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Pasaje de vuelta: de Australia a Castilla y León

Álvaro, Vanessa y Gemma son tres jóvenes emigrantes de la Comunidad que reciben la ayuda de la Junta para facilitar su retorno tras vivir sus últimos años en el país oceánico, donde fueron en busca de oportunidad. «Incentivan, ayudan y hacen más llevadera la vuelta», aseguran

Replantearse la vida lejos de la familia y amigos no es una decisión sencilla por los riesgos que ello implica, pero una vez se accede a ella los beneficios suelen ser mayores que los arrepentimientos. Es lo que le ocurrió a un total de 84 personas procedentes de Castilla y León que experimentaron varios años fuera de su tierra con objetivos personales y profesionales. En Australia, por ejemplo, coincidieron Álvaro Hernández Arribas, Vanessa Urizarna y Gemma Arribas, donde consiguieron compaginar el trabajo con aventuras por todo el país. O Gabriel García, que pasó más de 8 años en Ecuador cuando su idea era pasar un mes y conoció allí a su esposa. Porque a veces el destino hay que buscarlo y no esperar a que llegue.

Publicado por
Diego González
Valladolid

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En solitario, acompañados de recuerdos, una ínfima parte del armario y sin billete de vuelta. Un viaje a lo desconocido si no fuera por Internet. No tener hogar ni trabajo no parece ser un problema. Pero el miedo a emprender una nueva vida es inevitable que no corrompa a los cuerpos antes de embarcarse en el avión. Atrás queda la Castilla y León que les vio crecer, una tierra donde reina la experiencia pero que necesita de los jóvenes para su supervivencia.

Con el cartel de «tierra de las oportunidades» como incentivo para esas generaciones, optar por retornar a la Comunidad parece más sencillo , también llamados por reencontrarse con familiares y amigos que, por momentos, quedaron en el olvido. Y cuando plantear la vuelta a Castilla y León pareciera una situación llena de complejidad, con el programa ‘Pasaporte de vuelta’ de la Junta se despejan los problemas con la serie de ayudas dirigidas a los emigrantes castellanos y leoneses.

Un total de 84 beneficiarios tendrán la opción de continuar sus vidas en la tierra que les vio crecer al percibir entre 2.500 y 5.400 euros con el propósito de facilitar su retorno e integración, pero también revitalizar los zonas más despobladas de la Comunidad debido a que incrementará en un 20 % si el retornado pretende hacerlo a un municipio de menos de 10.000 habitantes o  a uno de hasta 3.000 habitantes si dista menos de 30 kilómetros de la capital de provincia, como a un municipio incluido en algún programa vigente territorial de fomento o en un plan vigente de dinamización territorial.

Así, la Junta de Castilla y León prosigue en su atención y apoyo a la población emigrada a países de Europa , como Reino Unido, Alemania, Bélgica, Francia, Irlanda, Polonia, Suecia, Suiza, Eslovenia, Hungría, Italia, Países Bajos, Portugal, República Checa, Ucrania; de América del Norte y del Sur, como Estados Unidos, Chile, Argentina, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, El Salvador o Venezuela; de Asia, como Tailandia; y hasta de Oceanía, como es el caso de Australia y donde emprendieron aventuras durante varios años jóvenes como Álvaro Hernández Arribas, Gemma Sánchez Duque y Vanessa Urizarna. 

La sencillez australiana

Cambiar los poco más de 100 habitantes de Santa María del Arroyo, en Ávila , por los más de 540.000 de Gold Coast, en Australia , no fue ningún impedimento para Álvaro, al cual la aventura le despertó la inquietud de viajar a más de 15.000 kilómetros de distancia.

Emprender un viaje de tal magnitud debería significar un conocimiento profundo sobre el próximo destino, pero el joven abulense apenas conocía Australia y su única experiencia de España fue en Inglaterra . Su preparación, a priori, también daba apariencia de ser improvisada al tener únicamente tres días de hostel y no tener trabajo garantizado.

Pero lo que pudo haber sido un viaje con sus días contados se convirtió en una estancia de más de cuatro años lejos de Castilla y León compaginando trabajos de todo tipo y muy diferentes a su formación de ingeniero agrónomo, con viajes propios de una película de Hollywood. 

« Tenía mis miedos , pero a pesar de ellos di el paso para hacerlo y ha sido una de las mejores decisiones de mi vida», recuerda Álvaro, al que la naturaleza, los paisajes y la curiosidad de ver cómo era otro estilo de vida en Australia le despertaron su gen de explorador.

Pese a que se trataba de un viaje en solitario, allí coincidió con Gemma , que viajaba desde Baños de Cerrato, en Palencia , con el objetivo de conseguir ser «una profesora competente» con un dominio absoluto del inglés. Así, lo que iban a ser unos meses en Londres se convirtieron en dos años trabajando en un colegio de educación infantil, seis meses de voluntariados por Camboya, Vietnam, Bali, y Tailandia, donde consiguió convalidar su título de profesora, y cinco años en Australia.

Como Álvaro, sus inicios en Australia tuvieron su punto de inicio en Gold Coas t hasta que tres meses después empezó a viajar de forma independiente por todos los rincones del país a bordo de una furgoneta que se pudo comprar y probando hasta quince trabajos diferentes, como en una granja, en una mina, en un crucero, de cocinera o recogiendo uvas.

Ambos coinciden en las grandes oportunidades laborales que ofrecen allí sin tener en cuenta su formación , su nivel de inglés o los títulos que les acompañen, como expone Álvaro, que relata que a los tres días consiguió su primer trabajo y una de las diferencias respecto a España es el tema de oportunidades debido a que aquí  «si no tienes el título, tal vez no entras en una empresa». «Te dan la oportunidad para trabajar, te tratan bien y en los trabajos más básicos no te miran mal. Por ejemplo, a mí me venía el jefe y me decía todos los días: ‘gracias, porque realmente el bar sin ti no funciona’».

« Los salarios también son mucho más altos , entre tres y cuatros veces más. Allí se cobra a la semana, y con medio día de trabajo ya pagaba la renta entera de la semana. Se vive bien porque las cosas importantes no son caras», añade el abulense, que define como «fácil» poder vivir en Australia. 

De esta forma, su plan de vida se basó en trabajar durante dos o tres meses para poder comenzar sus retos personales como viajar por el desierto de Australia en bicicleta, trabajar con gente de capacidades diferentes o viajar por carretera. Así, en un ciclo continuo que duraba varias semanas seguidas dejaba atrás todo lo construido en forma de amigos, trabajo y hogar para lanzarse a la aventura y volver al punto de partida. 

Gemma también experimentó una vida poco rutinaria y «muy diferente a la que nos venden, haciendo lo que quería y sentía en cada momento», considera por su parte, donde pudo iniciar parte de sus hobbies que desconocía hasta ese momento como surfear aprovechando las primeras olas del día nada más levantarse.

«Al final la persona que soy ahora mismo es sobre todo por mis viajes, por todo lo que he aprendido de cada persona que me he cruzado », apunta. Así, su gran enseñanza de Australia fue aprender a vivir una vida más minimalista, a centrarse en el momento presente, aceptar la incertidumbre y el cambio.

Pero si la integración pudo haber sido algún tipo de problema, Gemma reconoció haber tenido suerte desde el primer día en Australia porque «conocí gente que me ayudó, me apoyó en todo, me abrieron el camino, y se alegraban de tus victorias».

Además de con Álvaro, también coincidió con Vanessa , cuya aventura comenzó en Sydney a raíz de una antigua compañera de universidad. «Me veía un poco agobiada de no haberme movido nunca de aquí, de Venta de Baños, y de trabajar en la ciudad pero vivir allí. Por esto decidí que tenía que irme a un país donde se hablase inglés, que hiciese buen clima y también buena calidad de vida. Entonces, mis opciones principales eran Australia y Nueva Zelanda», rememora la palentina, que también pretendía realizar cualquier tipo de trabajo alejado de su formación como ingeniera especializada en diseño industrial.

Aunque tenía decidido que Sydney sería su primer destino, Vanessa no tenía planificado ni dónde iba a vivir ni de qué iba a trabajar . Sin embargo, no tardó en ocupar diferentes oficios, como camarera o granjera, para conseguir cumplir su filosofía: «ir a Australia para trabajar, para viajar», explica. También para mejorar el idioma, por lo que buscó integrarse desde el principio con los australianos pese a ser su primera gran estancia fuera de España.

Así, de sus casi tres años en el país oceánico consiguió repartirlos de forma equilibrada entre oficios y aventuras después de sus primeros cuatro meses en Sydney y repartiendo el resto de su experiencia viajando a bordo de una furgoneta y un 4x4.

La naturaleza se convirtió en su hogar y en el de su pareja durmiendo entre la absoluta oscuridad y despertando con el sonido de los pájaros con la vista del amanecer en primer plano. «Te sentías un poco animal porque te acostabas con el sol y te levantabas con el sol, sin importar la hora que sea», afirma Vanessa.

Para ella, ese aprovechamiento de la naturaleza supone una de las principales diferencias respecto a España. «Durante los puentes y fines de semana, los parques nacionales se llenan de gente y hay un montón de campings que son gratuitos o casi gratuitos y no tienen agua, ni luz ni nada. Simplemente pagas por un permiso de acampada y tienes que ser autosuficiente. Todo es más aventura», desarrolla.

Por otro lado, de una de las lecciones que guarda Vanessa de su etapa en Australia, que es «vivir el momento», establece otra diferencia con España ya que allí « no hay esa mentalidad de voy a guardar dinero porque no llego a fin de mes o no tienen tanto colchón como algunos españoles de ahorrar. Es tan fácil tener un trabajo que la gente sabe que si necesita dinero puede trabajar y va a hacerlo». Gracias, en parte, a la rotación de trabajos, según ella, debido a que «hay otro tipo de contratos que la facilitan y no hay puestos para que haya la misma persona durante 50 años».

¿Por qué volver, entonces, si es aparente el idilio que adquiere la vida en Australia? En el caso de Vanessa, fue su alargada separación de familia la que motivó su retorno y ahora afronta el objetivo de poder emprender en el mundo rural que ha podido empezar a coger forma gracias las ayudas del programa ‘Pasaporte de vuelta’ de la Junta de Castilla y León. «Es como una inversión para incentivar que te quedes aquí. Si tú te quedas o consumes de nuestra Comunidad, compras de aquí, intentas que el dinero se quede aquí, pues estás reinvertiendo ese dinero, que es lo que le hace falta un poco a la zona», considera.

Para Gemma estas ayudas son su «mayor regalo de Navidad» porque «te ayuda a conseguir lo que realmente quieres». Ella expone su regreso a Baños de Cerrato por las escasas emociones que ya le deparaba vivir en Australia tras cinco años pese a acudir regularmente a paisajes únicos. «Me  fui a la otra punta del mundo a buscar algo que ni yo sabía y me di cuenta que lo que yo estaba buscando y que todo lo que había aprendido estaba dentro de mí. Viajar me ha hecho conocerme a mí misma, aprender a estar sola, a tener mis ratos de soledad que son súper necesarios y me ha hecho darme cuenta que el estilo de vida que he tenido allí también lo puedo llevar a España», sostiene. 

Ahora, con diversos proyectos en mente, el programa ‘Pasaporte de vuelta’ la permitirá a Gemma abrirse paso hacia el emprendimiento relacionado con la pintura y los murales. «Es una maravilla que que la Junta nos conceda estas ayudas y apoye a gente que sabe que valemos la pena. Mi idea no es trabajar para conseguir dinero, sino realmente disfrutar de lo que hago», añade. 

Álvaro, en cambio, se mantiene más paciente respecto a su futuro, pero coincide con Gemma y Vanessa en que el dinero ocupa un segundo plano respecto a sus siguientes trabajos . «Lo más importante es que tengo la actitud y únicamente es definir el qué. Será más difícil o menos, pero lo importante no es el objetivo sino que lo que hagas en el momento lo estés disfrutando», apunta.

También se mantiene a la espera sobre qué situación le depara en Castilla y León pese a llevar más de tres años sin volver. «En un momento me pregunté si me quiero quedar para siempre en Australia o quiero volver. Y al principio todo bien, pero ahora que veo la realidad de Castilla es un poco deprimente porque no hay gente joven.

Siento que se está muriendo, o la están matando, y me da pena porque me encantaría poder estar aquí a gusto pero creo que hace falta un cambio de mentalidad», considera, pero que gracias al privilegio de las ayudas para emigrantes de la Junta se genera «un impulso para que se puedan resolver un poco los problemas estructurales y los problemas hondos que tiene la Comunidad. Es un incentivo, ayudan, y hacen más llevadera la vuelta», afirma.

Desde ecuador con amor

Ecuador no está tan separado de España como Australia , pero su destino tampoco es tan frecuente entre los jóvenes emigrantes de Castilla y León.

Gabriel García , desde la localidad burgalesa de Atapuerca se atrevió a dar el paso al avistar  una propuesta de una fundación de derechos humanos en el tema de asilo refugio en Ecuador. «Me ofrecieron la oportunidad de trabajar en el área de litigio estratégico que presentaba casos emblñematicos ante las instituciones o autoridades internacionales de la Corte Interamericana o del Comité de las Naciones Unidas», recuerda.

Lo que iban a ser unos meses trabajando en Ecuador se convirtió en un año , pero ese tiempo se iba a prolongar siete años más después de conocer allí su actual pareja para emprender una vida juntos hasta el hecho de convertirse en esposos.

La inexistente barrera del idioma no pudo suponer un problema para Gabriel en su nuevo país, no obstante, el cambio radical de vida conllevó una situación de adaptación. «Es una especie de choque cultural, comportamiento o relaciones personales. Pero yo tuve la suerte de llegar a una fundación donde había personas de todas las partes del mundo, por lo que el intercambio no fue complicado para mí», señala el burgalés.

Como en cualquier emigrante, dejar atrás a su familia fue el verdadero golpe que tuvo que afrontar . «En ciertos momentos, cuando suceden eventos donde tú no puedes estar, donde tú no puedes aparecer, no puedes coger en cualquier momento un avión durante diez horas y presentarte de vuelta. Entonces, echas de menos esos momentos que son más sensibles para cualquier persona por la gente que te rodea», indica. Así, la pandemia como el terremoto que afectó a Quito el 16 de abril de 2016 fueron dos acontecimientos que la familia de Gabriel tuvo que soportar con extrema preocupación.

Estar más cerca de su padre como los problemas de Ecuador para formar una familia llevaron a Gabriel a retornar a España, gracias a sus mayores «garantías y seguridades», al que recalca la importancia de la contribución económica de las ayudas del programa ‘Pasaporte de vuelta’ de la Junta, pero también «la presentación de oportunidades para continuar con el crecimiento y desarrollo personal en Castilla y León.

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De todas las lecciones que puede recoger de su larga experiencia en Ecuador se queda con ese crecimiento personal. «Al final, cuando trabajas con gente de todas las partes del mundo, ves que la realidad es mucho más amplia, aprendes adaptarte, aprendes a ver otro tipo de ideas, otra forma de pensar, otra forma de comportarte o de reaccionar. Salir fuera te ayuda a ampliar tu pensamiento o ser más crítico con todo, incluso para valorar lo que lo que tenemos en España. Pero siempre es positivo comenzar cualquier proyecto fuera de tu país o de tu casa», sentencia.