que los suelos, con predominio de suelos franco-arcilloso-arenosos, cumplían unas características homogéneas. La bodega hizo un proyecto con una documentación «muy exhaustiva» junto con estudios de los antecedentes históricos de la zona que hizo Joaquín Díaz. «Joaquín hizo un informe sobre los antecedentes de la zona que lo aportamos para demostrar la singularidad del lugar. Hemos tenido también informes de tipo geológico pero los antecedentes históricos del llamado ‘Pago de las Viñas’ que está inscrito en el registro en el catastro del Marqués de la Ensenada -estamos en el centro de ese paraje- nos ayudó  Joaquín a demostrarlo», añade José Luis.  

Para la familia Rodríguez León la bodega Heredad de Urueña es algo más que una empresa vinícola, se trata de un proyecto que ha puesto todos sus esfuerzos en la recuperación del territorio. Cada verano se reúne toda la familia llegados desde Madrid, donde residen todo el año, a pasar los veranos castellanos en este lugar en el límite entre los Torozos y Tierra de Campos.  La casa familiar ocupa una antigua alquería del siglo XVII  (una casa de labor con finca agrícola) que José Luis y su mujer Isabel recuperaron con sumo mimo y cuidado. Tres años después, en 2008, se trabajó en la recuperación del viñedo y de olivos de este pago medieval abandonado. Implantaron diversas variedades procedentes de viveros franceses –syrah, merlot y un pequeño porcentaje de cabernet– que conviven con la tempranilllo en profundo equilibrio. La selección de los clones y variedades se llevó a cabo en colaboración con el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León. 

En la actualidad cuentan con 16 hectáreas de viñedo propio situado a pie de bodega que se han ido plantando hasta 2017. «La cercanía de las hectáreas con la bodega te evita trasiegos. Vendimiamos por la mañana y a las 6 de la tarde está todo procesado. Eso no lo pueden hacer todas las bodegas. Eso evita que el fruto pierda propiedades: la uva no se oxida y llega en las mejores condiciones sanitarias. Vendimiamos lo que somos capaces de procesar el mismo día. Los vinos son certificados con una calidad con una certificadora externa independiente», sostiene la enóloga. 

Destaca Santo Syrah, un vino monovarietal (syrah100%) goloso, agradable de beber, ideal para acompañar platos de carne de caza y para brindar una tarde con amigos. Pasa 10 meses de estancia en barrica nueva de roble francés 80% y americano 20%.

Su gama de vinos ‘Santo’ abarca cuatro monovarietales (tempranillo, syrah, merlot (un coupage de cabernet y tempranillo). A ello se añade Selección Excelencia que incluye las cuatro variedades. En 2011, la bodega amplió sus instalaciones con un nuevo edificio que se inauguró en 2014. En la actualidad la cifra de producción alcanza las 42.000 botellas al año. Sus vinos compiten en los mercados junto a grandes grupos bodegueros, buscando su propio espacio con una excelente relación calidad/precio. El 70% de las ventas lo concentra el mercado nacional y el 30% el internacional. En el exterior están presentes en países como México, Suiza o Canadá. «Hemos apostado por la calidad, hemos centrado los esfuerzos en sacar del terruño lo mejor que tiene pero carecemos de la fortaleza de grandes grupos bodegueros con sus redes comerciales. Poco a poco vamos ampliando los mercados», apostilla José Luis.

Los retos de futuro pasan por ampliar las cifras de exportación. «Nuestra misión es ampliar la red de clientes. Luego el tiempo irá viendo si es necesario ampliar las hectáreas de viñedo».   

Moisés, vino de Toro

En 2008, comenzaron a trabajar en Morales de Toro viñas centenarias prefiloxéricas de una única parcela. Su vino ‘Moisés’ (100% tinta de Toro),  rinde tributo a su viticultor, Moisés Gamazo y a su manera de mantener el cuidado por la viña. «Es una figura clave, con él empezó José Luis desde el principio. Sus uvas tienen gran potencial de guarda. No es un Toro típico, es muy refinado, lleva envejecimiento, durante 18 meses, en barricas nuevas de roble construidas en las mejores tonelerías francesas. Es una elaboración más francesa, evoluciona muchísimo en el tiempo. La añada de ahora en el mercado es de 2015 y está perfecto. Te da mucha fruta y te van saliendo aromas de la barrica. Es un vino para disfrutar en el tiempo», explica su enóloga. Toralto es la otra elaboración. Un vino elegante procedente de viñedos en vaso de entre 20 y 30 años situados en la misma localidad toresana.

Malvasía castellana 

El grupo ha hecho incursión en la elaboración de blancos. Primero, como colaboración, realizó una vinificación de un verdejo en las instalaciones de Francois Lurton. Y Víctor de Gualderguariza, un vino que salió el año pasado al mercado elaborado con malvasía castellana, una uva autóctona de la Denominación de Origen Toro que cuida con esmero Víctor, hijo de Moisés. «Es un blanco fermentado en barrica criado sobre lías. Es un lujo poder trabajar con esta uva, lamentablemente se arrancó mucho», señalan. 

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Heredad de Urueña es un proyecto con un cuidado desarrollo desde la viña hasta la botella. Dicen estar convencidos de que el buen vino no se hace en la bodega, sino fundamentalmente en el viñedo. Por eso, y fieles al concepto de terruño, combinan la viticultura tradicional con las nuevas técnicas. La bodega ha devuelto el legado de un trozo de la historia de esta villa medieval amurallada, recuperando un viñedo que había caído en el olvido y elaborando un vino de prestigio. Un ejemplo de la cultura del vino.