Diario de Castilla y León

Un burgalés sordo denuncia un trato deficitario en el HUBU: «Nadie se bajó la mascarilla»

Presenta una reclamación a Sacyl por la atención recibida en dos visitas pese a explicar que sabe leer los labios

Un pasillo del Hospital Universitario de Burgos (HUBU). RAÚL G. OCHOA

Un pasillo del Hospital Universitario de Burgos (HUBU). RAÚL G. OCHOA

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Diego Santamaría

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Guillermo es sordo, pero no necesita comunicarse en lengua de signos con sus interlocutores oyentes . Sabe leer los labios y se le entiende perfectamente al hablar. El problema surge cuando se dirigen a él con mascarilla . Llegado el caso, manifiesta de inmediato que no oye y asunto solucionado. Con distancia de seguridad, la conversación fluye sin mayor problema. Sin embargo, este burgalés denuncia el trato discriminatorio que recibió hace poco en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU). Dos veces en apenas cuatro días. Tras lo sucedido, no se lo pensó dos veces y puso una reclamación

Primera visita : viernes 25 de marzo a las 5 de la madrugada. Su hija de dos años ha sido ingresada en planta por una fiebre muy elevada que no remite . La menor se encuentra junto a Rocío, su madre, y Guillermo acude al complejo asistencial para recoger la tarjeta del parking y sacar el coche de su mujer. Aparcar no es precisamente barato en el HUBU, todos lo sabemos, y la pareja desconoce cuánto tiempo deberá permanecer allí la pequeña. 

Hasta aquí todo normal. Una de tantas visitas al hospital para realizar una gestión rápida y sencilla. Pero no fue así. Preguntar por la habitación en la que se encontraba su hija se complicó más de lo debido. Una vez en Admisión, tras dejar claro que es sordo, la persona que le atendió empezó a hablarle como si nada con la mascarilla puesta. 

Un lapsus lo tiene cualquiera, por supuesto. El problema, relata Guillermo, es que la administrativa en cuestión se negó a quitarse el cubrebocas aunque «hay un cristal» de por medio . «Le pregunté si me entiende y me dijo que sí, pero no me hizo caso», detalla, todavía estupefacto, al recordar que «me pidió que le escribiese en un papel». Fue entonces cuando este padre de familia se acercó a «una chica con bata blanca, que sería médica o celadora» y le explicó la situación. Esta vez sí, pudo comunicarse sin mascarilla, respetando la distancia de seguridad, y la mujer le acompañó hasta el ascensor correspondiente para subir a la planta que buscaba. 

Segunda visita : lunes 28 de marzo a las 11 de la mañana. Al hijo mayor de Guillermo y Rocío, de cinco años, le ha subido la fiebre. La pediatra de su centro de salud les dijo que en tal caso «fuéramos a Urgencias». Rocío está trabajando y Guillermo acude con la esperanza de que no se repita la experiencia del otro día.  

Se equivoca. Otra vez lo mismo y, encima, con el pequeño pasándolo mal. De entrada, se topa en Admisión con «la misma persona». Se repite el modus operandi y Guillermo rehúye discutir , así que escribe en un papel lo que le ocurre a su hijo. A continuación, los dos aguardan en la sala de espera hasta que les conducen a triaje. 

«Nadie se bajó la mascarilla» . Así consta en la reclamación dirigida al Sacyl, donde deja bien claro, con letras mayúsculas, que «nadie me facilitó las cosas diciéndolo varias veces» . Ni siquiera la pediatra, que tenía una pantalla facial transparente junto a su mesa (Guillermo se percató después porque estaba «muy nervioso»), tuvo en cuenta su reiterada petición. Lo más surrealista, tal y como cuenta el reclamante, acontecería en esa consulta. «Hablaban con el niño, pero no me decían nada a mí y se tuvo que quitar la mascarilla para explicármelo» .

También llamaron a Rocío, que en principio creyó que «primero se lo habían explicado a él y después a mí». No tardaría en descubrir que habían ignorado por completo a su pareja y no deja de subrayar que «le tratan como a una persona tonta» . A estas alturas, máxime cuando Guillermo se expresa verbalmente sin problema, le parece «muy triste». Para una cita programada, las personas sordas suelen ir con intérprete. Para una urgencia, obviamente, la cosa se complica porque «son escasos y no trabajan las 24 horas».  

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