«Algunos profesores verán 400 alumnos a la semana y temen el contagio»
Los directores de instituto afrontan la vuelta con «preocupación» por las ratios y por variables como el transporte escolar: «Vienen de otras localidades de distintas edades todos juntos» / Recomiendan el bachillerato por la mañana «siempre que sea posible»
El inicio de la « preocupación ». «Ya no es el miedo solo por los 25 alumnos por clase, sino que muchos profesores tienen horas con diferentes alumnos. Un mismo profesor va a ver a 4.000 alumnos a la semana. Que vamos a hacerlo y lo mejor que podamos, sí, pero que esos docentes temen el contagio, también. El miedo existe».
María Quintana , presidenta de la Asociación de Directores de Instituto de Castilla y León (Adicale), subraya la situación a la que se enfrentará parte del profesorado en los centros de mayor tamaño. «Sobre todo en institutos muy grandes, con mil alumnos, está el miedo a tener que estar con muchos. El profesor de Biología de Primero de ESO, también es de Segundo y de Bachillerato. Se va a mover con su mascarilla, el gel y tendrán todo el cuidado del mundo, pero el miedo es libre».
La representante de los directores contrapone esta realidad con la derivada de las restricciones impuestas por la Junta de Castilla y León: «Parece un poco incongruente con las medidas que se están tomando, por ejemplo, en Valladolid y Salamanca. No puedo entrar en cualquier sitio para hacer un trámite por el aforo y aquí, en las clases, no hay problema», expone.
Quintana, también directora del Instituto de Valladolid Arca Real, asegura que el problema principal radica en que «ha faltado previsión»: «Llegamos tarde. Siempre vamos un paso por detrás. La educación es un pilar fundamental y, en cambio, no existe la suficiente previsión sobre ella».
En su opinión, tras el fin del estado de alarma deberían haberse estudiado opciones en casos de rebrotes: «En julio teníamos que habernos puesto en el peor escenario y no en el mejor. Pero somos empáticos, entendemos que es una situación cambiante y que hasta finales de agosto no se produjo la reunión entre el Gobierno y las Comunidades. No dudamos que hayan trabajado, pero la previsión, tanto del Ministerio como de la Consejería, llega bastante tarde», indica la presidenta de Adicale.
Una demanda extendida entre varios claustros, tanto de colegios como de institutos, es la relativa al esfuerzo exigido principalmente a los centros. «Es innegable que la carga y la responsabilidad de los planes ha recaído, sobre todo, en los equipos directivos», coinciden con María Quintana otras dos directoras de institutos vallisoletanos: María Teresa Izquierdo, al frente del Pinar de la Rubia, y Sara Pampín, del Emilio Ferrari.
Izquierdo opina que «cuando hay que arrimar el hombro, hay que hacerlo», y asegura que «en eso» está, aunque reconoce que hubiera preferido «más trabajo conjunto». «Nos hubiera gustado que aspectos como la señalización del edificio se hubieran realizado con personal de riesgos laborales. Todo el equipo pusimos la señalización del suelo en agosto», cita como ejemplo.
«Esto nos ha pillado a todos. Intentas arreglar lo urgente y lo que te da tiempo, pero hay más cosas por hacer».
Su homóloga en el Instituto Emilio Ferrari estima que «la coordinación tendría que haber sido mayor». «Algunas cosas no se deberían haber dejado a la autonomía del centro y tendrían que venir más claras desde arriba, aunque entendemos que todo es súper cambiante», puntualiza.
La representante de Adicale reconoce que «hay cierto malestar entre los equipos directivos» por haber soportado la carga de la adaptación: «Solo que por delante están los alumnos y tenemos el compromiso con las familias. Nos hubiera gustado más apoyo institucional y que se planificara antes, pero con lo que tenemos intentamos organizar lo mejor posible».
Estos cambios pasan por señalizar espacios y reorganizar grupos, ente otras cuestiones.
El Instituto Ferrari ya luce rotulación nueva. «Señalamos escaleras de subida y bajada, se entrará en fila india y habrá geles en las entradas. Juntamos niveles educativos en bloques. Todos los de Primero de ESO estarán juntos para que si por las optativas salen, sea a la clase de al lado. Hemos eliminado aulas específicas, como la de plástica, para que no tengan que moverse para recibir la materia, y se pondrá mucha atención en la desinfección, antes y después de cada clase», señala Sara Pampín como las principales medidas adoptadas por el momento y añade que docentes y alumnos deberán colaborar desinfectando su material. «Si un profesor deja un aula, tendría que desinfectar el ratón, el teclado y la mesa, y cuando llegue a otra asegurarse también de que está limpio. No es posible que el personal de limpieza, ahora con cuatro personas en plantilla, llegue a todos los cambios de clase », informa esta directora.
Desde su despacho en el IES Pinar de la Rubia, María Teresa Izquierdo también enuncia adaptaciones similares. Esta pasa por «un escalonamiento en las entradas y salidas». También por «una zonificación del patio». «Lo parcelamos para que cada nivel vaya a una zona distinta porque tratamos de exista el mínimo contacto y que los grupos sean lo más estables que se pueda». A esto añaden el resto de medidas recomendadas, como la distancia y las mascarillas.
Ante la proximidad del primer día de clase previsto, el 14, Izquierdo habla de algunas preocupaciones: «Que todo el mundo cumpla las normas –porque son edades en las que parece que no ven tanto el riesgo como los demás–; el alto número de alumnos en clase y, además, que en un momento determinado se puedan juntar muchas personas en un espacio reducido, como en los institutos que tienen muchos alumnos».
Es el caso del Emilio Ferrari, con casi mil matrículas, entre ESO, Bachillerato y ciclos formativos. «Nuestro centro tiene tres problemas, el número de alumnos, las instalaciones, que tienen 50 años y poca amplitud, y el transporte escolar porque hay chicos que vienen de distintas localidades de la provincia y viajan todos juntos».
Esta última variable también preocupa en el Pinar de la Rubia. «Llegan en el mismo autobús y a la vez. A ellos no les puedes escalonar», comenta María Teresa Izquierdo, que agrega que, en general, «el espacio es pequeño para que se mueva tanta gente».
Una de las soluciones por las que abogan tanto Pampín como Izquierdo sería la semipresencialidad, descartada por el momento por la Junta de Castilla y León. « Lo veo una opción correcta y no planteada . Que vinieran por turnos o por días. Con la mitad de alumnos parece más sencillo mantener las distancias y la limpieza», indica la directora del Ferrari. «Hubiera sido mejor bajar el número de alumnos por día, de manera que no todos estuvieran a la vez, pero sí atendidos, aunque entiendo que existen inconvenientes como la conciliación».
Sobre este asunto, la presidenta de la asociación autonómica reconoce que «no existe consenso» dentro de su propia agrupación. «Tiene sus pros y sus contras y no llegamos a un punto común entre todos, por ello, cuando nos reunimos con la Consejería abordamos otras peticiones, como la de bajar las ratios y la presencia de enfermeros escolares, aunque sabemos que es complicado porque hacen falta en el sistema sanitario».
Otro asunto candente son los turnos de tarde en el Bachillerato. María Quintana reconoce que «no es una opción que guste», pero asevera que «no» están «en contra porque hay compañeros que por falta de espacio han tenido que instaurarlo». Eso sí, recomienda «que siempre que sea posible sean por la mañana».