ECONOMÍA / CORONAVIRUS
Los agricultores y el comercio itinerante continúan con su rutina en Burgos
Entre sus labores sulfatar o preparar el campo para el despertar primaveral
«Nosotros seguimos trabajando en el campo de todas formas, ya que hay labores que tenemos que hacer sí o sí en cuanto empieza la primavera, con o sin coronavirus». Con estas palabras resumen los agricultores burgaleses su día a día, quienes se encuentran como cada comienzo de la primavera a pie de campo, limpiando la tierra o sulfatando las parcelas para evitar malas hierbas, con el fin de preparar el terreno para una nueva siembra , como sucede en el caso del girasol.
O sólo para el despertar de las semillas que con el buen tiempo empiezan su ciclo natural de crecimiento, hasta dar lugar a los cientos de productos que, de nuevo, están asegurando una total normalidad en el abastecimiento. Y todo gracias al mundo rural.
Y es que ellos son uno de los pocos gremios profesionales con permiso para continuar con su actividad, al ser considerados vitales por el decreto estatal que marca el estado de alerta y obligado confinamiento domiciliario para el resto de la población española, para intentar frenar la transmisión del coronavirus.
Autorización que estos días ha permitido a sus profesionales acudir al campo sin problemas, «aunque es verdad que me han parado tres veces esta semana, pero al decirles que soy agricultor y mostrar mis papeles me han dejado pasar sin problemas», comentaba Eliseo Martínez, agricultor de la localidad de Villegas. Con domicilio en la capital, explica que dichos controles tuvieron lugar en diferentes puntos tanto de la capital como de las carreteras comarcales.
«Controles que a mí no me han molestado para nada, pues entiendo que son necesarios» confiesa también Esteban Martínez, agricultor cerealista de Los Balbases. «Aunque la verdad es que la nuestra es una actividad con poco riesgo de contagio, pues la mayor parte de las labores las realizamos casi en solitario con la maquinaria», añade, siendo la de sulfatado de las tierras para evitar la aparición de malas hierbas la que le ocupa desde hace días.
Decisión ministerial que ambos consideran correcta, «ya que lo contrario hubiera sido una irresponsabilidad que supondría perder miles de hectáreas de cultivos, sobre todo teniendo la sementera y el gasto ya hecho»», advierten. Y con ello el fruto de meses de trabajo de mucha gente, altas inversiones, posteriores pérdidas millonarias, «y sobre todo la carencia de productos que hoy de nuevo se muestran imprescindibles para el ciudadano», recuerdan. Tareas -y riesgos por igual-, que se multiplican al hablar de la ganadería, «pues hubiera supuesto la muerte directa de miles de animales y el total desabastecimiento de carne».Comercios sobre ruedas
Permiso del que también disfrutan los comercios alimentarios itinerantes, quienes de forma paralela a los agricultores y ganaderos, siguen recorriendo la provincia para acercar a los pueblos todo tipo de productos.
Vitales aún más en situaciones como la actual, en la que el continuo cierre de establecimientos en los pueblos ha abocado a estos comerciantes a ser, a menudo, la única fuente de abastecimiento en muchas localidades. Además de nexo de unión entre el ciudadano y el producto de cercanía, lo que facilita dar salida a aquéllos hoy en problemas por el obligado cambio de hábitos a causa del coronavirus. Es el caso del lechazo, protagonista en estas fechas tradicionales de celebración unida a Semana Santa, así como al buen tiempo, las comuniones y las bodas.
De ambas realidades da fe la ganadera burgalesa Yolanda Rioja, cuya familia lleva décadas compaginando la cría de ganado en Fresno de Río Tirón con la venta de carne por pueblos de Burgos y La Rioja, «la cual ha bajado mucho, ya que cada vez hay menos gente en los pueblos, y los que hay no son las familias numerosas de antes».
Ella hace además de su establecimiento itinerante, el escaparate de los productos de su granja, reforzando la economía circular que pone al alcance del ciudadano productos de gran calidad que llegan de aquí al lado. Lo que estos días se traduce también, en poder ofertar en su ruta lechazo de calidad a menor precio al haber excedente por el cierre de restaurantes, «lo que puedo hacer por el trato de tú a tú con mi clientela».
A mitad de camino se encuentra La Tahona, la nueva panaderia que Laura y Rodrigo abrieron a inicios de marzo en Santibáñez Zarzaguda tomando el relevo del panadero ya jubilado. «Alguna vez sí hemos pensado cuando empezó toda esta historia del virus, en que habíamos elegido mal momento para iniciar la andadura», afirma con humor la joven.
«Pero otros muchos estamos encantados, pues es oportunidad para que nos conozcan y conocer nosotros a todos», quienes les agradecen habernos lanzado tras haberse quedado sin panadería. «Porque si no, no sé qué hubiera sido de nosotros en estos días, nos dicen muchos en el pueblo».
Trastorno que a Laura le ha generado reducir pedidos -muchos de restaurantes hoy cerrados-, y tener que ir ellos a buscar algunos productos que usan para elaborar sus panes y pasteles, o rellenar las baldas al ser también pequeño colmado. «Ya que no todos nos pueden surtir como hacían, pero nos apañamos, y a la que vamos a comprar para nosotrostraemos cosas que nos encargan los vecinos».