LITERATURA
«Los políticos han enfrentado a una sociedad que convivía en paz»
CÉSAR PÉREZ GELLIDA. El autor vallisoletano regresa a las librerías y al Berlín Oriental de 1980 con ‘Todo lo peor’, un thriller «negro y frío como el acero» con el que cierra la aventura que inició con su anterior trabajo ‘Todo lo mejor’
El escritor vallisoletano César Pérez Gellida regresa este jueves a las librerías y al Berlín Oriental de 1980 con ' Todo lo peor' . Una ‘novelita’ de 600 páginas con la que cierra la aventura ambientada en la Guerra Fría que inició con ' Todo lo mejor' . Varios cadáveres de homosexuales aparecen brutalmente asesinados tras sufrir insoportables tormentos. Un thriller negro «frío como el acero» ambientado en una época no tan lejana en el tiempo y en el espacio pero sí muy distante en el ámbito de los derechos y las libertades. La presentación será el día 7 en El Corte Inglés de Zorrilla, el 8 en el Zerocafé y el 11 en Oletvm.
Pregunta.– Anuncia que es una novela fría como el acero, despiadada como el cruel asesino que la habita... ¿Qué le diría sobre esta novela a alguien que se estrena con Pérez Gellida?
Respuesta.– Le diría que le garantizo una experiencia de lectura adictiva de la que no le va a resultar sencillo separarse. Es una historia con dos ingredientes principales: investigación criminal y espionaje. Bien ambientada en el Berlín de los últimos años de la Guerra Fría , con mucha acción, suspense y unas cuantas sorpresas.
P.– ¿Es necesario haber leído antes 'Todo lo mejor' para no perderse en la trama?
R.– No. Son tramas absolutamente independientes, sin embargo, los que hayan leído 'Todo lo mejor' ya estarán familiarizados con algunos personajes y les va a resultar más sencillo empatizar con ellos.
P.– Supondrá un reencuentro con Viktor Lavrov y Erika Eisemberg, con Otto y Birgit Bauer... ¿Le cuesta desprenderse de sus personajes?
R.– Claro. De alguna forma son mis hijos de papel . Yo invierto mucho tiempo en el desarrollo de personajes, en dotarles de un alma propia, una forma de actuar, de expresarse. No pueden sonar como si fueran clones del autor, deben tener su propio registro y caminar solos. Esto no resulta una tarea sencilla y cuando te has dado cuenta de que lo has conseguido, se termina la novela. Es injusto para ellos.
P.– 'Todo lo mejor' giraba en torno a una serie de brutales homicidios sin resolver. Entonces eran los niños los protagonistas. Ahora la historia arranca con la aparición de varios cadáveres de homosexuales cruelmente asesinados. ¿Un asesino mesiánico, un sádico, un homófobo? …
R.– Los tres. Asa, como se hace llamar, es alguien que tiene una misión encomendada por Dios: limpiar el mundo de la lacra homosexual. Este tipo de asesinos en serie son francamente peligrosos porque en verdad se creen los elegidos, personas que han sido seleccionadas para cumplir un mandato divino. En la novela no solo establezco un paralelismo con uno de ellos que existió en realidad, Peter Sutcliffe, si no que participa directamente como personaje para que el lector entienda cómo funciona la mente de este tipo de personas.
P.– Es evidente que la sociedad ha dado pasos de gigante en cuanto a los derechos y a la discriminación por la orientación sexual pero... ¿cree que puede darse alguna regresión en este sentido con la aparición de nuevos movimientos en Europa?
R.– No lo creo. Puede que se ralentice en algunos aspectos, pero son muy pocos los que siguen empeñados en hacer valer formas de pensar decimonónicas.
P.– Todo lo mejor fue galardonada como mejor novela negra del año en el festival Valencia Negra. Ha dejado el listón muy alto...
R.– Pues diría que 'Todo lo peor' está por encima porque su estructura es más ambiciosa y hay pocos momentos de respiro para el lector. En la campaña de comunicación hemos incluido el hashtag #MásGellidaQueNunca porque en esta novela todos los elementos que definen mi estilo de escritura están presentes.
P.– Y con una legión de fieles gellidistas, ¿cree que cuando un escritor ha alcanzado el éxito como le ha ocurrido a usted puede llegar a perder su independencia a la hora de escribir y ‘sucumbir’ al designio de la demanda?
R.– No. Nunca. En mi caso el éxito me ha servido para poder dedicarme profesionalmente al oficio de aporrear el teclado. Empecé en 2012 y, desde entonces, he escrito diez novelas y dos audiolibros. Es un ritmo muy elevado, pero es a lo que me dedico. Son muchas horas, demasiados quebraderos de cabeza, un trabajo muy solitario y mal remunerado como para atender a demandas externas.
P.– El escenario se sitúa en la Guerra Fría y tiene como telón de fondo el de Acero. La historia siempre recuerda que ha habido muchos muros, muchas vallas en torno a las fronteras. ¿Cuál es el muro que más nos separa actualmente aunque no tenga que ser necesariamente físico?
R.– Las desigualdades sociales, sin duda. La diferencia entre ricos y pobres, entre los que les sobra y los que no tienen donde caerse muertos, siguen siendo abismales. Esto se cura facilitando el acceso a la educación para todos, pero no parece que interese a los que miran desde arriba. En Cataluña también se está levantando uno bastante peligroso, uno invisible, irreal y mezquino como los políticos que han logrado enfrentar a una sociedad que hace muy poco convivía en paz.
P.– Vuelve a hacer especial hincapié en temas como la impunidad del poder, las desigualdades sociales, la dificultad de las relaciones de pareja... ¿Son temas universales?
R.– Sí, y se transmiten de generación en generación porque son males endémicos que el ser humano no está dispuesto a solucionar. Cuando Aristóteles dijo eso de: ‘El hombre es un ser social por naturaleza’ creo que estaba de resaca porque si algo nos empeñamos en demostrar día tras día es que ‘El hombre es un lobo para el hombre’ .
P.– En esta novela, como en las precedentes, siempre toca la fibra al lector con algún episodio emotivo. ¿Un bálsamo entre tanto horror?
R.– Es posible, aunque no lo hago a propósito. Simplemente me gusta agitar al lector no solo desde la angustia, la crueldad o la maldad. La ternura también conmueve, el amor, el sexo… Se trata de que cada escena tenga sentido, aunque se trate de una escena de transición, debe tener su por qué. A veces el lector no lo entiende al momento, pero es así.
P.– En un momento de la novela Viktor dice: «Todo lo peor es lo mejor cuando a uno deja de importarle de qué lado está». ¿Somos demasiado cuadriculados y nos cuesta mucho cambiar de opinión sobre todo viendo lo que está ocurriendo actualmente en España?
R.– Tiene que ver con la ambigüedad y la posición que ocupa uno cuando emite un veredicto sobre algo. Si esta máxima la aplicamos al problema catalán, en mi caso no me cuesta entender a las personas que defienden el independentismo pero no apruebo sus métodos porque realmente no empatizo con su causa. Si lo hubiera vivido más de cerca mi punto de vista cambiaría con total seguridad, pero lo que realmente me irrita es que los políticos no sean capaces de hacer este ejercicio de entendimiento. Dicho esto, cada día estoy más convencido de que los políticos catalanes nunca han pretendido explorar la vía del diálogo y el Gobierno de España nunca ha estado dispuesto a ceder, y así es imposible.
P.–¿Habrá también trilogía?
R.– No. Aquí se termina un ciclo .
P.– ¿Y cómo marcha el proyecto audiovisual ?
R.– Ha cambiado de manos y ahora estamos avanzando bien en la dirección correcta. Puede que a finales de año o principios del que viene pueda comunicar algo definitivo.