Diario de Castilla y León

Los 40 escenarios de la tragedia

40 zonas catastróficas,75 poblaciones evacuadas,665 fuegos. Shock: 'El monte duele'

Incendio forestal en la localidad zamorana de Losacio, el pasado julio.- ICAL

Incendio forestal en la localidad zamorana de Losacio este verano.- ICAL

Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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  1. LA SIERRA DE LA CULEBRA

  2. LOSACIO

  3. MONSAGRO

  4. CEBREROS

  5. BOCA DE HUÉRGANO

  6. QUINTANILLA DEL COCO

  7. SORIA, LA EXCEPCIÓN

A partir del incendio se acabó la partida de cartas al aire libre, ese recreo aprendido de abuelo y padres, humilde si se quiere, pero en un entorno que antes para sí lo quisieran los sofisticados urbanistas. Ahora los ‘JJ’, «jubilados jóvenes» del pequeño municipio de Santibáñez del Val, en Burgos, como les apodan con ternura y tristeza algunos vecinos, no querían volver a sacar las mesas a la calle y jugar la timba semanas después de que el voraz incendio que asoló la localidad fuera al fin contenido. 

Sólo les rodea negrura y los restos del desastre, tejados derruidos, segundas plantas fulminadas, una decena de casas completamente calcinadas y un paisaje  que  guarda poco del paraíso que fue. «El monte ahora duele mucho. La gente se levanta, mira alrededor y está de ánimos caídos», comenta Ana María García, la alcaldesa de este pueblo de poco más de medio centenar de habitantes –en el que murieron 1.200 cerdos de una granja–. Es uno de los lugares de la catástrofe. Uno de muchos.

La Castilla y León arrasada es tan extensa que abruma. Cuarenta áreas –que abarcan alrededor de 200 términos municipales– entran en la clasificación de zona catastrófica recién publicada por el Gobierno central que contempla 40 siniestros de gran envergadura en la Comunidad.

Casi 700 fuegos ha padecido este verano esta tierra, catorce de más de 500 hectáreas que obligaron a evacuar 75 poblaciones, cuando la España despoblada pasó a ser la España quemada. Alrededor de 80.000 hectáreas calcinadas (según la estimación provisional de la Junta) y tres muertes por el fuego, las tres por el peor incendio que ha vivido esta comunidad, el de Losacio en Zamora que consumió 34.291 hectáreas. La mayor pérdida de masa forestal por las llamas en la historia reciente de España, a excepción del de Riotinto, en Huelva, en 2004.  

Hay focos dañados por gran parte del territorio castellano y leonés durante unos meses donde el mercurio se ha convertido en napalm. Un calor extremo que ha marcado la envergadura de la catástrofe, la de los incendios, que se concentra sobre todo en cinco provincias, Zamora, Salamanca, Ávila, León y Burgos. Aunque la más devorada por el fuego haya sido sin parangón la zamorana. En esas tierras se ubica el 72% de la superficie quemada de la Comunidad.  

Las llamas han asediado a miles de castellanos y leoneses en el peor año para los fuegos que se recuerda desde tiempos muy pasados, allá por los 80. Por supuesto, en una comunidad tan extensa la mala suerte ha ido por barrios. Zamora, Salamanca, Ávila... se llevaron la peor parte, mientras Soria o Palencia se salvaron.

El rastro de las llamas en la Comunidad deja 40 zonas declaradas por el Ministerio del Interior como catastróficas, técnicamente denominadas «zonas afectadas gravemente por emergencias de protección civil».

Esta denominación permite que opten a varias líneas y planes de ayudas para «paliar los daños y recuperar las zonas afectadas» que se tramitan con más diligencia al permitir «activar los mecanismos de ayuda del Estado a las personas y bienes afectados».  

El Ejecutivo habilitó esta declaración antes de cuantificar los daños, según indicó la portavoz del Gobierno y ministra de Política Territorial, Isabel Rodríguez, con el objetivo de «recortar a la mitad los plazos y dar tranquilidad a los afectados».

Estas 40 áreas de Castilla y León son las afectadas por ocho grandes incendios en Zamora, la provincia más atenazada del país; por otros tantos siniestros en Ávila y nueve en León. Además de siete fuegos en Salamanca, incluyendo el extenso de Monsagro; cuatro en Burgos; tres en Segovia y uno en Valladolid.

En concreto, en Ávila se trata de los incendios de San Esteban del Valle, Navalonguilla, Cebreros, Herradón de Pinares, San Juan de la Nava, Collado del Mirón, Los Llanos de Tormes y Santa Cruz del Valle. En Burgos , de Cavia-Buniel, Quintanilla del Coco, Miranda de Ebro y Pineda de la Sierra.En León , de Villafranca del Bierzo, Barjas, Balboa, Ponferrada, Puente de Domingo Flórez, Fabero, Noceda del Bierzo, Cistierna y Boca de Huérgano. En Salamanca , de Villanueva del Conde, Cepeda-Miranda del Castañar, Monsagro, Candelario, Robliza de Cojos, La Fregeneda y Linares de Ríofrío. En Segovia , de Honrubia de la Cuesta, Navafría y Riaza. En Valladolid , Castronuño. Uno de los parajes más atractivos de la provincia. En la del mayor azote, Zamora , el de Figueruela de Arriba, Roelos, Carbajales, Losacio, Almaraz de Duero, Vegalatrave, Olmillos de Castro y Asturianos.

La medida adoptada por el Gobierno incluye un total de 15 comunidades autónomas (todas salvo Asturias y Cantabria) en el peor año de la última década en siniestros forestales en España, puesto que en lo que va de 2022 la ceniza abarca casi 230.000 hectáreas –lo que supone casi cuadruplicar la media del último decenio– y se han declarado 50 grandes incendios.

Los ayuntamientos afectados  pueden optar, en función de unos requisitos, a 18.000 euros por cada vida humana perdida, a poco más de 15.000 por la destrucción de la vivienda habitual, hasta 10.320 euros por daños a la estructura de la vivienda, hasta 9.224 euros por daños en elementos comunes de una comunidad de propietarios y a ayudas de 2.580 euros por la destrucción de enseres.

Establece además ayudas «a personas físicas o jurídicas que hayan realizado prestaciones personales y de bienes: el importe total de los gastos; a los titulares de establecimientos industriales, mercantiles y de servicios, incluidos los agrarios, marítimo-pesqueros y turísticos: hasta 9.224 euros.

Del papel oficial a la calle. Seguir las huellas del fuego en Castilla y León te lleva al huerto sin frutos de Hortensia, al bar sin foráneos de Juan, a la habitación vacía de los nietos de Pilar y, entre otros muchos rincones, a la casa sin tejado de Nelly. Y cuando cae la noche literalmente más negra, a pesadillas que no se extinguen, donde aparecen vecinos evacuados con lo puesto, mayores que han visto arder todo lo trabajado durante toda una vida, niños asustados y a recaudo en el pueblo donde debían correr libres. Y el desvelo por el sustento perdido. Al día siguiente decir buenos días es una solidaria cortesía.

En cualquiera de esos escenarios de la catástrofe se escucha el mismo mantra: «Los fuegos se apagan en invierno».

LA SIERRA DE LA CULEBRA

El verano empezó con Zamora ardiendo y continuó con Zamora ardiendo. Arrancó con el corazón de la Sierra de la Culebra en llamas tras la caída de un rayo en Ríofrío de Aliste, cuyo efecto no cesó hasta alcanzar una superficie perimetrada provisionalmente de casi 25.000 hectáreas. 

El segundo peor incendio de la Comunidad ha puesto en jaque toda la riqueza natural y patrimonial de una zona donde la micología era un motor económico, igual que la madera o la miel.

LOSACIO

Parecía que no podía ser peor y apenas unas semanas después, a mediados de julio, se desató el incendio más virulento de todos. El de Losacio. Obligó a evacuar varios pueblos y tardó 45 días en extinguirse .

La batalla contra las llamas vivió su jornada más cruel en este escenario: la del 17 de julio. Ese domingo se inició el más voraz de los incendios y por él fallecieron tres personas : el brigadista de 62 años Daniel; Victoriano, el pastor de 69 años que apareció junto a su rebaño tras ser cercado por las llamas en el entorno de la localidad de Ferreruela de Tábara, en la comarca de Tábara muy próxima a la Sierra de la Culebra, calcinada un mes antes, y Eugenio, un vecino de Sesnández de Tábara al que alcanzó el infierno cuando trataba en coche de salvar a su padre de 100 años. Eugenio, de 65 años, falleció un mes después en el hospital por las quemaduras de esa tarde.

MONSAGRO

El 11 de julio empezó uno de los fuegos que más en vilo mantuvo a la Comunidad. Uno de los que más se propagaron y más medios de extinción requirió, el de Monsagro, en Salamanca , que incluso traspasó las fronteras de la Comunidad al ‘saltar’ desde Extremadura. Es el tercero por extensión quemada: 8.622 hectáreas, y ha sido extinguido esta misma semana tras dos meses de actividad. 7.351 de esas hectáreas corresponden a superficie forestal. Los rayos fueron la causa de esta tragedia medioambiental en la Sierra de Francia que obligó a evacuar a decenas de lugareños y duplica las hectáreas arrasadas durante el peor año completo de fuegos en la provincia salmantina desde hace dos décadas.

CEBREROS

No hubo respiro para Ávila. Sufrió el año pasado el siniestro de Navalacruz, con más de 22.000 hectáreas quemadas, y este verano más caluroso volvió a vivir atenazada por el fuego con otro gran incendio. Cuando aún estaba presente en la memoria reciente la tragedia de Navalacruz arden casi 4.300 hectáreas en un siniestro que se originó en Cebreros y Hoyo de Pinares . Es el cuarto de mayor magnitud de este verano en Castilla y León.  Comenzó en la mitad de julio y las investigaciones atribuyeron la causa a una negligencia: una colilla mal apagada.

Relata el alcalde de Cebreros, Pedro Muñoz, que «ha abarcado zonas que ya se quemaron en 1986». Pero no hace falta ir tan atrás. «Es una situación muy complicada que se repite. El municipio es grande, pero tiene el problema de que está en la cuenca del Tajo, las temperaturas son muy altas, tiene grandes superficies forestales y es un polvorín».

Uno que se prende con cada vuelta al sol. «Los peores, junto con este, fueron en 2013 y 2003, pero siempre toca algo. La gente ya vive en la resignación», expone Muñoz sobre un fuego que la Junta declaró fuera de la capacidad de extinción varias ocasiones hasta llegar a controlarlo y que obligó a la evacuación de Hoyo de Pinares.

«Hay que darle una vuelta a los medios que ponemos. O se cogen en el momento inicial... Es un impacto visual. Hay que buscar soluciones porque esto ya afecta a todo, a la economía de la zona, al ánimo».

Sobre las ayudas que a las que pueden concurrir por estar entre las zonas ‘catastróficas’ Muñoz señala que «el problema es que resulta difícil cumplir los requisitos», aunque resalta que espera que lleguen por todas las vías posibles: «Están diciendo todas las administraciones que tienen voluntad. Espero que sea así. Deben ayudar porque aquí todos los años, por desgracia, toca la lotería».

BOCA DE HUÉRGANO

«La vida sigue y los peor parados han sido los ganaderos, ya que se quemó la zona en la que pastaban las vacas. El incendio se propagó tanto que se vivieron momentos de tensión. La gente tenía miedo, estaba temerosa. El ánimo muy caldeado entre los vecinos esos días. Este verano no lo vamos a olvidar nunca. «Nadie está preparado para vivir una desgracia así.», asegura Javier Pellón, teniente alcalde del leonés Boca de Huérgano, donde el 7 de agosto prendió por los rayos y terminó con más de un millar de hectáreas.

El incendio más reciente en León es el del campo del Teleno, que por los proyectiles elevó su peligrosidad y preocupó en extremo a quienes trataban de extinguirlo. Eso no ha sucedió aún, pero sí ha bajado su peligrosidad.

QUINTANILLA DEL COCO

El de Quintanilla del Coco, en la comarca burgalesa de Arlanza, se inició el 24 de julio  por una negligencia: usar una cosechadora fuera del horario permitido. Devoró más de 2.500 hectáreas.   

La alcaldesa de Santibáñez del Val, afectada por ese fuego, cuenta cómo antes había un recorrido de «obligado cumplimiento» que ahora todo el mundo evita porque se asoma a las cenizas del monte. «Es desolador. Un trauma colectivo. No sólo porque temes por tu vida, sino porque todo es un susto muy grande. Cómo les costaba irse. Es supervivencia al fin y al cabo. Pierdes lo que te une a tus ancestros, tus recuerdos, cosas que son irreparables... Y la economía de la zona se ha quedado muy dañada».

García subraya uno de los pocos aspectos positivos de este drama: «La inmensa solidaridad de los vecinos de los pueblos cercanos. Salieron sin cepillo de dientes y sin ropa, pero en otros pueblos se la prestaron».

También cuenta cómo después de las llamas toca lidiar con otros fantasmas. «Algunos  que no pudieron o no supieron volver sienten culpa por no haber burlado a la policía y regresado, y otros que sí lo hicieron y que salvaron algunas viviendas porque apagaron pequeños focos sienten la sensación contraria, la de heroísmo», indica Ana María García, que no ve en la declaración de zona catastrófica un gran alivio para el lugar. «Las exigencias para recibir esas ayudas son muy elevadas y poca gente podrá cumplirlas», augura.  

SORIA, LA EXCEPCIÓN

Libre de ser pasto de las llamas resultó Soria, un caso especial cuya excepcionalidad obedece a una combinación acertada de varios factores: «Saber conjugar el aprovechamiento, la conservación, la economía y la implicación social». Así lo explicó a este diario el director del Centro de Servicios y Promoción Forestal y de su Industria de Castilla y León (Cesefor), Pablo Sabín, para un reportaje en profundidad realizado por Antonio Carrillo que indagaba en las claves para que la provincia soriana sea un lugar casi libre del fuego. 

En los últimos 22 años ha sufrido tres grandes incendios forestales que apenas representan un 6% de lo calcinado en Zamora desde junio. El ‘modelo Soria’ se sustenta en «una gestión forestal con un gran bagaje histórico y en un sistema forestal muy maduro integrado en el día a día», pero también en unas condiciones climáticas más favorables que en otras zonas. Que cunda el ejemplo.

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