Cowboys modernos que viven la trashumancia
Jorge y otros ganaderos de Castilla y León trasladan a sus vacas desde la Sierra de Gredos abulense hasta Extremadura ante la llegada del invierno para proporcionarles mejores pastos y un clima más favorable. Un viaje de casi 200 kilómetros por las cañadas reales que no está exento de obstáculos y anécdotas
Apenas ha salido el sol hace escasos minutos y una de las cañadas reales del sur de Castilla y León ya deja una imagen impactante. 500 cabezas de ganado entre vacas y terneros caminan con paso lento hacia el horizonte . Junto a ellas, montados a caballo, sus pastores, que las dirigen hacia zonas de Extremadura donde el invierno es menos duro.
Una estampa que bien podría pertenecer a cualquier ‘western’, pero que sin embargo forma parte de una de las tradiciones con más arraigo para los ganaderos: la trashumancia. Una costumbre que no es extraño ver protagonizada por ganado ovino, pero en la que también participan las vacas que se crían en las zonas montañosas de Castilla y León.
Con la llegada del frío, para muchos cowboys modernos como Jorge García es el momento de prepararse para un largo viaje , más en tiempo que en distancia. No se trata de un calificativo al azar, pues como él mismo asegura su profesión es la de vaquero, aunque aquí poco tiene que ver con duelos al alba y asaltos al tren.
Su labor se centra en los animales , medio millar en el caso de Jorge, a quienes cuidan, protegen y ahora llevan a zonas donde los inviernos son menos duros. Se siente muy orgulloso de lo que hace, y así lo pone de manifiesto. «¿Cómo no me voy a sentir vaquero si es mi profesión?», señala en declaraciones a este periódico.
Precisamente es este último el motivo que le llevó este mes de diciembre, como en tantas otras ocasiones, a emprender un viaje de casi 200 kilómetros entre la Sierra de Gredos abulense y el municipio de Trujillo, en pleno corazón de Extremadura y a pocos kilómetros de Cáceres. No obstante, el ganado bovinmo que hace las trashumancia no solo procede de Ávila , sino también de otros puntos de la región como León, tal y como señala Jorge a modo de ejemplo.
Prácticamente dos semanas de viaje en las que este ganadero y sus animales se han tenido que enfrentar a los obstáculos habituales, a los que se ha sumado el reto de vadear los ríos cuyo cauce había crecido con motivo de las lluvias de la pasada semana y que han requerido de todo su arrojo.
De hecho, esta circunstancia ha hecho que el trayecto se haya alargado algunos días más , tal y como explica Jorge. «Se habría tardado menos, pero no se podía pasar por los ríos. Normalmente suele ser un recorrido de unos diez días», señala. Y es que, sin duda alguna, la trashumancia es toda una aventura en sí misma, un periplo que pone a prueba la capacidad de sacrificio de los ganadores en favor de sus animales.
El frío y la lluvia han sido los protagonistas durante las dos semanas que ha durado el viaje de Jorge, lo cual supone un obstáculo más si se tiene en cuenta que estos pastores no tienen reparos en dormir al raso cuando las circunstancias así lo obligan. En el mejor de los casos, pueden utilizar los distintos refugios que existen a lo largo de las cañadas reales, pero eso no siempre es posible.
Además, dormir parece algo importante después de las jornadas maratonianas que viven los pastores trashumantes, que inician cada etapa con los primeros rayos de sol hasta que la visibilidad es prácticamente nula. A este respecto, Jorge relata como es su jornada . «Nos levantamos al amanecer, si es que te has podido acostar, a las 6:30 o 7:00 horas de la mañana, porque hasta las 8:00 no se ve. Entonces nos ponemos en camino hasta las 17:00 o 17:30, que se deja de ver».
Cerca de doce horas para recorrer una media de quince o veinte kilómetros por etapa que pueden verse reducidos si las condiciones o el suelo no acompañan. Precisamente, Jorge señala que «con las cañadas, el problema es que han hecho sobre ellas carretera asfaltada y las pezuñas del ganado sufren», algo que es muy habitual en el tramo del Valle del Jerte.
Y para hacer más soportable este singular viaje, son muchos los ganaderos que se sirven de sus caballos para montarlos durante algunos tramos , de nuevo al más puro estilo de los vaqueros de las películas con quienes comparten el nombre con orgullo.
La vida de Jorge ha estado ligada siempre a las reses , entre las que se ha criado y que ahora comanda sirviéndose de su dilatada experiencia. A sus 42 años recuerda como con tan solo 8 completó su primera trashumancia entera. «Es una forma de vida», asegura, al tiempo que defiende que lejos de lo que pueda parecer esta tradición aún está muy lejos de poderse dar por olvidada.
De hecho, la trashumancia es una costumbre al nivel de cualquier otro patrimonio cultural que viene de muchos siglos atrás, y el llevarla a cabo se ha convertido ya en una herencia que pasa de padres a hijo. El caso de Jorge no es una excepción, pues incluso la finca de Extremadura donde recoge a sus vacas es la misma que su padre ya arrendaba cuando era él quien se ponía al frente de estas expediciones.
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Sí matiza que entre aquellos ganaderos fieles a la cita abundan los que no tienen familia , lo que les permite no solo realizar el recorrido si no pasar toda la temporada de frío en el destino más favorable. En el caso de Jorge, la situación tiene un poco de todo, pues aunque se vuelca en el cuidado de sus animales tiene una familia de la que no quiere separarse durante tanto tiempo.
Por eso, mientras sus reses disfrutan de los pastos extremeños, él hace numerosos viajes de ida y vuelta para compaginar ambos mundos , si bien reconoce que su mujer entiende su profesión y que nunca le ha puesto pegas por ello. «Vengo tres o cuatro días y me vuelvo», apunta.
.- TWITTER / @ANDONIMENDOZ