Diario de Castilla y León

DESPOBLACIÓN

La Quiñonería, un vecino cada 430 hectáreas

El censo dice que hay nueve personas en casi 40 kilómetros cuadrados. La realidad apunta que son aún menos. Isidro Gil, el alcalde, lamenta que «esto no tiene solución»

- V. GUISANDE.

- V. GUISANDE.

Publicado por
Antonio Carrillo

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En los siete kilómetros que separan al pueblo de la N-234 no se ve otro coche. La Quiñonería es, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el municipio de España con menos densidad de población . Las cosas aquí no se miden en habitantes por kilómetro cuadrado, porque se queda en 0,23 y no es cuestión de desmembrar a nadie. Se ve mejor cuando se le da la vuelta para descubrir que a cada una de sus nueve almas le tocan 4,3 kilómetros cuadrados, 430 hectáreas.

No hace falta buscar mucho para dar con el primero de esos censados, que en la práctica son alguno menos. Él es Isidro Gil (padre), no muy lejos de soplar 79 velas. Pulula por la nave con ovejas y cabras, corderillos y chotos. Remite a una casa concreta. «El que buscáis es mi hijo, el alcalde», aunque él se anima pronto a conversar sobre la vida en la sierra del Costanazo .

Isidro Gil (hijo) lleva la simbólica vara de mando, que la de moverse entre ganado la lleva el padre. De su medio siglo, ha pasado 47 años en La Quiñonería. « Hoy estamos nosotros, que somos cuatro, y el obrero que tenemos cinco . Luego hay dos de Zaragoza que han venido a hacer labores de tierra que luego se irán», repasa concretando el censo y evidenciando que el INE es incluso optimista.

Quien dista mucho del optimismo es el alcalde. Más aún cuando se le habla de estrategias, planes secretarías y similares para luchar contra la despoblación desde los despachos . «Que se olviden. De eso que se olviden. Esto no tiene solución y que se les vaya de la cabeza, que para esto no hay remedio. ¿Aquí a qué van a venir? ¿De qué van a vivir? No puede ser».

Los vecinos coinciden en que no falta de nada. Quizás lo importante no sea tener de todo sino apañarse con lo que hay . «Viene el panadero dos días en semana y algún ambulante. La Guardia Civil de vez en cuando... y el que quiera que vaya a misa, que no venga el cura», apunta con media sonrisa. «El que quiera puede llamar un autobús a la demanda para que vengan a buscarte tal día a tal hora. El médico ya no viene . Venía dos días por semana, luego uno y ahora no tiene obligación. Si vienen es porque quieren. Suelen venir de vez en cuando pero no lo tienen obligado. Si es muy grave, pues no llegas. Y ya está», apunta ya con la sonrisa completa.

«Estoy acostumbrado a estar aquí y estamos a gusto. Pero hay deficiencias. Me acaban de llamar del PP, que tendremos el lunes una reunión en Nepas para hablar de esas deficiencias. Cuando me han llamado se ha cortado el teléfono. Una de ellas es la de las comunicaciones», sentencia con el ejemplo. Reconoce que de no ser por los animales habría partido hacia la capital, pero «aquí estoy muy a gusto».

Sin embargo no hay visos de que alguien siga los pasos de los Isidros Gil y «esto desaparece. La ganadería desaparece, las ovejas desaparecen. Pero pronto ¿eh?. No hay otra generación por aquí que siga . No puede ser. Esto es todos los días y los convenios colectivos no tienen ni puta idea de lo que son las ovejas». Incluso cuando «necesitas un pastor, dos, tres, la gente no quiere trabajar en esto».

Hace un siglo, en vez los nueve censados actuales eran 190 vecinos. Ahora ni siquiera cuando los hijos del pueblo regresan con el calor. «Alguno viene en verano por ahí. Otros se piensan que esto es un pueblo de veraneo, Benidorm. Esto es un pueblo de trabajo, agrícola y ganadero como toda la vida. Quieren todo limpito y no puede ser».

Para Isidro Gil, el joven, La Quiñonería está en una cuenta atrás . «Desde que desapareció el burro y la mula, aquí no había futuro. En cuanto vinieron los tractores no había futuro. Si en cada casa había ocho, para todos no había trabajo. ¿En las películas del futuro cómo son las ciudades? Para arriba, no ves pueblos por ningún lado (ríe). La gente va a concentrarse en las ciudades para dormir, y para trabajar irá donde haga falta», indica resignado.

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