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Reaprender a hablar y andar tras el virus

Dejan atrás la enfermedad pero conviven con sus graves secuelas / La primera unidad de rehabilitación postcovid, en el Benito Menni, trata a los primeros quince pacientes derivados por Sacyl / «Les aplaudimos cuando dejan la UCI, pero les queda un pequeño infierno después»

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Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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Juan Carlos no podía girarse en la cama . Ni tragar sin dolor, ni mover las manos, ni dar tres pasos seguidos sin desvanecerse. Ya había superado el virus, pero no el destrozo que dejó a su paso.

En un mes, en el que el Covid-19 le dañó pulmones, riñón, hígado, articulaciones y musculatura, pasó de «estar tan normal» a requerir ayuda para las tareas más básicas. El antes y después de sus 22 días en cuidados intensivos.

Estuvo sedado. «De repente, de un día para otro, me desperté y ya no me valía por mí mismo».  

Este vallisoletano de 65 años es uno de los 15 pacientes que ha atendido la primera unidad de rehabilitación post-covid de Castilla y León , en el Hospital Benito Menni de Valladolid, que cuenta con 50 plazas.

Sacyl deriva a este centro a los pacientes que cumplen los requisitos para obtener el alta por dar negativo en el virus, pero que todavía requieren cuidados y tratamiento para recuperarse. «Les aplaudimos cuando se van de la UCI , pero les queda un pequeño infierno después», indica la responsable de la unidad, Socorro Martínez, médica rehabilitadora. 

En la situación dantesca de estos meses, Juan Carlos habría recorrido una especie de camino inverso en La Divina Comedia. Abriendo los ojos en el purgatorio y «de planta a planta», de hospital a hospital sin parada en casa, recuperar la ‘gloria’ de salir andando.

Este sexagenario finalmente no tuvo que soplar 65 velas virtuales por videollamada. La semana pasada, un día antes de su gran fecha, se produjo otra aún más importante: abandonó la unidad de rehabilitación «al fin caminando» y listo para probar un trozo de pastel. «Parecía otro. Del hombre que entró en el Benito Menni al que salió no hay color. Pensé que me quedaba así. Ya puedo hacerlo todo solo», comenta un emocionado paciente recién dado de alta.

La doctora Socorro Martínez   explica que «las secuelas en algunos casos son muy significativas y abordarlas es muy importante porque son reversibles». 

Eso sí, incide en que si no se actúa la pesadilla perduraría . «Tratadas ahora se pueden arreglar, si las dejamos evolucionar se transforman en crónicas. Si se convierten en permanentes, la calidad de vida que pierden en estos casos es brutal». 

Se basa en la experiencia vivida desde el 20 de abril, cuando se produjo el primer ingreso en esta unidad de nueva creación . Tiene en mente el primer día de cada uno de los quince pacientes procedentes directamente de otros hospitales. Prácticamente todos de Valladolid y alguno de Ávila. 

«Es muy triste verles al principio. Han perdido mucho por el coronavirus. Por lo general, se sienten muy vulnerables y apenados».

Martínez indica que la huella del virus más frecuente que presentan sus pacientes afecta al desempeño normal de su vida cotidiana. Pueden ser secuelas motoras, respiratorias o neuropsicológicas. Comprenden desde la dificultad de moverse a episodios amnésicos.

Explica que, después de tanto tiempo encamados o sedados resulta habitual «el inmovilismo », sobre todo para quienes pasan por la UCI. «Después de diez días en cuidados intensivos se pierde el 40% de la masa muscular y apenas pueden sostenerse en pie», apunta.

Eso le pasó a Mercedes . Con 60 años recién cumplidos se emociona al contar sus más recientes progresos: «Ayer me levanté yo sola. El no va más. Fue una maravilla. La covid me ha cambiado la vida, perdí el trabajo en una empresa de limpieza, perdí muchas capacidades tras 38 días intubada y un infarto, pero voy por el buen camino. La rehabilitación funciona». 

Igual que ella, otros pacientes también «muestran limitaciones para caminar, agotamiento para ir desde la cama hasta la puerta de la habitación o secuelas cognitivas». 

Mercedes tenía problemas para hablar. Para dar con los términos adecuados. «Saben que tienen un móvil delante pero no pueden pronunciar la palabra. No es que no puedan articularla, es que no la encuentran en su cabeza», expone la doctora y lo achaca a «un proceso metabólico derivado por la sedación».  

El repaso de daños generalizado continúa. «Uno de cada cuatro pacientes  que sale de las unidades de cuidados intensivos presenta síntomas similares a los de quien padece Alzehimer leve, como olvidos o no son capaces de recordar lo que acaban de hacer y la capacidad del lenguaje se ver alterada también».

Ahí entra el reentrenamiento neurológico . «Con trabajo se puede revertir y es muy satisfactorio verles evolucionar», asegura Martínez, que estima el tiempo de recuperación media en un mes y medio. «Los casos más complicados pueden tardar algo más, pero se ven efectos en todos», añade.

Otro de las repercusiones más repetidas tiene que ver con la alimentación. Mercedes lo sabe bien porque «al principio, antes de trabajar con el logopeda, no era capaz ni de dar un trago». «Hemos visto casos en los que han perdido hasta 30 kilos y no pueden comer por trastornos de la deglución, les cuesta tragar, como secuelas neurológicas del propio virus tras pasar varios días o semanas inmovilizados», indica la médico rehabilitadora .

Uno de los que secuelas más graves presenta es Carlos . Con solo 39 años, le indujeron el coma y sufrió un ictus en cuidados intensivos. Para agarrar un vaso, debía hacerlo con la mano derecha. La parte izquierda del cuerpo no respondía. Pero ve avances. «Poco a poco mejoro», indica este tenista aficionado que extraña su hobby y volver a su «día a día sin más». 

Reconoce que además de lo físico, la enfermedad mella en su estado anímico. «Cuando te despiertas, te sientes desubicado . Tardas en orientarte otra vez. Supone un parón en mi vida y me siento cansado y agotado mentalmente. Con ganas de volver a mi casa tranquilamente. Lo más duro es la soledad del hospital».

Por ello, compartir espacio y trabajo con otros usuarios en situaciones similares « reconforta ». 

Nada más llegar, por prevención y seguridad, pese a ser negativo en Covid el paciente trabaja individualmente con el especialista, ya sea fisioterapeuta, neuropsicólogo o logopeda. Al cabo de los días, participa en las sesiones grupales. «Después de tanto tiempo aislados,  viendo a la familia por pantalla o hablando por teléfono socializar hace mucho», afirma Sonsoles Martínez.

Juan Carlos , ya desde el salón de su casa, cuenta que está de acuerdo con Carlos y con Sonsoles . A él le ha ayudado. «He estado muy solo. Sentí miedo y soledad. En la unidad todo fue a mejor». Tardó seis días en recuperar la capacidad de andar y otros tantos en ver el ánimo cambiar. 

Comenzó a sentirse más animado, pese a que seguía sin poder estar con su mujer, hijos y nietos porque al ser un hospital ‘limpio de covid ’ se mantienen restringidas las visitas y se sustituye el contacto familiar por conexiones telefónicas.

La responsable médica explica que detectan una necesidad común . La de relatar lo que han sufrido. «Necesitan contar su miedo por ver que han estado cerca de no superarlo, de perder la vida, y la tristeza del proceso que han pasado».

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Juan Carlos es uno de los tres que dejan todo atrás, una de las tres altas registradas. Ahora, cada tarde pasea cerca de casa por la ribera del Pisuerga . «Si me canso, me siento. Pero me canso cada vez menos», cuenta quien recuerda el tiempo de rehabilitación como una bendición. Ejercitando el cuerpo luchaba contra algo que no se ve. «Temía convertirme en una carga para mi familia. Es muy duro la impotencia que sientes. Pero, mírame, gracias a todo ese trabajo estoy recuperado».