Diario de Castilla y León

IGNACIO ROSELL

«Temo una cuarta ola o repunte, pero hay motivo para la esperanza»

Secretario del comité de expertos de la Junta. Especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y profesor en la UVA, coordina desde hace más de un año a los 20 profesionales que asesoran las decisiones de la Consejería de Sanidad

Ignacio Rosell.-PHOTOGENIC/PABLO REQUEJO

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Publicado por
Esther Neila
Valladolid

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En el último año, el comité de expertos se ha reunido una veintena de veces «de manera oficial», cuenta, pero los intercambios de información y opinión se producen de manera «permanente». 

Pregunta.¿Se reunieron para abordar los criterios de supresión de las medidas excepcionales? 

Respuesta.– El viernes 26 de febrero se pidió por correo electrónico a todos los miembros que hicieran aportaciones sobre un nuevo inicio del proceso de desescalada.  

P.– ¿Y qué dictamen se adoptó?

R.– No se generó un dictamen específico. Las respuestas hacían referencia a mantener una actitud prudente y a aplicar los criterios de respuesta coordinada para el control de la transmisión de covid-19 en el ámbito de cada provincia. Y se hizo además mención específica a que el factor limitante, y más complicado de bajar, es la ocupación de las UCI.

P.- ¿Hubo consenso para considerar esa ocupación UCI como «factor limitante»?

R.- En el comité siempre se ha considerado esencial ese criterio, no sólo en la desescalada, sino desde el principio de la pandemia. Y no es sólo opinión de las personas relacionadas con la medicina intensiva y los cuidados críticos, sino de todos: salud pública, atención primaria, etc. No recuerdo una sola opinión en contra. 

P.- Aunque al final no se incluyó en el Bocyl, ¿por qué es conveniente atender a este indicador para relajar o mantener medidas?

R.–Es un factor decisivo para asegurar la sostenibilidad del sistema sanitario en la atención de la población, tanto por covid como por ‘no covid’. Una de las principales amenazas de esta pandemia ha sido poner en peligro la posibilidad de atender a los pacientes críticos por la saturación de sus recursos, y es un criterio fundamental antes de relajar medidas. En el documento nacional de Actuaciones de respuesta coordinada para el control de la transmisión de COVID-19, acordado por el Consejo interterritorial del sistema Nacional de Salud, la ocupación en unidades de críticos es uno de los indicadores principales para la valoración del riesgo de un territorio. 

P– ¿No es contradictorio aplicar ese criterio por provincias cuando los hospitales de Castilla y León ‘se ayudan’ entre sí, atendiendo a pacientes de otras provincias cuando es preciso?

R.– No es contradictorio, sino complementario. Que exista una buena coordinación entre unidades de críticos, y se hayan producido traslados entre centros cuando se ha considerado imprescindible, no implica que sea lo más deseable, ni debe hacernos perder de vista la diferente ocupación que existe en cada provincia, que de hecho se suele correlacionar en buena medida con el nivel de riesgo de otros indicadores.

P.– La Consejería de Sanidad dice que necesita 150.000 dosis semanales para activar la vacunación masiva. ¿Tendrá el sistema capacidad para administrar esos viales?

R.– Entendemos que la gestión de Castilla y León en las vacunas está entre las mejores de las CCAA. Si se llegara a disponer de esa cantidad de dosis semanales, creemos se pueden organizar procedimientos de vacunación masiva que permitan acercarse a esas cifras de actividad. Es el ‘problema’ que querríamos tener, disponer de muchas vacunas.

P.– ¿Pueden las nuevas variantes poner en riesgo la eficacia vacunal?

R.– Es un temor que está presente en todo el mundo. Sin embargo, de momento hay buenas noticias en la respuesta vacunal, y expectativas de que si alguna nueva variante o mutación ‘escapase’ del efecto de la vacuna, se pudiera en breve plazo adaptar una nueva respuesta contra ella. 

P.– En las últimas dos semanas Castilla y León ha abandonado los primeros puestos en incidencia acumulada para situarse en la parte media del país. ¿En qué medida esa mejoría responde a la inmunización en las residencias de mayores, que han sido un gran foco en esta tierra?

R.– La incidencia desciende con las medidas generales de prevención, entre ellas la vacunación, pero todavía no puede atribuirse a las vacunas una influencia decisiva en la reducción de incidencia (la cifra total de casos sobre el conjunto de la población). No olvidemos que las personas jóvenes, que interaccionan socialmente mucho más que los mayores, son el grupo de edad con más frecuencia de casos, aunque en su mayoría sean de escasa gravedad. La inmunización en las residencias ya va teniendo un cierto impacto sobre la incidencia, claro, pero en mucha mayor medida sobre la hospitalización y la mortalidad. Si se han priorizado las residencias no es por ser grandes dispersoras de la circulación del virus sino porque concentran las personas más vulnerables. 

P.– Recientemente se ha ampliado el periodo de rastreo y ahora se buscan contactos antes de las 48 horas previas al inicio de síntomas o diagnóstico, como se venía haciendo. ¿Se ha demostrado que limitarlo a esas 48 horas era insuficiente?

R.– No es que fuera insuficiente, sino que el enfoque es distinto. El rastreo de contactos en las 48 horas anteriores está dirigido a buscar a quién ha podido contagiar ese caso.  El rastreo antes de las 48 horas o ‘retro-rastreo’ lo que pretende es indagar sobre el causante de haber contagiado a ese caso. Es un paso más, que puede plantearse en momentos de menor incidencia, pero muy complejo si hay transmisión comunitaria. 

P.– ¿Indagar? ¿Con qué objetivo?

R.– Para tener un mayor conocimiento sobre otras posibles cadenas de contagio, además de la que ha llegado al caso en estudio. 

P.– La consejera insistió la semana pasada en las Cortes en la importancia de evaluar la eficacia de las medidas que se toman. De todas las adoptadas este año, ¿ cuál se ha demostrado más eficaz y cuál más inútil?  

R.– Las que reducen el contacto de personas no convivientes son las más eficaces; seguramente ninguna de mayor eficacia que el confinamiento de marzo de 2020, otra cosa es el coste social que supuso. Entre las medidas menos útiles, las enfocadas a evitar la transmisión por contacto directo, en contraste con la principal vía de transmisión, que es la respiratoria. Aquellas limpiezas de la vía pública con lejías y ozonos, al aire libre, bueno… ahora tenemos cada vez mayor evidencia de su escasa contribución en la prevención. 

P.– Viendo que el índice reproductivo ronda el punto en provincias como Burgos y Soria, ¿teme que pueda asomar una cuarta ola?

R.– Por supuesto que temo una cuarta ola, o un repunte, o lo que pueda ocurrir. Pero creo que hay motivos para la esperanza, sobre todo por la vacunación y la creciente protección de las personas más vulnerables, de manera que pueda ser menor dañina que las anteriores… aunque sin descartar ningún escenario, por ejemplo por futuras mutaciones de un virus que ha demostrado ya su capacidad de resurgir de sus cenizas en muchos momentos.

P.– Después de comprobar las consecuencias de ‘salvar la Navidad’, ¿cree que la Interterritorial podía acordar ‘salvar la Semana Santa’ permitiendo cruzar a otras autonomías?

R.– Creo que hay que salvar vidas, que deben durar muchos años, y no semanas. Y evidentemente, el peligro no es por cruzar la línea artificial de los mapas entre regiones, el virus no sabe de eso. El virus sólo ‘sabe’ de saltar de un humano a otro cuando hay más interacción, y los grandes desplazamientos vacacionales facilitan ese riesgo, por supuesto.    

P.– Algunos expertos confían en la llegada de nuevas vacunas, como la de Johnson&Johnson, para avanzar hacia la inmunidad de grupo, mientras otros mantienen su desconfianza a la vista de los compromisos incumplidos de las farmacéuticas. ¿Cuál es su grado de optimismo ante la posibilidad de alcanzar en verano ese 70% de población protegida?

R.– No dispongo de certezas sobre la capacidad de producción de los laboratorios, pero quiero ser optimista y creer en las estimaciones del Ministerio de Sanidad y la Comisión Europea. En todo caso, no puedo dejar de hacer la reflexión de que hay más de 100 países en todo el mundo en los que no se ha puesto una sola dosis de vacuna. La inmunidad de grupo debe ser mundial, estamos en el lado favorecido del planeta, y no conviene perderlo de vista. 

P.– Y la mascarilla, ¿augura que podremos quitárnosla a medio plazo o pasarán años?

R.– Creo y espero que nos podremos quitar la mascarilla a medio plazo, al menos en algunas situaciones, empezando por las que se dan al aire libre. Y confío en que eso pueda ser progresivamente ampliable, por ejemplo con nuevas vacunas inactivantes que eviten la posibilidad de transmisión. Pero también creo que puede haber cosas que hayan venido para quedarse, como la cultura de uso de la mascarilla en la población ante la sospecha de una infección respiratoria, o quizás algún tema cultural como nuestra antigua forma de saludar con dos besos (que creo que más de uno y una agradecerán, en realidad). En todo caso, cualquier previsión siempre tiene un margen de incertidumbre, que dependerá de este virus, de sus variantes… y de otros que en el futuro puedan venir.  

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