Áureo, el pinchazo de la esperanza
Los primeros en poner el brazo. «Lo recordamos con una alegría bárbara. Uno de los buenos recuerdos de la vida», cuenta el primer vacunado de la Comunidad
«Menudo jaleo. Fue mucha emoción». Nunca había recibido tantísima atención. Ese domingo fue a la capilla de la residencia, pero no a misa. Todos los focos se dirigían hace él. Castilla y León entera estaba pendiente de un hombre jubilado que pasó su vida arando en el campo en el palentino Alba de Cerrato, y a sus 88 años que se convertiría, al menos por unos momentos, en la imagen de la esperanza de esta Comunidad en medio de la peor crisis sanitaria de la historia reciente. Se llama Áureo, aquel 27 de diciembre se sentó junto a los bancos del templo reconvertido en centro de vacunación. Se arremangó la camisa y puso el brazo a disposición de la enfermera. Y de su tierra.
Fue el primer vacunado contra el Covid de Castilla y León . El pinchazo que abrió paso al resto dio «un poco de tranquilidad» a la residencia Santa Eugenia, en un pueblo de Palencia, Cevico de la Torre, donde reside, y a personas de otros muchos rincones de la Comunidad. Al fin llegó el día. «Como uno de los buenos recuerdos de mi vida porque ha sido eficaz». Así recuerda hoy Áureo aquella ajetreada e intensa mañana.
«Visto los resultados, estamos muy contentos. Y contento también porque la residencia me eligiera a mí para ser el primero», cuenta y precisa que por aquel invierno «no se sabía muy bien qué iba a pasar». «Era la ignorancia de qué nos pasará», comenta. Con el conocimiento que otorga el tiempo, Áureo califica de «un éxito» la inoculación y también, no haberse contagiado por Covid ni él ni sus compañeros de hogar. «No ha entrado el virus. Vivimos en un humilde pueblo donde entra el aire por todos los lados, y el virus no ha entrado. Pero nos ha costado mucho sacrificio. Hemos estado mucho tiempo sin poder salir».
Este palentino, antes del primer confinamiento, caminaba largos paseos por el exterior y durante mucho tiempo tuvo que conformarse con los infinitos pasillos de su residencia, «que no se pueden comparar». «Espero que el Covid pase ya, pero todavía está dando vueltas y da guerra. Todavía hay que tener cuidado».
La directora de su residencia, Mari Bilbao, también tiene marcado el 27 de diciembre en su calendario personal. «Nos dio luz. La vacuna nos dio un poco de esperanza en un momento muy triste», recuerda la directora de esa residencia, Santa Eugenia, en el palentino Cevico de la Torre. «La gente mayor se moría y están en las residencias así que la situación era crítica para los centros, aunque nosotros tuvimos la inmensa suerte de que el Covid no nos entró».
Mari relata que «había mucho miedo hasta que llegó la vacuna». «Todo el mundo queríamos que saliera una vacuna. Lo veíamos como la única salida y fuimos afortunados de ser los primeros de Castilla y León que pusimos el brazo. Mucha gente no es consciente. Se ha pasado muy mal y lo que nos queda porque esto va a rachas y la vacuna fue una alegría bárbara», indica.