SANIDAD / CORONAVIRUS
«Intentamos transmitir cercanía al paciente»
Marta Allende trabaja de enfermera en una de las plantas del HUBU en la que están ingresados los enfermos de coronavirus / Señala que todo el personal sanitario «hemos tenido que aprender mucho en poco tiempo»
El trabajo diario del personal sanitario se ha convertido, desde que comenzó la crisis del coronavirus, en el referente de una sociedad que cada día sale a las ocho de la tarde a aplaudir una labor fundamental que siempre lo ha sido, pero que ahora es más visible que nunca. Hay ejemplos de todo tipo y en cada rincón de hospitales y residencias. Marta Allende es uno de ellos. Es enfermera en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU).Realiza su labor en la planta H-5, donde están ingresados los pacientes de Covid-19.
Todo ha sido nuevo. Empezando por el día a día.
La crisis sanitaria ha hecho que esa planta, que está destinada normalmente a Neurología, se reserve de manera exclusiva para ingresar a pacientes con coronavirus. Lo que está viviendo hasta el momento lo resume en una frase:«Hemos tenido que aprender mucho en poco tiempo». Ante una amenaza sanitaria de la que se ha ido aprendiendo, en ocasiones, sobre la marcha, por cómo iba la propia evolución de los pacientes. Todo ha sido nuevo. Empezando por el día a día. Para empezar, «tuvo que haber un cambio de horarios, nos han adelantado horarios para no coincidir todas en los vestuarios», relata. Porque en esta situación, en la que los contagios se multiplican, más en una zona tan sensible como el HUBU, todo debe hacerse con cuidado y meticulosidad. Desde que se entra en el hospital.
Cuando llega al vestuario, Marta se pone el uniforme blanco, «el de siempre». Es con ese uniforme con el que subirá a la planta 5 del bloque H. Una vez allí, se ha habilitado una sala «exclusivamente para cambiarnos». Se trata de la sala que llaman de enfermos, en la que habitualmente hay como sala de estar con una máquina de café. Este espacio es el que se denomina ‘zona limpia’, en la que se cambia el personal sanitario. «Ahí nos ponemos un uniforme desechable, tras habernos quitado el uniforme blanco», explica Marta. Es el uniforme con el que van a acceder a la planta y con el que van a estar toda la jornada de trabajo.
Todo debe hacerse con cuidado y meticulosidad. Desde que se entra en el hospital.
La situación ha hecho también que el trabajo en la planta sea muy distinto.«Lo que hacemos es que la mitad de las enfermeras, de las auxiliares, entran en las habitaciones y la otra mitad se quedan en los pasillos, no tienen contacto directo», explica esta enfermera. Las habitaciones son las ‘zonas sucias’, mientras que el resto son ‘zonas limpias’. «Tenemos que tener mucho cuidado, no tocar zonas donde no debemos». El ya famoso EPI (Equipo de Protección Individual) era una molestia «al principio», pero ahora se lleva mejor. El paso de los días ha hecho que la presión asistencial sea menor y se nota. Pero el ritual de la colocación de toda la protección es el mismo. Antes de entrar en la planta, el personal como Marta se tiene que colocar un gorro, unas gafas, una doble mascarilla, así como el traje, a lo que hay sumar unas batas que «son impermeables», calzas y dos pares de guantes.
Cada vez que entran y salen de la habitación, «Nos cambiamos de guantes». Fuera hay una compañera que es la ‘limpia’, «nos da las cosas para no contaminarnos». Todos estos protocolos hacen que el trabajo sea más lento. «Trabajamos de dos en dos», explica Marta, «hemos tenido que cambiar totalmente muchísimas cosas».
El ritual de la colocación de toda la protección es el mismo. Antes de entrar en la planta, el personal como Marta se tiene que colocar un gorro, unas gafas, una doble mascarilla, así como el traje, a lo que hay sumar unas batas que «son impermeables», calzas y dos pares de guantes
En su caso, como otras compañeras, «hemos tenido que cambiar de tipo de pacientes». Recuerda que «nosotras hemos tenido alguna vez pacientes de Medicina Interna». En especial, en la época de la epidemia de gripe A, pero, la experiencia de estos días le deja claro que «esto es otra cosa». tan diferente que «hemos tenido que aprender todos».
En el caso del cuidado de los pacientes señala que el es como «un paciente respiratorio», que «presentan disnea (dificultad para respirar)».
Pero los pacientes de Covid-19, en algunos casos, «evolucionan muy rápido», lo que hace que se puedan poner malos. Es precisamente ese trabajo diario junto a los pacientes el que permite saber a través de «una serie de datos que nos van indicando que paciente puede ir poniéndose malo». Es necesario, «estar muy encimas de ellos». Por ejemplo, cuenta Marta, se les tienen que «realizar muchas gasometrías», una prueba invasiva por la que se mide a través de muestras de sangre para saber, entre otras cuestiones los niveles de sangre. Y las profesionales sanitarias saben que duele. «Hasta les pedimos perdón», apunta esta enfermera. No en vano les tienen que pinchar todos los días.
Las circunstancias en las que deben desarrollar su trabajo hacen que «todo sea mucho más lento», a pesar de que hay más personal. Cada que vez salen de una habitación, a parte de quitarse los guantes, se le dice a la compañera que es lo que se debe administrar a los pacientes.
Hay que «realizar muchas gasometrías», una prueba invasiva por la que se mide a través de muestras de sangre para saber, entre otras cuestiones los niveles de sangre. Y las profesionales sanitarias saben que duele. «Hasta les pedimos perdón»
Unos pacientes con los que el trato también es distinto, el aspecto que «más nos ha costado», ya que «al final, a los trajes te acostumbras». Pero saber que todos los pacientes están solos en todo momento, salvo cuando entra el personal sanitario es difícil de llevar. En el lado positivo, hay muchos pacientes que pueden paliar esa soledad gracias a las nuevas tecnologías, especialmente a los teléfonos móviles. Sin embargo, hay mucha gente mayor entre los ingresados en la planta, y también son los pacientes que peor están, a lo que se añade que no están familiarizados con las nuevas tecnologías, lo que hace que estén solos. En otros casos, por la edad, están desorientados, a lo que no ayuda no poder ver las caras al personal sanitario que les atiende.
Por ello «les hablamos mucho», aunque el tiempo en el que están en las habitaciones es menor posible, «tratamos de estar con ellos hablando para que se tranquilicen», ya que «no podemos entrar cada cinco minutos» como ocurre en circunstancias normales. Son momentos también en los que «les damos la mano, en eso intentamos transmitirles cercanía».
Es, reconoce, «lo más duro de todo». Aunque también cuentan con la colaboración de los pacientes que están mejor, por ejemplo, para ayudar a los más mayores que no pueden a quitarse la mascarilla. Detalles aparentemente menores que hacen mucho más llevadero el día a día de todos, pacientes y personal médico.
Cuando acaba la jornada queda desandar el camino, con la misma meticulosidad y cuidado de mantener la higiene. Es el momento de volver a casa y «venimos pues como venimos». Sobre todo al principio, cuando «no sabes si lo llevas o no lo llevas».